Capítulo 8

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Mis párpados se sentían pesados.

El cuerpo me dolía.

Tenía un ligero malestar de cabeza.

Y la valentía producida por el alcohol de hace apenas unas horas se había esfumado.

Sabía dónde y en qué condiciones me encontraba, recordaba con detalle todos y cada uno de los sucesos de la noche y madrugada, pero de lo que más estaba consciente era de la persona a la que estaba abrazada.

Y no quería abrir los ojos.

Una parte de mí pretendía fingir que nada había pasado. Pero eso era imposible. El aroma que desprendía su cabello me recordaba lo real que había sido todo, sin mencionar el calor que emanaba su maravilloso cuerpo y el dolor en ciertas zonas del mío.

Lisa Manobal olía realmente bien.

Finalmente me armé de valor y lentamente abrí los ojos. La confusión de ver todo oscuro al principio me hizo retroceder un poco.

La oscuridad era por el cabello de Lisa; mi cara estaba enterrada en su cuello.

Lisa... se veía tan angelical, tan inocente.

Aunque luego de aquella noche, "inocente" o "angelical" serían las últimas palabras para describirla.

Su respiración era suave y no emitía ningún tipo de ronquido; sus labios estaban ligeramente abiertos y sus pestañas se veían increíblemente largas.

Una estúpida sonrisa apareció en mi rostro, y todos aquellos pensamientos de querer olvidar lo sucedido quedaron totalmente eliminados. Acerqué mi cuerpo al de ella y la besé fugazmente; se sentía demasiado bien. Sonreí aún más luego de hacerlo.

Sus párpados se movieron casi de manera imperceptible, se removió un poco y se abrazó más a mi cuerpo. Sonreía de manera infantil, y no pude contenerme; la besé de nuevo.

—Despierta, Bella Durmiente —susurré sobre sus labios.

—Ese es mi cuento favorito... además, se llama Aurora —dijo con su preciosa voz ronca de bebita; pude notar lo hinchado que estaban sus labios.

No quería ni imaginar cómo estarían los míos.

—Oh, disculpe, señorita Disney... ¿Estás segura de que tienes 19 y no 6? —dije fingiendo preocupación—. No quiero ir a la cárcel por estupro.

—Dudo mucho que las niñas de 6 años hagan esto —Lisa frotó su muslo, que estaba entre los míos, contra mi intimidad. El inesperado acto provocó un pequeño gemido.

—Lisa... —entre gemí y gruñí.

—Así lo decías anoche —susurró contra mi cuello y mordió un punto que me hizo prácticamente brincar—. ¿Te lastimé?

—No precisamente ahora —llevé un dedo a la zona y asumí de lo que se trataba—. Esto lo hiciste anoche.

—Oh vaya... Creo que fui un poco salvaje —dijo de forma sensual—. ¿Debería disculparme?

—Deberías besarme.

Y lo hizo.

Nosotros los médicos solemos decir que todo en exceso es malo. Eso definitivamente no aplicaba con los besos de Lisa.

Aquellos besos deberían durar toda una vida. No... ni la eternidad sería suficiente.

Las cosas se prendieron un poco, y cuando me di cuenta, estaba debajo de Lisa. Ella sujetaba mis muñecas sobre mi cabeza. Si seguíamos así, probablemente saldríamos de la cama el lunes, y aquel sábado teníamos clases.

Colors - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora