CAPITULO 6

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Hoseok.

A la mañana siguiente, me desperté con la pesadez de la tarde anterior aun pesando en mi pecho. Me di una ducha rápida, dejando que el agua caliente lavara no solo la suciedad del sueño, sino también los ecos de la conversación que había tenido con Taeyong. Mientras el vapor llenaba el baño, mi mente se debatía entre la confusión y el deseo de entender lo que realmente sentía.

La conversación con Taeyong había dejado en mí una mezcla de vulnerabilidad y una curiosidad inquietante. Aún resonaban en mi mente sus palabras sobre el dolor y la conexión, como si estuvieran en un loop interminable. No sabía si debía sentirme agradecido por la sinceridad de Taeyong o abrumado por la posibilidad de abrirme a alguien de esa manera. ¿Qué pasaría si me dejaba llevar y terminaba lastimándome aún más? ¿Qué pasaría si depositaba mi confianza en la persona equivocada?

Salí de la ducha y me miré en el espejo, analizando el reflejo de un Hoseok que intentaba recomponerse. Aun poseía un hematoma en el pómulo derecho y en otros cuanto más en las costillas. Decidí ponerme algo que me hiciera sentir bien. Una camisa de algodón en un suave tono azul claro que resaltaba mis ojos, combinada con unos pantalones ajustados que no eran demasiado formales, pero que le daban un toque casual y atractivo a mi apariencia. Al final, opté por unas zapatillas blancas que completaban el conjunto. No sabía porque, pero quería que Taeyong notara que, a pesar de todo, estaba haciendo un esfuerzo por verme bien.

Bajé al primer piso, sintiendo el ligero nerviosismo en mi estómago aumentar con cada paso. Al llegar al final de las escaleras, me detuve cuando lo vi. Ahí estaba Taeyong, hablando por teléfono con una expresión relajada, que contrastaba con la tormenta de pensamientos en mi mente. Al levantar la vista, me sonrió, y ese gesto simple me hizo sentir un poco más en casa, aunque el remolino de emociones aún giraba en mi interior.

Cuando Taeyong terminó la llamada, guardó el teléfono en el bolsillo y se giró hacia mí. Tomé aire profundamente, tratando de calmar el nerviosismo en mi estómago, y me decidí a dar el primer paso.

— Buenos días —le dije, intentando que mi voz sonara relajada.

Él me miró por un momento, sorprendido quizá, pero enseguida sonrió con esa calidez que parecía romper todas mis defensas.

— Hoseok —dijo suavemente, como si probara el peso de mi nombre en su boca— ¿Cómo te sientes hoy?

La pregunta me tomó por sorpresa. No estaba seguro de cómo responder; un sinfín de pensamientos y emociones giraban en mi cabeza. Finalmente, opté por ser sincero.

— Mejor...Respondí.

Taeyong asintió, su mirada llena de comprensión. Se acercó un paso más, como si quisiera asegurarse de que mis palabras fueran escuchadas en su totalidad.

— Me alegra escuchar eso —dijo, su tono cálido y reconfortante. Sus ojos recorrieron mi rostro, deteniéndose un momento en mi mejilla herida y luego en mi ropa, como si quisiera decir algo más, pero dudara en hacerlo.

De pronto, noté que sus labios se entreabrían, y su mirada se volvió más intensa, como si quisiera expresar algo más, pero no estuviera seguro de decirlo o no. Apenas comenzaba a decir algo, un suave susurro escapando de su boca, cuando una voz interrumpió el momento.

— ¿Todo bien por aquí? —preguntó Jungwoo, el otro guardaespaldas, apareciendo de repente en la sala de estar. Su expresión era profesional, aunque sus ojos iban de Taeyong a mí, como si intentara descifrar lo que estaba ocurriendo.

Taeyong se apartó de mí ligeramente, su semblante volviendo a la compostura habitual. Se giró hacia Jungwoo, recuperando su tono tranquilo.

— Sí, todo en orden, Jungwoorespondió Taeyong, con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar cualquier señal del momento que acababa de compartir conmigo.

EL DONCEL Y LA BESTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora