34. Desayuno de Realidades

2 0 0
                                    

Desayuno en familia

La mañana avanzaba con un ritmo lento, y el aire en el departamento estaba cargado. Ainhoa se había despertado temprano y, como siempre, había encontrado refugio en los brazos de Adam, quien la sostenía aún adormilado. Su vocecita curiosa, con la típica dulzura infantil, lo hizo sonreír.

Ainhoa:— Papi Adam... ¿vamos a desayunar con papi Darío?

Adam la abrazó, sintiendo el cálido peso de su pequeña hija contra su pecho. La inocencia de Ainhoa era su refugio, pero también el recordatorio de la encrucijada en la que se encontraba.

Adam:— Claro, mi amor — respondió suavemente, peinándole con cuidado los mechones despeinados de su cabecita — Vamos a esperar a papá Darío, ¿sí?

Mientras Ainhoa tomaba sus juguetes y se acomodaba cerca, Adam se perdió en sus pensamientos. Recordaba la conversación de anoche con Darío, las miradas intensas que habían compartido y las palabras que habían quedado en el aire. Cuando Darío apareció en la cocina, intercambiaron una mirada densa pero cargada de resignación compartida. Ambos sabían que Ainhoa estaba en el centro de todo, y querían lo mejor para ella.

El desayuno se tornó en una escena silenciosa, donde los tres compartían el mismo espacio, pero sin mirarse demasiado. Ainhoa, con su habitual perspicacia, parecía notarlo.

Ainhoa:— Papá Darío... ¿te enojaste con papi Adam? — preguntó de repente, sus grandes ojos buscando respuestas.

Darío la miró sorprendido y, sonriendo para disipar sus dudas, le acarició la mejilla con ternura.

Darío:— No, mi amor, papi Adam y yo estamos bien, no te preocupes. Es que... los grandes a veces tienen que pensar mucho — le explicó con una sonrisa que ocultaba sus verdaderos sentimientos, repitiendo la misma excusa que le había dado el día anterior.

Ainhoa pareció conforme con la respuesta y siguió jugando con sus juguetes mientras daba pequeños bocados a su desayuno. Adam y Darío se lanzaron una mirada cargada de significados, sabiendo que esa conversación pendiente tendría que resolverse en algún momento.

Charla de Darío con Marcos 

Luego del desayuno, Darío salió para su entrenamiento y pasó por la casa de Marcos Rojo, quien lo esperaba para viajar juntos. En el camino, Darío decidió sincerarse un poco con su amigo.

Marcos:— ¿Te pasa algo, Benedetto? — preguntó Marcos al notar la expresión de su amigo — Te veo raro, ¿es por... Adam

Darío asintió con una sonrisa triste.

Darío:— Sí, loco. No sé qué hacer... La verdad, siento que estoy perdiéndolo, y encima Ainhoa está en el medio de todo. Encima me enteré que Milton Casco es su amante, andá a saber desde hace cuánto.

Marcos lo miró con comprensión, colocándole una mano en el hombro.

Marcos:— Uff, es una banda, loco. A veces, uno tiene que dejar que el tiempo decida, ¿viste? Pero si algo sé, es que tenés que ser claro con Adam. Decile cómo te sentís y escuchalo también, porque sino, van a seguir en esta especie de limbo que no les hace bien a ninguno.

El consejo resonó en Darío, quien sabía que debía confrontar la situación, pero también sentía que necesitaba tiempo para procesar sus propios sentimientos.

Escena en el entrenamiento de Adam

Mientras tanto, Adam llegó al club, donde Enzo Díaz y Milton Casco lo recibieron con sus habituales bromas. Pero tras una breve charla, Enzo se percató de la mirada perdida de Adam.

Enzo:— Che, ¿todo bien, Adam? Te noto medio en la luna —dijo Enzo, tratando de sonar casual pero con genuina preocupación.

Adam suspiró y le lanzó una mirada que delataba todo el peso emocional que llevaba.

Adam:— Es complicado, Enzo... No quiero hacerle daño a nadie, pero siento que cualquier decisión que tome va a herir a alguien. A Darío, a Milton... o a mí mismo.

Milton Casco, que hasta entonces escuchaba en silencio, intervino de forma calmada:

Milton C:— A veces, lo único que se puede hacer es ser honesto, Bareiro. Y eso incluye ser honesto con vos mismo. Si hay algo que querés o sentís, no podés dejarlo enterrado, porque tarde o temprano sale a la luz.

Adam asintió, agradecido por el consejo. Sabía que su dilema no tenía una respuesta sencilla, pero valoraba el apoyo de sus amigos, quienes parecían entender la magnitud de su conflicto.

Charla entre Adam y Milton Casco

Después de la práctica, Adam se quedó en el vestuario, reflexionando en silencio mientras se cambiaba. Milton Casco, quien había percibido la tensión de Adam, se acercó y, con un tono calmado pero firme, le preguntó:

Milton C:— ¿Querés hablar de lo que te pasa? Se te nota... ¿cómo decirlo? Confundido, Bareiro.

Adam le dirigió una mirada que denotaba un agradecimiento tácito. Sabía que podía confiar en Milton, quien siempre había sido alguien sincero y directo.

Adam:— Es complicado, Milton. A veces siento que estoy dividiéndome en dos. Con Darío tengo un lazo... y con vos, siento algo distinto, algo que también es importante para mí.

Milton asintió, escuchando atentamente. Le colocó una mano en el hombro y le habló con sinceridad:

Milton C:— Mirá, Adam. Lo único que te pido es que seas honesto, con vos y conmigo. Si algo no funciona, no quiero que te quedes en medio, porque eso te va a destruir. Yo estoy acá, pero no puedo decidir por vos.

Adam lo miró, asintiendo en silencio. Las palabras de Milton lo hicieron sentir la magnitud de su dilema y, en ese momento, entendió que el tiempo se agotaba y que tendría que enfrentar su realidad pronto.

Regreso a Casa

Al llegar a casa, Adam encontró a Darío esperándolo en la sala, sentado con una expresión serena, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y esperanza.

Darío rompió el silencio.

Darío:— Adam... ya no podemos seguir así. No puedo vivir sin saber lo que realmente sentís. ¿Dónde estoy yo en todo esto? ¿Dónde está nuestra familia?

Adam, con la voz baja pero sincera, se sentó junto a él, con las manos entrelazadas.

Adam:— Darío... no quiero perder lo que tenemos, pero tampoco quiero negar lo que siento. Con Milton descubrí algo que no esperaba. Pero con vos... tenemos a Ainhoa, nuestra familia. Y eso significa todo para mí.

Darío lo miró, cada palabra de Adam era un golpe, pero también una ventana a la verdad que ambos necesitaban escuchar.

Darío:— Entonces... ¿estás dispuesto a luchar por esto? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente—. Porque si seguimos, necesitamos una decisión, Adam. Y yo también tengo que saber si quiero seguir esperando.

Adam asintió, sabiendo que la encrucijada no podía postergarse más. Sabía que esta charla era solo el principio y que tendría que tomar decisiones pronto.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora