La tensión en la oficina subterránea era palpable, el aire estaba cargado de ansiedad y miedo. La puerta ya estaba abierta, y la penumbra de la habitación se intensificaba con la luz tenue que se filtraba desde los monitores. En un momento de inquietud, la marioneta de zorro apareció en el umbral, sus ojos brillando con un destello malévolo. En su mano derecha portaba un enorme garfio, un arma que parecía más un símbolo de su naturaleza siniestra que un simple objeto.
—¡Cuidado! —gritó Elizabeth, retrocediendo un paso, el pánico reflejado en su rostro.
La marioneta de zorro se detuvo en el umbral, su garfio brillando a la luz tenue del sótano, mientras sus movimientos eran ágiles y precisos. Miguel y Mike se prepararon, sus cuerpos tensos, listos para el enfrentamiento que se avecinaba.
—No te acerques más —advirtió Mike, levantando el hacha con firmeza—. No permitiremos que nos hagas daño.
La marioneta hizo un movimiento rápido, girando su garfio en el aire, como si disfrutara del miedo que había sembrado en la habitación. La risa oscura de El Hombre resonó de fondo, reforzando el terror que invadía el espacio.
—¡No es solo una marioneta! —gritó Miguel, tomando un paso adelante, decidido—. Está aquí para hacernos daño. ¡Debemos detenerla antes de que sea demasiado tarde!
La marioneta de zorro se lanzó hacia ellos con una velocidad sorprendente, su garfio cortando el aire. Mike reaccionó de inmediato, levantando el hacha en un intento por bloquear el ataque. El sonido del metal contra la madera resonó en la habitación mientras la marioneta se abalanzaba sobre él.
—¡Miguel, cúbreme! —gritó Mike, apartándose para esquivar un ataque que podría haberle cortado de un solo golpe.
Miguel se movió con rapidez, intentando flanquear a la marioneta. Al mismo tiempo, Elizabeth, desde un rincón, gritó palabras de aliento, tratando de mantener la calma entre el caos.
—¡Mike, ten cuidado! —exclamó, su voz fuerte y clara, a pesar del miedo que le consumía.
La marioneta zorro giró su garfio en un movimiento horizontal, atacando a ambos hombres a la vez. Mike se lanzó al suelo, esquivando el ataque, mientras que Miguel saltó hacia un lado, evitando ser golpeado por el afilado objeto.
—¡No podemos permitir que nos divida! —gritó Miguel, levantándose rápidamente y avanzando hacia la marioneta—. ¡Debemos atacarla juntos!
Mike asintió, su mente trabajando en conjunto con su amigo. Ambos se lanzaron al mismo tiempo, cada uno dirigiendo su ataque con precisión. Mike alzó su hacha, y Miguel, con una de sus armas, se preparó para desviar el garfio.
El zorro movió su garfio en un ataque rápido hacia Mike, pero él se agachó, y al mismo tiempo, Miguel se lanzó hacia un costado, logrando golpear la pierna de la marioneta con su arma. La marioneta emitió un grito agudo que resonó en la habitación, un sonido que se parecía más al de un niño aterrorizado que al de una simple figura de madera.
—¡Lo estamos logrando! —gritó Mike, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su pecho.
Sin embargo, la marioneta no se dio por vencida. Se sacudió, levantando su garfio nuevamente, y lanzó un ataque descontrolado hacia Miguel. La ira en sus ojos brillaba intensamente, como si el deseo de venganza pudiera romper las cadenas de su existencia.
—¡No! —gritó Mike, intentando interceptar el ataque.
Pero el garfio de la marioneta zorro se movió más rápido. Justo cuando parecía que todo estaba perdido, Elizabeth, impulsada por un valor que no sabía que poseía, se lanzó al frente.
—¡Basta! —gritó, levantando las manos en un intento desesperado de detener el ataque. Y en ese instante, algo extraordinario sucedió. La marioneta se detuvo, como si el poder de su determinación la hubiera congelado en su lugar.
—¿Qué es esto? —preguntó la marioneta, su voz distorsionada llena de confusión.
—No tienes poder sobre nosotros —respondió Elizabeth, su voz temblorosa pero firme—. ¡No más!
Mike y Miguel se dieron cuenta de que, aunque el miedo seguía acechando en sus corazones, había algo en la valentía de Elizabeth que estaba comenzando a debilitar a la marioneta.
—¡Ahora! —gritó Mike, alzando su hacha nuevamente—. ¡Aprovecha su confusión!
Ambos hombres avanzaron, atacando a la marioneta zorro con determinación renovada. El garfio se movía, pero ya no con la misma ferocidad. Con cada golpe, la figura de madera parecía desgastarse, y las risas de El Hombre se atenuaron, como si se diera cuenta de que su control sobre la marioneta estaba flaqueando.
—No puedes ganar, Mike —susurró El Hombre desde las sombras, su voz resonando en el aire frío—. Siempre he estado contigo. Siempre estaré.
—¡No te tenemos miedo! —respondió Miguel, decidido a dar lo mejor de sí—. ¡Vamos, Mike!
Con un último esfuerzo, ambos hombres golpearon a la marioneta con todo lo que tenían. La figura se tambaleó y, con un grito agudo, se desplomó al suelo, su garfio cayendo sin vida.
La habitación quedó en silencio, y Mike, Miguel y Elizabeth se miraron, el sudor y el aliento entrecortado inundando el ambiente. El reloj al lado de los monitores marcaba las seis, y el amanecer comenzaba a asomarse por las ventanas, tiñendo la habitación de un cálido tono naranja.
Mike se acercó a Elizabeth, preocupado.
—¿Estás bien? —preguntó, revisándola con atención, su corazón latiendo rápido por la adrenalina y el miedo.
—Sí, estoy bien —respondió ella, aunque sus ojos reflejaban la inquietud—. Solo... fue aterrador.
—Lo sé —dijo Mike, acariciando su brazo con ternura—. Pero hemos enfrentado esto juntos, y lo haremos de nuevo si es necesario.
Miguel los miró, un aire de determinación en su rostro.
—Esto no ha terminado —dijo, asegurándose de que todos estuvieran listos para lo que viniera—. Debemos seguir adelante y descubrir cómo detener a El Hombre de una vez por todas.
El amanecer traía una nueva luz, pero también un nuevo desafío.
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help me the revenge of the puppets
Terrores una historia la cual pienso transmitir no solo terro si no tambien supenso alegria , tristesa trata sobre un niño que muere en una casa la cual despues de la masacra que hubo no fue habitada por nadie o eso se creia;una deacada despues Mike se...