CAPÍTULO 19 - Los antepasados de Taethiel

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La tarde finalmente se asentaba en Nemeton, poniendo fin a la jornada de clases. El grupo de amigos, aún con el ánimo de la comida compartida, se acercó a las puertas de la escuela para despedir a Taethiel. El momento que tanto había temido había llegado: debía regresar a su aldea y enfrentar aquella conversación que pesaba sobre su corazón como una sombra, una charla que tenía pendiente con su madre.

Allí, en la entrada del bosque, esperaba con una paciencia casi mística su unicornio, Estrella, enviado por su madre unas horas antes. Su pelaje blanco resplandecía bajo los últimos rayos de sol, casi como una señal de esperanza en medio de la incertidumbre de Taethiel. Hobi, que observaba la escena con ojos brillantes, no pudo contener su emoción al ver a aquel ser tan majestuoso.


― ¡Oh, dios mío, Taethiel! ¿Ese es Estrella? ― exclamó Hobi con los ojos brillantes. Taethiel asintió con una leve sonrisa. ― Es precioso. ¿Puedo tocarlo?

― Claro ―respondió Taethiel, divertida por la energía de su amigo.

― ¡Yay! Hola, hola, soy Hobi, sí, Hobi ―dijo mientras acariciaba suavemente el hocico del unicornio.

― Creo que le has caído bien ―comentó Taethiel, notando el vínculo que se estaba creando entre ambos.

― ¿De verdad? ¡Qué bien! ― Hobi no podía dejar de acariciar al unicornio, con una alegría infantil evidente en su rostro.

― Bueno, chicos, me tengo que ir. —dijo Taethiel cambiando la buena energía del momento. 

― Claro, cualquier cosa nos avisas ―respondió Jinx con un tono de apoyo.

― Seguro que no es nada grave y resulta que eres la heredera de un linaje súper importante ―dijo Hobi, tratando de levantarle el ánimo.

― Jaja, no lo creo… ―contestó Taethiel, desviando la mirada, evidentemente nerviosa.


Haciendo un esfuerzo para subirse a su unicornio, Taethiel se enredó torpemente en las correas del sillín y estuvo a punto de caer. En un rápido movimiento, Junghaleon la agarró en sus brazos, evitando que se desplomara al suelo.


― Casi te caes… ¿Estás bien? ―preguntó Junghaleon, con un tono protector.

― Sí… Gracias ―respondió Taethiel, sorprendida por el gesto inesperado.


Sus amigos, que observaban desde atrás, no pudieron evitar reírse por lo bajo, al ver lo similar que resultaba la escena a una de esas situaciones románticas de las películas. Hobi no tardó en aprovechar la ocasión para hacer una broma.


― ¡Y… corten! Perfecto, chicos, la escena os quedó increíble ―dijo Hobi, imitando la voz de un director de cine.

― Jajajaja, muy buena esa, Hobi ―dijo Jinx, riendo a carcajadas.


Incluso Minshi no pudo contener la risa. Taethiel, visiblemente avergonzada, se soltó de los brazos de Junghaleon y subió al unicornio, esta vez con más cuidado, asegurándose de no volver a enredarse. Junghaleon, por su parte, comenzó a sentir su respiración más pesada, como si algo profundo e inexplicable se agitara en su interior. Tragó saliva, apartando la mirada, rascándose la nuca en un intento de disimular su nerviosismo.


― Bueno, nos vemos ―dijo Taethiel sin atreverse a mirarlos a los ojos, y con una leve inclinación de cabeza, se despidió.

― ¡Adiós, adiós! ―gritó Hobi, aún divertido por la situación.


Junghaleon también aprovechó el momento para despedirse.


― Yo me iré también, en un rato tengo la videollamada con mis padres ―anunció, tratando de desviar la atención de su incomodidad.

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