El asiento de al lado

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Jamás pensé que sentarme junto a Carter Views haría de mi vida una total tortura.

Cada inicio de ciclo, los profesores sienten la inmensa necesidad de mezclar a toda la clase, algunos corren la suerte de quedarse junto a sus amigos y otros tienen que sentarse de extremo a extremo de sus amigos, como es mi caso.

Por ende, este ciclo, nuestro profesor encargado, el señor Mitch, ha llegado al salón con una hoja garabateada de los nuevos puestos de cada uno de los de la clase, y, para mi sorpresa, mi nombre se encontraba junto al del insufrible y arrogante Carter Views.

No es que odie a Carter; ni siquiera he tenido el "priviligio" en conocerlo y hágase énfasis en privilegio, porque no me interesa en absoluto hacerlo. Es el hombre más detestable que he visto, quién en su sano juicio compartía el mismo aire que Carter Views.

¿Quién en su sano juicio no querría sentarse con Carter Views?, cuchichean mientras yo sigo mirando con incredulidad el pizarrón.

Claro, se me olvidaba, Carter "Engreído" Views, es el presidente del consejo estudiantil y uno de los chicos más codiciados de todo el instituto. Tiene a su cargo los fondos de los clubs escolares, eventos de primavera y todo ese tipo de cosas de que se hace cargo el presidente, al igual que tiene a todas las chicas babeando detrás de él, pero yo no soy una de ellas, por suerte.

Soltando un suspiro resignada, tomé mis cosas y las llevé a mi nuevo asiento. A dos pasos de llegar a la silla vacía noté su presencia. Estaba mirando a la ventana, el cabello castaño le cubría un poco los ojos, tenía los audífonos en sus orejas y la mano recostada en su perfecta y definida barbilla, por eso no me notó cuando me acerqué y solté mis cosas a un lado y me dejé caer en la silla.

Siguió sin notarme durante unos minutos. Por alguna razón desconocida para mí, me sentí nerviosa, un leve escalofrío recorrió mi cuerpo que me obligó a alzar la cabeza, un verdeazulado me devolvía la mirada, un extraño cosquilleo se asentó en mi estómago y mi corazón sin querer se saltó un latido.

Puse mi cara de pocos amigos y levanté la ceja esperando que dijera algo. No lo hizo. Negó levemente y regresó a mirar por la ventana. Traté de ignorarlo lo mejor que pude y empecé a sacar de mi maleta los cuadernos que traía dentro, lo mejor será que lo ignore lo que queda del ciclo, no solo por cambiarnos de puesto nos haremos mejores amigos y todo eso.

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Cuando empecé a recibir chocolates por parte de mi admirador anónimo, pensé que era dulce y que en cierto punto aparecería dando la cara por todos los gestos románticos que estaba teniendo y que de alguna forma se confesaría.

Sigo esperando.

He tratado de averiguar quién es, he llegado más temprano al salón, me he quedado en mi asiento durante el receso, he esperado un tiempo a la hora de la salida, he vigilado mi puesto en la hora de deportes y nada, siempre que regreso a mirar hay algún chocolate esperandome.

Se está volviendo un poco aterrador, no quiero pensar que un acosador es el que está dejando todas esas golosinas, el miedo trepa por mis piernas y respiro pausadamente para no me lleve por completo, podría tener un ataque de pánico y eso sería aún más vergonzoso, por ahora le he pedido a las chicas que se sientan a mi alrededor que me ayuden a vigilar y contra todo pronóstico se unieron a mi causa.

Y justamente ese día, era mi día de suerte, llegué más temprano de lo habitual, caminé hasta mi lugar y me senté. Probablemente en unos treinta minutos la clase empezaría a llenarse, quiero conocer a la persona de chocolates anónimos, tal vez le agradecería el gesto y le invitaría una bebida si no es muy aterrador, pero creo que le dejaría claro que no quiero involucrarme sentimentalmente por ahora.

El asiento de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora