I- La sombra de la Amapola

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El día se extinguía lentamente, y con él se desvanecían los últimos rastros de luz en el cielo, dejando atrás un crepúsculo pesado que envolvía cada rincón de la casa. Te encontrabas de pie en el umbral, observando el espacio vacío, desolador, como si aquella ausencia de sonidos y voces hubiera transformado tu hogar en una cápsula suspendida en el tiempo.

Las sombras danzaban sobre los muebles, alargándose y acortándose con cada paso que dabas. Tus tíos y primos, quienes habían estado a tu lado durante las semanas recientes, habían desaparecido sin previo aviso. Un temor desconocido empezó a latir en tu pecho, una sensación de que algo invisible e incomprensible estaba en movimiento. Era como si cada objeto inerte en la casa aguardara en silencio, en una espera ansiosa por revelar secretos largamente ocultos.

Tu padre había desaparecido meses atrás, dejando un vacío inquebrantable, un dolor que se asentaba como una piedra en el fondo de tu alma. Recordabas con claridad sus últimas palabras, susurradas en tono conspiratorio: "La amapola... nunca debes dejar que otros la encuentren... Es la clave, el enigma y la respuesta." Aquella frase había resonado en tu mente cada día desde entonces, como una melodía a la que no podías escapar, repitiéndose con un eco inquietante.

Aquel silencio envolvente traía consigo ecos del pasado, como si las paredes mismas se empeñaran en susurrarte las palabras que él había pronunciado. Recuerdos que habías intentado olvidar comenzaron a emerger en tu mente, uno a uno, como pétalos desvanecidos en un oscuro jardín de memorias.

La fábrica tiene secretos que nadie debería conocer...―, te había dicho en una de sus noches de insomnio, cuando sus ojos, cansados y apagados, parecían ver más allá de cualquier límite conocido. No entendías en ese entonces por qué lo decía, ni por qué miraba al vacío con esa mezcla de temor y fascinación, como si estuviera ante la entrada de un abismo insondable.

¿Por qué siempre hablas de la fábrica, papá? Es sólo un edificio... Habías intentado comprender, pero sus respuestas nunca te brindaban el alivio que buscabas. ¿Qué tiene de especial?

Él suspiraba, acariciándote el cabello en esos momentos, como si quisiera protegerte de algo invisible, de algo que, en sus palabras, había comenzado mucho antes de que tú existieras.

Es más que una fábrica, cariño... Es una trampa. Es un laberinto lleno de sombras que parecen de otro mundo. Y en su centro... Su voz se quebraba, y aunque entonces eras joven, podías notar el miedo filtrándose en sus palabras. ... en su centro florece una amapola. Recuerda esa flor, porque en sus pétalos, mi niña, yace todo lo que no debe ser descubierto.

Cada vez que pronunciaba esa palabra  "amapola " el mundo parecía detenerse por un instante. Su mirada se oscurecía, como si con cada sílaba conjurara el mismo misterio que lo consumía. Y tú, con la inocencia de quien aún no comprende el peligro, tratabas de desentrañar aquel enigma desde las sombras de su silencio.

¿Papá, por qué es tan importante la amapola? le preguntaste una noche, cuando lo viste de pie junto a la ventana, observando el cielo nocturno.

Porque es la llave... y a la vez la prisión, respondió él, con una voz que parecía venir desde las profundidades de algún sueño antiguo. Es la respuesta que no debes buscar.

Te miraba entonces con una intensidad que te asustaba y te tranquilizaba a la vez, como si con solo verte pudiera conjurar una protección invisible. Pero ahora, en la penumbra de aquel sótano, comprendías que sus palabras eran más que advertencias; eran un eco de la desesperación de alguien que sabía demasiado.

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⏰ Last updated: Nov 10 ⏰

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