Lucero y Manuel llevaban tres años de casados, y cada día juntos parecía ser un nuevo descubrimiento de amor y complicidad. Vivían una relación llena de pasión y respeto, esa mezcla perfecta que les daba la certeza de haber encontrado a su otra mitad. Aunque Lucero estaba en medio de un intenso proyecto de telenovela que la mantenía ocupada, el apoyo de Manuel siempre la hacía sentir acompañada.
Por más que intentaba concentrarse en su trabajo, Lucero no dejaba de pensar en su marido, siempre deseaba volver a casa y abrazarlo. Pero él, en su infinita paciencia y comprensión, siempre le recordaba que él estaría allí para ella. “Cuando termines, mi amor, tendremos todo el tiempo del mundo para nosotros”, le decía con su voz cálida que tanto la tranquilizaba.Un día, en una de las largas jornadas de grabación, Lucero recibió una sorpresa: Manuel había llegado al set. Apenas lo vio, su rostro se iluminó. Él se acercó a saludarla entre escenas, y ella se lanzó a sus brazos, olvidándose por un momento de todos los que estaban alrededor.
Manuel la acompañó durante varias horas, observando desde la distancia cómo ella interpretaba sus escenas. Era como si estuviera viendo a alguien más, una mujer apasionada, fuerte y entregada a su arte. Pero en cada pausa, su mirada se volvía hacia él, y ambos se sonreían como adolescentes enamorados. Esa conexión era su refugio en medio de la rutina extenuante.
Al fin, cuando el director anunció un descanso, Lucero no dudó un segundo y tomó a Manuel de la mano, llevándolo a su camerino. Apenas cerraron la puerta, ambos se miraron, sabiendo lo que querían. Sus cuerpos se acercaron y, sin decir una palabra, sus labios se unieron en un beso profundo, lleno de deseo y anhelo. Lucero sintió el calor de sus manos alrededor de su cintura, y en ese instante, olvidó el cansancio y el estrés.
Manuel, a pesar de ser consciente del lugar en el que estaban, no podía evitar dejarse llevar. La fuerza con la que Lucero lo besaba y el modo en que lo miraba le dejaban claro cuánto lo necesitaba. Ella comenzó a desabotonar su camisa, sus manos temblorosas de emoción y deseo. Pero él, intentando conservar algo de calma, le murmuró entre susurros:
M: Amor, aquí no es el momento…
L:Cómo que no? (Respondió Lucero, mirándolo con picardía) spaw, no sabes cuánto te extraño…
Manuel, le dió un beso en la frente tiernamente, como un recordatorio del lugar en el que estaban, y, aunque su mirada estaba cargada de deseo, él sabía que debían mantener cierta discreción. Pero ella no podía ocultar el brillo en sus ojos, y la forma en que se aferraba a él dejaba claro cuánto ansiaba ese momento juntos, fuera donde fuera.
Manuel le sonrió, acariciándole el rostro y tomando su mano, para luego besarla con delicadeza. Parecía querer calmarla, pero en su interior, el amor y la pasión que sentía por su esposa le quemaban la piel. Con esa misma dulzura, comenzó a besarla suavemente mientras deslizaba una mano por sus piernas. Lucero llevaba un vestido, lo cual facilitó que su toque llegara a sus más profundos deseos.
Sin dejar de besarla, Manuel la sostuvo firmemente con una mano en su nuca, mientras sus caricias despertaban en Lucero una mezcla de emoción y ternura. Ella se dejó llevar, cada roce suyo la hacía olvidar por completo el mundo exterior; solo estaba él, su amor, quien la envolvía con su pasión y la hacía sentir única.
La respiración de Lucero se aceleró, y su corazón latía fuerte, entregada totalmente a ese momento. Manuel, atento a cada detalle, le susurró suavemente al oído:
M: acomódate en el sillón, preciosa
Lucero se dejó caer en el sillón, sintiendo cómo su respiración se aceleraba al ver la intensidad en los ojos de Manuel. Él se arrodilló frente a ella, tomando sus piernas suavemente y mirándola con ternura y deseo.