La noche estaba en pleno apogeo cuando llegamos a la discoteca. Era un lugar exclusivo, con luces tenues, ritmos sensuales y una atmósfera densa de expectativas. La niñera estaba a cargo de Luna, y sabía que, por unas horas, Aitana y yo podríamos dejar nuestras responsabilidades atrás, sin nadie a quien cuidar más que a nosotros mismos. Había algo liberador en esa idea.
Aitana estaba espectacular. Llevaba un vestido negro ajustado que dejaba al descubierto sus hombros y abrazaba cada curva con una perfección que me dejaba sin aire. Cuando la vi en la entrada de la discoteca, me pregunté si realmente era consciente del efecto que causaba.
-¿Lista para una noche inolvidable? -le susurré al oído, mientras la rodeaba por la cintura y la guiaba hacia el bar.
-Eso espero -me respondió, lanzándome una mirada que era una mezcla de desafío y provocación. Sabía lo que hacía, y sabía lo que provocaba en mí. Era un juego en el que ninguno de los dos podía o quería retroceder.
Pedí un par de tragos fuertes para empezar la noche, y no tardamos en sentir el efecto del alcohol corriendo por nuestras venas. Aitana bebía con una intensidad inusual, y la miraba con una mezcla de diversión y deseo mientras sus ojos brillaban más con cada trago, mientras su risa se volvía más abierta, y sus gestos, más atrevidos.
Cuando sonaron los primeros acordes de "Earned It" de The Weeknd, supe que sería imposible retenerla en la barra. Sin decirme nada, Aitana me lanzó una sonrisa, y antes de darme cuenta, estaba caminando hacia la pista de baile, dejando su copa atrás. No pude evitar seguirla con la mirada, admirando cómo se movía al ritmo de la música, como si nada más existiera a su alrededor.
Me quedé apoyado en la barra, observando cada movimiento suyo. Su cuerpo se movía con una sensualidad y una soltura que pocas veces dejaba ver, como si en ese momento no le importara quién estuviera mirando, ni siquiera yo. Al principio, me pareció entretenido, incluso excitante, ver cómo se dejaba llevar, pero cuando un desconocido se le acercó por detrás, mis manos se tensaron sobre mi vaso.
El hombre comenzó a bailar con ella, sus manos apenas rozando su cintura, mientras Aitana lo dejaba acercarse más de lo que yo estaba dispuesto a tolerar. Mis celos comenzaron a crecer de una manera que apenas podía controlar, y el alcohol en mi sistema solo empeoraba las cosas.
Aitana giró la cabeza y me lanzó una mirada desafiante, como si disfrutara de la rabia que veía reflejada en mi expresión. ¿Era esto lo que quería? ¿Provocarme, ver cuánto estaba dispuesto a soportar antes de intervenir? No podía negarlo, parte de mí estaba al borde de perder el control, y ella lo sabía.
Me acerqué lentamente, y cuando llegué a su lado, puse una mano firme sobre su cintura, apartando al hombre sin decir una palabra. Él se retiró con una mirada confundida, y Aitana, en lugar de mostrar sorpresa, simplemente sonrió, como si hubiera estado esperando que reaccionara así.
-¿Te diviertes? -le susurré al oído, sin disimular el tono de rabia en mi voz.
Ella giró hacia mí, su mirada cargada de desafío.
-Estaba, hasta que te pusiste celoso -me respondió, mordiendo su labio, consciente de que cada gesto suyo me empujaba más cerca del borde.
Sin pensar, atraje su cuerpo contra el mío, manteniendo mi mano en su cintura mientras movíamos al ritmo de la música. No dejé espacio entre nosotros, queriendo que sintiera cada parte de mí, queriendo recordarle que, aunque quisiera jugar, al final era yo quien marcaba las reglas. Ella me miraba con los ojos entrecerrados, una sonrisa temblorosa en sus labios, y noté cómo su respiración se aceleraba.
-¿Así que esto te parece un juego? -pregunté, deslizando mis manos por su espalda y bajando lentamente, provocándola, sintiendo cómo sus manos se apretaban en mis hombros.
-Quizá... -murmuró, entrecerrando los ojos, su voz apenas un susurro que apenas podía oír con la música envolviéndonos.
-Entonces te voy a enseñar lo que pasa cuando cruzas ciertos límites, Aitana -susurré, rozando su oído y sabiendo que esas palabras la harían temblar.
Nos apartamos de la pista y la guié hacia una esquina más oscura del lugar, lejos de las miradas. Antes de que pudiera decir algo, la empujé suavemente contra la pared, atrapándola con mis brazos. Su respiración se entrecortó, y vi el brillo de sorpresa en sus ojos, pero también el destello de deseo.
-Dime algo, Aitana -le dije, bajando mi rostro hacia el suyo, dejando que mis labios apenas rozaran los suyos, provocándola, sabiendo que estaba jugando con fuego-. ¿Te gusta provocar, verdad?
Ella asintió, sus ojos clavados en los míos, desafiándome incluso ahora.
-¿Y qué vas a hacer al respecto? -me retó, con la voz baja y llena de una confianza temeraria.
No le di tiempo a decir nada más. Tomé su rostro entre mis manos y la besé, profundo y posesivo, dejando claro que era mía. Aitana respondió con una intensidad que igualaba la mía, y por un instante, olvidé dónde estábamos, dejándome llevar por el deseo oscuro y caótico que había entre nosotros.
Mis manos bajaron por sus caderas, y la apreté contra mí, sintiendo cada curva, cada pulso de su cuerpo. Su aliento caliente rozaba mi piel, y en su mirada oscura vi una rendición total y a la vez un desafío que me hacía querer perderme en ella una y otra vez.
-Nunca olvides, Aitana -le susurré, mientras nuestros cuerpos seguían en ese baile íntimo y peligroso-, que yo soy quien marca los límites aquí.
Ella sonrió, y en sus ojos vi esa chispa oscura que me volvía loco.
-Tendrás que esforzarte más, Darío, si quieres controlarme -susurró, y sus palabras fueron como una llama que encendió un fuego imparable dentro de mí.
Nos perdimos en esa esquina, en esa intensidad que no podía describir ni controlar, y supe que esta noche apenas
era el principio de algo que ninguno de los dos podría tener.
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Contrato de Amor
RomanceAitana jamás imaginó que fingir ser la esposa de su jefe, el misterioso y solitario Darío Valmont, la llevaría a un mundo lleno de secretos. Entre miradas prohibidas y una pequeña niña que despierta su instinto maternal, Aitana descubre que este con...