Aitana estaba en el despacho, terminando un informe que yo le había pedido. No hacía falta que estuviera aquí, no en mi oficina ni a esta hora, pero ella había decidido quedarse de todos modos, sin pedir nada a cambio. Era eficiente, implacable en su dedicación, y la verdad era que su presencia había llegado a volverse una constante en mi vida, algo que apenas empezaba a admitir. Pero ese era precisamente el problema: esa sensación de dependencia no me gustaba. Yo había pasado años construyendo mi vida solo, sin necesitar a nadie, y ahora Aitana parecía estar destruyendo cada una de esas paredes que me había empeñado en levantar.
Aitana me miró de reojo mientras terminaba el informe, y sus labios se curvaron en una leve sonrisa. Esa mirada suya me quemaba, me hacía sentir cosas que preferiría no sentir. Entonces, sin saber por qué, me acerqué y me incliné sobre su escritorio.
—¿Te queda mucho? —pregunté, mi tono algo más frío de lo que pretendía.
Ella levantó la vista, sorprendida, y por un instante me sentí culpable, pero decidí ignorarlo. Mis emociones se debatían entre el deseo y la necesidad de mantener el control. Todo esto era absurdo, y estaba seguro de que Aitana no entendía ni la mitad de lo que me estaba sucediendo por dentro.
—Estoy por terminar, solo un par de detalles más, y estará listo —respondió con esa voz serena, tranquila.
Por un momento, no supe qué responder. Entonces, me aparté y miré por la ventana, como si el horizonte de la ciudad pudiera darme alguna respuesta a la tormenta que tenía en la cabeza. Pero ella no se movió, ni se fue, ni me cuestionó, solo esperó.
Finalmente, me giré hacia ella, tratando de mantener la compostura. La idea surgió de un lugar oscuro, tal vez del miedo a perder lo que estaba empezando a significar para mí, o tal vez era simplemente el deseo de probar hasta dónde estaba dispuesta a llegar por este "contrato" nuestro.
—Aitana, necesito que hagas algo más por mí. —Mi voz sonaba cortante, pero esta vez no la suavicé.
Ella dejó el informe a un lado y me miró con atención, como siempre hacía, como si realmente me escuchara, como si le importara.
—¿Qué necesitas? —preguntó, en ese tono cálido que, por alguna razón, solo lograba incomodarme más.
Me acerqué a ella, hasta estar tan cerca que podía ver el leve temblor en sus labios, el nerviosismo en sus ojos. Pero no retrocedió, ni siquiera pestañeó.
—Quiero que renuncies a tu puesto de asistente —solté, dejando que cada palabra cayera como una sentencia. Ella frunció el ceño, sorprendida, y antes de que pudiera preguntar nada, añadí—: No quiero que estés aquí solo como mi empleada. Si realmente quieres seguir adelante con esto, entonces demuéstramelo.
Vi cómo su rostro se descomponía en una mezcla de incredulidad y dolor. Sabía que este trabajo significaba mucho para ella, y sabía que pedirle esto era egoísta, brutal incluso. Pero parte de mí quería ver si de verdad estaría dispuesta a dejar todo atrás, si sería capaz de ponerme a mí, a este "contrato" entre nosotros, por encima de su carrera. Quería saber si realmente estaba comprometida, o si esto era solo un juego para ella.
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Contrato de Amor
RomanceAitana jamás imaginó que fingir ser la esposa de su jefe, el misterioso y solitario Darío Valmont, la llevaría a un mundo lleno de secretos. Entre miradas prohibidas y una pequeña niña que despierta su instinto maternal, Aitana descubre que este con...