Narra Mateo
Cierro la maleta y voy a abrir la puerta, mirando mi móvil en el pasillo antes de volver a oír el timbre. Malú no me ha llamado ni ha escrito. Suspiro resignado, debí suponer que así sería. Durante el día me he preguntado varias veces si nuestro encuentro está mañana habrá sido real o producto de mi imaginación, pero sus ojos que enamorarían a cualquiera y la timidez con la que la sigo recordando desde hace años me aseguran he vuelto a verla.
M: He traído tailandés.
Me enseña las bolsas de comida.
M: Y agua.
Ríe apoyando los botellines de cerveza sobre la mesa. Se me escapa una carcajada, mi mejor amigo es de lo que no hay.
M: ¿Todo listo?
+ Sí. Tan solo son cinco días.
Le recuerdo. Llevo un bolso pequeño, tengo de todo en mi casa en Madrid y esta vez es un viaje rápido para ver a mis padres y supervisar algunas campañas.
M: Yo no sé cómo puedes vivir con tantos cambios de horario.
+ A todo te acostumbras.
Reflexiono. He de admitir que es cansado pasar la mitad de mi vida en Miami y la otra en Madrid, pero la compañía no me permite ausentarme del todo en ninguna de nuestras sucursales.
M: Le das mis recuerdos a tus padres.
Pide como cada vez que viajo. En mi familia le quieren como si fuese un hermano más.
+ ¿Tu no le estarás haciendo la pelota a Pilar para que te mande sus dulces, no?
M: No te rías del buen corazón de tu madre.
Se escaquea divertido. Siempre le manda algo rico.
M: Es más, tendrías que aprender de ella.
Mi atención se aparta veloz de él para mirar mi móvil, tal como he hecho durante todo el día cada vez que se ilumina la pantalla, pero no, no es ella.
M: Tío, coño, como miras ese móvil pareciera que esperas la llamada más importante de tu vida.
Me saca una sonora sonrisa.
+ Puede que lo sea.
Confirmo. Si tan solo apareciera yo me ocuparía de todo lo demás.
M: A ver, cuéntamelo con detalles.
Su lado cotilla se presenta sediento de información.
+ Pffff, es que no hay nada que contar.
Me quejo frustrado. Malú, llama, ¡joder!
M: Ya, todo indica a que hablamos de una mujer.
Asegura certero.
M: Pero tú no pierdes la cabeza por cualquiera.
Es cierto. Estoy acostumbrado a ver chicas tan guapas que parecerían esculpidas por los dioses griegos. Es parte de mi trabajo, pero ninguna suele despertar nada en mi. Al menos no únicamente por su físico.
+ Creo que he visto a la mujer de mi vida.
Me atrevo a apostar.
M: Pero, ¿Qué os pasa a todos hoy?
ESTÁS LEYENDO
Todos los secretos (Segunda parte)
RomansaUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar