Un Rescate Inesperado

11 0 0
                                    

28 de Noviembre, 2037

El escuadrón 27 avanzaba por el pasadizo oscuro, con la esperanza de que los llevara a la libertad o, al menos, lejos del calabozo húmedo en el que habían sido arrojados. Después de varios minutos de caminar en silencio, comenzaron a escuchar un murmullo de voces en la distancia.

“¿Están escuchando eso?” susurró Clarissa, mirando a los demás con los ojos bien abiertos.

Luis asintió, deteniendo al equipo. “Alto. Vamos a observar primero… No sabemos quién puede estar ahí.”

El escuadrón se acercó a una reja de metal que daba al otro lado del túnel, donde parecía haber un grupo de personas conversando en ruso. Florencia miró a Pedro con una expresión de confusión.

“¿Quién habla ruso?” preguntó Pedro en voz baja.

De repente, una figura alta y corpulenta apareció al otro lado de la reja, iluminada por una linterna. La luz cayó sobre su rostro, y el escuadrón contuvo el aliento al reconocerlo.

“¡Es… es Vladimir Putin!” exclamó Pedro, boquiabierto.

Putin sonrió con un toque de ironía al ver sus expresiones de asombro. “Parece que necesitan ayuda, ¿no es así, camaradas?”

Luis, recuperándose de la sorpresa, dio un paso al frente y asintió con la cabeza. “Estamos atrapados en el palacio de Javiera, la dictadora de este país. Necesitamos escapar.”

Putin asintió, con una expresión seria. “Sé quién es Javiera. Rusia también está preocupada por su régimen… Por eso estoy aquí, en una misión encubierta. Vine a extraer información, pero parece que encontré algo más.”

“¿Y nos ayudarás a salir?” preguntó Clarissa, su voz llena de esperanza.

Putin sonrió de nuevo. “Consideren esto un favor… pero no se acostumbren. Síganme.”

Con una facilidad sorprendente, Putin abrió la reja y los guio por el túnel. Su equipo de seguridad, compuesto por agentes silenciosos y de aspecto intimidante, los escoltaba sin decir una palabra. La presencia de Putin era imponente, y el escuadrón caminaba detrás de él en silencio, asombrados de estar en medio de una misión de escape dirigida por el presidente de Rusia.

Después de caminar varios minutos más, finalmente llegaron a una sala oculta, equipada con tecnología avanzada y mapas detallados del palacio. Putin señaló uno de los mapas.

“Hay una ruta de escape que nos llevará a una base aliada. Desde allí, un avión nos espera para transportarnos a China, lejos de la influencia de Javiera”, explicó con voz firme.

“¿China?” repitió Pedro, incrédulo. “¿Vamos a ir hasta China?”

Putin asintió. “Así es. Allí tenemos amigos… por el momento. Necesitamos un lugar seguro donde Javiera no tenga alcance. Y para mi sorpresa, ustedes serán mi ‘carga especial’.”

Florencia miró a sus compañeros, todavía un poco incrédula de toda la situación. “¿Y… cuánto tiempo tomará el viaje? No tenemos documentos ni nada.”

Putin le dedicó una sonrisa que parecía contener un toque de burla. “Dejen eso en mis manos. Cuando se viaja con Rusia, los documentos son… opcionales.”

Con el plan listo, el escuadrón y Putin se movieron rápidamente hacia una salida secreta del palacio. Los soldados apenas podían creer la suerte que tenían. En cuestión de minutos, un helicóptero ruso los recogió, despegando bajo la oscuridad de la noche. La ciudad y el palacio desaparecieron pronto bajo ellos.

Luis, que estaba sentado al lado de Putin, no pudo evitar preguntar. “¿Por qué ayudarnos? No creo que sea solo porque Rusia no quiere a Javiera en el poder.”

Putin lo miró de reojo, sus ojos fríos y calculadores. “Digamos que es conveniente tener aliados en esta parte del mundo. Y ustedes parecen… interesantes.”

El escuadrón intercambió miradas, sin estar seguros de si eso era un cumplido o una amenaza. Pero, en ese momento, estar en el aire, lejos del calabozo, les daba un sentimiento de alivio que no habían sentido en días.

Tras algunas horas de vuelo, aterrizaron en una pista aislada, donde ya los esperaba un avión privado. Al embarcar, Putin les explicó el plan: volarían hasta China, donde una base aliada los recibiría y los mantendría a salvo mientras preparaban su próximo movimiento.

Durante el vuelo, Clarissa, que no podía contener su curiosidad, se acercó a Putin. “¿Y qué pasa con Javiera? ¿Planeas hacer algo sobre ella?”

Putin soltó una risa baja. “Ah, Javiera… tiene sus días contados. Pero todo a su tiempo. En este juego de ajedrez, hay piezas que deben caer antes de que el rey, o en este caso, la reina, esté en jaque.”

Las palabras de Putin dejaron a Clarissa en un silencioso suspenso. No había duda de que tenía un plan, pero hasta qué punto estaba dispuesto a llevarlo era una incógnita.

Finalmente, el avión aterrizó en una base militar china, donde un pequeño contingente los esperaba. El escuadrón bajó del avión, estirándose tras el largo vuelo, mientras Putin hablaba en mandarín con los oficiales locales, quienes parecían recibirlo con total respeto.

“Bienvenidos a China”, anunció Putin, girándose hacia ellos. “Aquí estarán seguros… por ahora. No bajen la guardia. Javiera es astuta y tiene ojos en más lugares de los que imaginan.”

El sargento Luis agradeció al presidente ruso, sin saber bien cómo sentirse sobre toda la situación. Estaban a salvo, pero en un país extranjero, y ahora, implicados en un conflicto geopolítico mucho más grande de lo que jamás imaginaron.

“Entonces… ¿qué hacemos ahora?” preguntó Pedro, con una mezcla de emoción y ansiedad en la voz.

Putin, sin perder su compostura, dio una última mirada al grupo. “Descansen y manténganse alerta. Si algo sale mal, puede que necesite de sus… talentos. Pero recuerden esto: la misión aún no ha terminado.”

Sin dar más explicaciones, Putin desapareció en la base, dejándolos solos. El escuadrón se quedó allí, mirándose unos a otros, sintiendo cómo el peso de la misión se hacía más grande a cada paso.

La Increíble Operación DesmadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora