•Capítulo 18: El pastel de la discordia•

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🍁 Noviembre 🍁

Paula Beck.

El resto del mes de octubre pasó con rapidez. He aprendido a adaptarme al cambio tan brusco de compartir un hogar con mi jefe. Tan sólo nos quedan un par de semanas para emprender nuestro "esperado" viaje.

Aún intento convencerlo de que es mejor quedarnos en casa. Nadie tiene que enterarse que jamás fuimos, y soy buena editando fotomontajes. Pero sigue insistiendo en que su abuelo tomará muy mal el que rechacemos su regalo.

El día de hoy veo a Sebastian bastante preocupado. Camina de su oficina de lado a lado. Como si no encontrara la respuesta a lo que quiere. Supongo que el trabajo lo tiene bastante estresado.

Tal vez un pequeño postre no le vendría mal. Así que decido salir de mi escritorio para comprarle algo en una cafetería cerca del edificio. Intento no demorar, porque con el humor de pocos amigos que tiene, si no me ve en el escritorio haciendo mi trabajo es capaz de despedirme, aunque sea "su esposa".

Entro en la cafetería y observo el mostrador lleno de panecillos y rebanadas de pastel. Opto por llevarle un trozo de pastel de vainilla y un panecillo para mí. Le pido a la chica que los coloque en bolsas separadas y regreso al edificio con rapidez.

Abro la puerta de su oficina sin tocar y supongo que ese fue mi error. La señorita Lauren Rose lo abraza fuertemente, y hunde su cara en sus hombros. Ella arquea una ceja cuando abre los ojos y me observa en el marco de la puerta.

Trago duro, y sin hacer un solo ruido entrecierro la puerta. Sebastian jamás me vio. Estaba de espaldas hacia a mí cuando entré a la oficina.

Suelto un suspiro. Era demasiado bueno para ser real.

«Lo sabias, Paula» me digo a mí misma.

Decido ir al comedor, pues se ha llegado mi descanso de 15 minutos.

Sin querer me encuentro a David en la mesa del comedor. Está muy distraído en su teléfono, así que no nota al instante que he llegado.

Es hasta que escucha la máquina de café que nota mi presencia.

—Pareces un fantasma, Paula—ríe—me espantaste.

—Lo siento—respondo—no era mi intención. Aunque no comprendo como es que no notaste mi presencia.

—Lo siento—comenta—hay unos asuntos en la empresa que me tienen bastante consternados, ya sabes cómo es esto. Estaba revisando algunos correos electrónicos desde mi teléfono.

—Deberías descansar un poco—comento, sentándome frente a él en la mesa—Se supone que el estar aquí es para distraerte un poco.

—Tal vez tienes razón...—dice, guardando su teléfono en el bolsillo de su saco.

—Toma—le digo, extendiendo la pequeña bolsa de la cafetería—hace un rato fui a comprar algo para desayunar.

Abre la pequeña bolsa y se sorprende.

—Vainilla, mi favorito—ríe.

—¡Disfruta!—comento.

De mi bolsa saco los panecillos y comienzo comerlos. Solo un trozo, pues aunque intentaba hacerlo, mi apetito simplemente no estaba.

David en cambio, está completamente encantado con la rebanada de pastel.

Tal vez no es tan malo como Sebastian lo hace ver.

—¿Ya te sientes más relajado?—pregunto, cuando está por terminar su pastel.

—Si—responde, sin dejar de saborear cada parte de su pastel—pero ¡que grosero soy!—ríe—Prueba un poco—dice, tomando uno de los tenedores extra.

"El caos que somos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora