señor prohibido, tom kaulitz ✓

𝓒ap. 23

Juliette

La semana terminó y llegó el fin de semana. Por fin podía descansar un poco de todo. No puedo decir que dejaría de ver a Tom estos dos días, porque los dos días él vendría a mi casa.

Sí, mi papá y él se pusieron de acuerdo para que Tom fuera a mi casa los fines de semana a darme clases dizque particulares.

Yo no sé si mi papá era bobo o se hacía, pero ni siquiera le pareció raro que Tom no le haya cobrado nada. Pero bueno, después que no se esté quejando.

Bien dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver.

Estaba preparándome porque entre poco Tom vendría a mi casa para empezar las clases. No estaba de acuerdo, pero me resigné, de igual manera las necesitaba.

—Hija, tu mamá y yo ya nos vamos, ¿bueno? Volvemos después —Convenientemente se irían y me dejarían "sola" (digo "sola" porque igual aquí estaba la señora de la limpieza).

—Sí, pa, los espero más tarde —respondí buscando un malparido borrador que no encontraba (era el único que tenía y lo necesitaba).

—Cualquier cosa nos avisas, ¿bueno? Ahí quedas con la señora —Y sí, papá no sabía el nombre de la señora. Bueno, ahora que lo pienso, nadie lo sabe.

—Okey. Que les vaya bien.

Mis padres se fueron dejándome sola (con la señora de la limpieza). Llevé mis cosas al piso de abajo y las puse sobre la mesa. Empecé a acomodar todo y me senté a esperar que Tom llegara.

—Señorita, se me acaba de presentar una urgencia. Necesito irme.

—Claro, adelante.

—Pero sus papás me dijeron que no la dejara sola.

—Señora, si usted dice que es una emergencia, váyase. Mis papás no se enteraran. No tendrá problemas, en serio —Sonreí.

—Pero...

—Usted váyase tranquila.

—Gracias, señorita —Fue rápido por sus cosas que estaban en el cuarto de limpieza y salió.

Carajo, no me acordaba que vendría Tom. Ahora estaría sola con él. No pasaron ni siquiera 5 minutos cuando la señora de la limpieza se fue, que comenzó a sonar el timbre.

Suspiré y empecé a caminar hacia la puerta. Me acomodé un poco el cabello y después abrí la puerta, encontrándome con Tom de pie enfrente mío.

—Hola —Saludó.

—Hola —respondí a su saludo. Lo dejé entrar y después se formó un silencio un poco incómodo, el cual Tom rompió.

—¿Y tu papá?

—No está. Tampoco mi mamá. Se fueron al teatro a ver no sé qué cosa. Tampoco está la señora de la limpieza, así que...

—¿Estamos solos?