Oliver
-¿Qué quieres decir?
-No sé que ha pasado ahí dentro pero se ha puesto a gritar sujetándose la mano y...- dejé de escucharle y me acerqué a la muchacha, que seguía apartada. Tomé su muñeca e hice rodar su mano para poder ver su palma. Tenía una cicatriz blanca, como si se la hubiese hecho hace mucho tiempo.
-¿Tenías esto antes?
-No, me acaba de salir. ¿Qué me está pasando?
-No lo sé. Pero sé alguien que sí sabe.- cogí su capucha, era lo único que había quedado intacto después de la aventurita por el bosque, y se la puse.- Tu objetivo es seguir viva ¿verdad?- ella asintió- Pues procura no alejarte de mí ni que te vean.- dije y me puse a andar, noté un alivio cuando sentí que me seguía a escasos centímetros y salimos, los tres, a la calle.
Recorrimos las mismas calles que habíamos recorrido hacía unos momentos Víctor y yo hasta llegar al local de su enamorada, Samina. Cuando entramos, cerré la puerta y puse el cartel que indicaba que estaba cerrado. Samina salió a los pocos segundos con un libro entre las manos.
-Oh, vamos Oliver. No me has dado tiempo ni a terminar este libro.- levantó la cabeza del libro pero al verme su sonrisa de siempre desapareció- ¿Qué te pasa?
-¿Podemos pasar dentro?- contesté. Ella asintió y, cogiendo del brazo a la chica entré en la trastienda donde Samina tenía su rincón de investigación. Escuché como Samina le susurraba algo a Víctor y este contestó "Y yo que sé, se le va la cabeza" a lo que puse los ojos en blanco. Mientras la pobre mortal observaba alucinada las estanterías repletas de libros.- Enséñale la mano- le dije y ella la mostró con desconfianza.
-¿Es la mortal? ¿La flor?- dijo asustada y retrocedió.- ¿por qué la habéis traído?
-Porque necesito respuestas para esto.- puse la palma de mi mano al lado de la palma de la humana. Se podían apreciar dos cortes simétricos con la diferencia que el suyo parecía haber cicatrizado hace años y en el mío se podía ver la coagulación de la sangre para detener la hemorragia. La similitud le llamó tanto la atención a la investigadora de humanos, que también los temía, que dejó de lado su miedo para poder observar mejor. - Cuando la empujé en el bosque sentí una sensación de dolor pero le resté importancia hasta que la misma sensación se ha apoderado de mi brazo y por eso he venido antes. Pero después de esto necesito sabes que coño está pasando.
Samina me escuchó con atención y volvió a mirar las heridas. Pasó las yemas de sus dedos por la cicatriz de la chica de la flor.
-¿Te duele?
-No.
-¿Cuándo te la has hecho?
-No sé, hace media hora.
-Blanca, sin sangre...- subió a una escalera pequeña y empezó a buscar entre los libros.- Bingo- dijo sacando uno, lo leyó en silencio y, por su cara, no le gustó lo que descubrió. Bajó hasta donde estábamos y dejó el libro en un sofá- Lo siento Oliver.
-¿Lo sientes?- no entendía nada hasta que enterró su uña en mi herida haciéndome retorcerme de dolor. La empujé hace Víctor que la sostuvo para que no cayera.
-¿Por qué has hecho eso?- dije enfadado.
-Para comprobar si os dolía a los dos.- dijo incorporándose.
Giré mi cabeza hacia la joven del otro mundo y pude observar como 2 lágrimas se escapaban de sus ojos y como se sujetaba la mano con la herida.
-¿Y qué significa esto? ¿Somos almas gemelas?
-No.- dijo Samina muy seria.- Sois fuerzas gemelas. Todo el daño que te ocasionen, ella lo sentirá y al revés. Hay escasos casos con vampiros pero nunca lo había visto con una humana y un vampiro.
El mundo se me cayó a los pies. Yo, un ser que llevaba sin preocuparle la muerte más de 2 siglos le volvía a asustar la palabra fallecer. Un ser que había sido temerario durante esos 2 siglos largos, ahora se tendría que preocupar por no morir.
Lo que más me sorprendió no fue estar atado a un ser inútil y torpe, en comparación con mi especie, sinó que, por mucho que quise, no conseguí poder echarle la culpa al ser que se lamentaba en una esquina de la estancia.
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El Secreto De Las Flores
Historische RomaneEl reino de Palidia no se plantan flores, y mucho menos flores pálidas. Todos las relacionan con la muerte, hasta las temen. Una vez al año, cuando el sol ya se ha marchado y las calles quedan alumbradas únicamente por los pequeños faroles, una flor...