︕𝟬𝟬𝟮 𝐀𝐍𝐗𝐈𝐄𝐓𝐘

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El miedo de Tiago aumentó cuando su vientre siguió plano por semanas. Se sentía como un impostor, alguien que no merecía estar ocupando ese puesto dentro del aula. En ese momento, se encontraba explicando un tema de clase y uno de sus alumnos, el que era el más molesto de todos, Alejandro, se le estaba quedando viendo demasiado.

Por un instante, su mente pensó en la posibilidad de que ya le hubiera crecido el vientre, de la noche a la mañana. Su reacción fue llevar su mano hacia su vientre, moviéndola de forma disimulada, tratando de sentir el aún inexistente bulto, pero que su mente le hacía creer que tenía ahí.

—Profe, ¿se siente bien? —preguntó este chico, el que lo había estado mirando. Aquello sobresaltó al mayor, provocando los latidos desbocados de su corazón.

—Ah, sí, sí, Garnacho. Sí estoy bien.

No hubo más palabras por parte de su alumnado. Tiago trató de calmar los acelerados latidos de su corazón. Sentía que aquel órgano le iba a explotar en cualquier momento, como un globo de la feria. Cuando sus alumnos salieron del aula, felices porque los había dejado ir quince minutos antes de la hora, se derrumbó en su silla, acostándose en el escritorio.

—Tonto corazón, dale, calmáte...

Al llegar a su casa, supo que su novio estaba por el olor a comida que percibió al entrar. Dirigió sus pasos hacia él y lo abrazó con fuerza, como si quisiera hacerse bolita y fundirse en su cuerpo.

—¿Estás bien, amor? —preguntó Mauro, acariciando su cabello.

Tiago negó con la cabeza repetidas veces. Mauro suspiró y apagó la estufa, después de todo, la comida ya estaba lista. Con Tiago aún aferrado a él, caminaron hacia el sofá y él se sentó, dejando que el otro se acostara, con la cabeza en sus rodillas.

—¿Estás bien, cariño? —repitió la pregunta, pasando sus dedos entre los mechones del cabello de Tiago, quién suspiró.

—Tengo mucho miedo.

—¿De qué?

—Mi cuerpo va a cambiar —dijo, como si fuera bastante obvio. —No es normal ver a un hombre embarazado, me voy a ver feo... Mi cuerpo será...

—...Perfecto. Mirá, Tiago, ¿me gusta tu cuerpo? Sí, pero amo más que solo eso. Me enamora tu forma de ser cada día. Tu cuerpo será perfecto porque estará albergando a nuestro hijo...

—Solo quiero uno. —Dijo, tras un rato de silencio.

—¿Un qué?

—Un solo hijo. No más. —Fue su sentencia final, a la que Mauro respondió con una risita.

—De acuerdo, amor.

Tiago no lo expresaba en voz alta, pero sentía que ese cuerpo ya no era suyo, y esa sensación no le agradaba en lo absoluto. Luego, en su cabeza empezó a aparecer la idea de la salud de su bebé, ¿y si este nacía con alguna enfermedad? ¿O con alguna malformación?

—Ya, ya, tranqui, Tiago. Vení, hice de comer.

Tiago sonrió y eso aterrizó su mente en donde estaba. En su casa, acompañado de Mauro, con unas pocas semanas de embarazo. Mauro había preparado la comida para ambos, algo que ocurría pocas veces, ya que el trabajo del mayor era mucho más exigente. Mauro trabajaba como ingeniero civil, algo a lo que Tiago jamás se había atrevido a meter las manos, porque simplemente se consideraba poco capaz para las matemáticas.

—Qué rico, amor.

—Y la comida también —bromeó Mauro, haciendo que Tiago se sonrojara.

Cuando llegó la noche, después de un buen rato de que su cabeza hubiera tocado la almohada. Sus pensamientos empezaron a tomar un camino más desventurados, mostrándole escenarios en donde el embarazo afectaba toda su vida. Desde su relación con Mauro, se preguntó, ¿cómo cambiaría esta cuando fueran padres?

Apenas tenían tiempo para ellos y disfrutaban el estar solo ellos dos. Pronto una tercera personita se uniría a su familia. ¿Quién dejaría de tener tiempo para quién? ¿Él para Mauro o Mauro para él?

¿Y si al final de todo Mauro se daba cuenta de que lo suyo no era tener una familia y lo dejaba? Pronto se levantó con agitación, el corazón latiendo sin control y tuvo la necesidad de ir a mojarse la cara. Inhaló y aspiró a profundidad, tratando de calmarse. Cuando regresó a la habitación, encontró a su novio, despierto y con cara de sueño, pero preocupado por él.

—¿Qué te pasó, amor?

—Yo... —se envolvió en sus propios brazos, mientras caminaba hacia la cama. Se sentía estúpido, regresando a su lugar en la cama, al lado de Mauro. —Me siento mal... Me da miedo el futuro, Mau…

—¿Querés que hablemos de eso? —preguntó Mauro, con vos suave. Tiago dudó. Un “no” quería salir de su boca, pero el dolor en su pecho era insoportable, como una bomba, por lo que terminó asintiendo.

—Sí, Mau... —Este lo miró fijamente, con esos ojos verdes tan bonitos que a Tiago le recordaban lo perenne del bosque. Pronto, el morocho comprendió que su pareja quería que fuera él quien iniciara ese intercambio de comprensión. —Yo... Tengo miedo de que tener un bebé afecte nuestra relación.

—¿Por qué?

—¿Y si te vas? ¿Y si decidís que no estás listo para cuidar de un bebé y me dejás?

El rostro sereno de Mauro pasó, primero por una suave risa, que se disolvió cuando vio la preocupación genuina en el rostro de su pareja. Mauro suspiró, acercándose al menor, envolviéndolo en sus brazos.

—Tiago, no te voy a mentir, no me siento listo para cuidar de un mini nosotros. Pero por ningún motivo te dejaría solo con eso, porque el ser padre lo puedo aprender... Y no me da el corazón para dejarte, mi mente ni siquiera pensó en esa posibilidad. ¿Querés saber cuál fue mi pensamiento cuando me dijiste lo del bebé?

—¿Cuál?

—Que si mi jefe me daría la baja temporal por paternidad —soltó una risa. —Te estarás recuperando y alguien tendrá que cuidar al bebé, ¿no? ¿Algo más te preocupa?

—Muchas cosas —confesó—. Primero, mi cuerpo va a cambiar, ¿y si quedo feo y ya no me querés? Segundo, mi trabajo, ¿qué pensaran en la universidad de que su profesor está embarazado? Dios, son muchas cosas...

—...Que no han pasado, te estás preocupando al pedo, amor. —Al ver que Tiago fruncía el ceño, su sonrisa se borró un poco, pero no por ello dejó de ser optimista. —Amor, esa ansiedad que sentís es normal, pero estoy seguro de que todo estará bien. Todo lo que esté al alcance de nuestras manos estará bien, ¿de acuerdo?

Tiago sonrió, acostándose contra el pecho de su pareja, quién empezó a acariciar el cabello de Tiago, para relajarlo y que pudiera dormir.

—Dale, dormí, amor. Todo estará bien.













 Todo estará bien

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𝐄𝐌𝐎𝐓𝐈𝐎𝐍𝐒 | litiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora