Sus manos bajaban desde mi cara hasta mi cintura, ese sentimiento de saber que solo estaba conmigo por mi cuerpo me aturdia, trataba de no pensarlo pero era imposible.
Cómo era posible que podía sentirme tan usada y tan amada a la vez?
Como quitar ese sentimiento y cambiarlo por deseo?
—Siempre me cuestiono eso, no pienses que no Sao. —dije a mi amiga mientras jugaba con las llaves de mi coche.
—Pero por qué Oscar será así contigo? Eres una mujer bonita en cualquier aspecto, no hay por qué fijarse más en tu cuerpo.
—Lo conocí en camerinos, de ahí no me volvió a llevar a sus conciertos. Hablando con más modelos me contaron que eso hacía con las chicas que les llamaban la atención, tenía lo que el quería y luego las dejaba.
—Pero a ti no te a dejado. —menciono sería. —Llevas meses teniendo relaciones con el, deberías hablarlo.
—Es que no puedo, no quiero perderlo. —subi mi mirada. —Me siento deseada con el pero también me hace sentir una prostituta que parecería que cualquiera puede conmigo.
12/06/24
—Ey! Viejo. —le dije a mi manager. —Sube a la morra de la tercera fila del vip.
—Mhmm, otra vez Maydon?
—Que verga tiene. Correle wey.
Mientras cantaba vi como le hablaban y la guiaban hacia atrás del escenario, era hermosa, la muchacha más bonita de este concierto. Se distinguía de los demás por su bella figura y su labial rojo.
Terminé el concierto y baje rápidamente al camerino, ahí estaba ella viéndose al espejo retocando su labial.
—Ay perdón. Mucho gusto. —me dijo guardandolo en su bolsa.
—Mucho gusto bonita, supongo que tú ya me conoces.
—Bueno, obvio si. —sonrio. —Por que me trajo aquí?
—No hay necesidad de hablarme de usted. Si te traje aquí es por qué te me hiciste una mujer demasiado linda. —me acerque hacia ella quedando de frente. —Alguien que con tan solo mirarla puedes saber que es hermosa dentro y fuera.
Las palabras cada vez eran más cortas, ella solo veía mis ojos y yo sus labios. Solía hacer este tipo de cosas con morras que sabía que no volvería a ver, pero con ella sentía que era diferente.
—Mami, mucha plática. —le dije y la tomé de la cintura, comencé a besarla lento, ella no tardó nada en corresponderme y poner sus manos en mi nuca, acariciando mi cabello y volviendo el beso un poco más, desesperado.
—Mhm, Oscar. —dijo mientras se separaba de mi un poco. —Esta bien esto?
—Claro princesa. Tranquila. —dije y la seguí besando.
Poco a poco nos dábamos cuenta que necesitábamos uno del otro, la recargue en el pequeño tocador que había y empecé a tocar sus muslos, subiendo un poco su vestido.
Guiaba mis manos hacia su cintura, ya que para ella así tenía mejor agarre en el beso.
No era mentira que solía hacer esto, no era nada nuevo para mí despertar las ganas de las chicas que se me hacían guapas solo por qué a mí se me antojaba, obvio que me tenian en mal papel, diciendo que solo me aprovechaba de mi fama, cosa que era cierto. Que tenía de malo tener a varias?
—No mames Oscar, date cuenta wey. —me dijo Nata.
—Cállate, no te incumbe.
—Una cosa es estar con putas y otra es ser una. —me dijo serio. —En cada concierto te acuestas con una.
—Y a ti que? —me levanté del sofá y deje la botella en la mesa. —Si yo quiero tener a 20 es mi puto asunto.
—Si wey, no me meto. Pero en algún momento te van a dejar mal, como la morra está que te cogiste en Guadalajara, va hasta al psicólogo por qué solo la buscas cuando tienes ganas.
—Con ella es otro asunto, ella tiene algo más que otras. —sali del camerino y Nata me siguió.
—No te diré nada más, cuando estés en un problema a ver si tus 50 morras te ayudan.
• Guadalajara
—Hola muñequita. —me dijo Oscar y me dio un beso en la mejilla. —¿Que rollo?
—Mhm, nada. Que quieres?
—Ver a la mujer más hermosa y más rica del universo. Podemos ir a comer y luego pasear un rato, no te parece?
—No tengo ganas. —me cruce de hombros, claro que quería pero me gustaba que me rogara aunque sabía que ni siquiera me decía las cosas encerio, saber que era una más era un sentimiento horroroso, más al sentirme amada, cuando no era así.
—Mhm, entonces que plan princesa? —se acercó a mi cerrando la puerta de mi departamento, recargandome en el sillón, sabía a qué venía, era obvio que no quería que saliéramos.
—No quiero Oscar. —puse una mano en su pecho.
—Mmm... —se acercó a mi oído. —No mami? No quieres sentir como te hago mía? A caso alguien te hace sentir mejor que yo? —dejo un beso en mi cuello. —Quien te hace venirte más de cuatro veces en una noche princesa?
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