Nueve

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La multitud seguía moviéndose a su alrededor, ajena a todo lo que acababa de pasar entre ellos. Franco y Valentina se miraban en silencio, ambos un poco sorprendidos por la intensidad del beso que acababan de compartir. Para Franco, había sido un impulso imposible de detener; para Valentina, una sorpresa que aún le hacía latir el corazón a toda velocidad.

—Esto... no estaba en mis planes de hoy —dijo Valentina en un tono que intentaba sonar neutral, aunque el leve temblor en su voz la traicionaba.

Franco soltó una risa suave, deslizando la mirada por su rostro.

—No soy el mejor en seguir los planes —respondió, levantando una mano para apartar un mechón de cabello que se había soltado y caía sobre el rostro de Valentina—. Pero creo que ambos sabíamos que esto iba a pasar eventualmente.

Valentina frunció ligeramente el ceño, como si todavía no quisiera admitir lo evidente. Cruzó los brazos, tratando de recomponerse.

—¿Así que... lo tenías planeado? —preguntó con un toque de sarcasmo, aunque una sonrisa pequeña comenzaba a asomarse en sus labios.

Franco se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada.

—No diría planeado, pero... tampoco me opuse a la idea.

Ella rodó los ojos, aunque no podía evitar sentirse ligeramente divertida por su respuesta. A pesar de los nervios y la incomodidad del momento, Franco lograba hacerla sentir a gusto, como si todo el mundo se desvaneciera cuando él la miraba de esa manera.

En ese momento, alguien del equipo se acercó y le tocó el hombro a Franco, interrumpiendo su burbuja privada.

—Franco, te estamos esperando en la línea de salida. Falta poco para el inicio.

Franco asintió, dándole a la persona una señal de que iría enseguida. Valentina, viendo que él debía irse, dio un paso atrás, recordando por un momento que estaban en su mundo, rodeados de su equipo y con una carrera en juego.

—Bueno, supongo que tenes que... —dijo, señalando hacia la pista, tratando de sonar indiferente—, hacer lo tuyo.

Franco sonrió y dio un paso hacia ella, inclinándose para susurrar cerca de su oído.

—No te preocupes, Valentina. Estaré pensando en vos cada segundo de la carrera.

Ella se quedó inmóvil, sintiendo el calor en sus mejillas. Antes de que pudiera responder, Franco se giró y caminó hacia su equipo, dejándola con el corazón latiendo y las palabras atascadas en la garganta.

Desde la zona reservada, sus ojos permanecían fijos en él. Observaba cada detalle, desde la firmeza de su postura hasta la forma en que se ajustaba el casco, casi como si toda su atención estuviera destinada a ese momento. A pesar de que había una multitud a su alrededor, Valentina se sentía atrapada en una burbuja, incapaz de concentrarse en nada más que en Franco y en la sensación de ansiedad que la invadía.

La carrera comenzó con un rugido ensordecedor que hizo temblar el suelo bajo sus pies, y, en el instante en que el coche de Franco se lanzó hacia adelante, Valentina se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento. Cada curva cerrada, cada adelantamiento y cada maniobra que Franco hacía la hacía aferrarse inconscientemente a la barandilla, su corazón latiendo al mismo ritmo frenético que los motores. No había imaginado que estar ahí, viéndolo competir, pudiera hacerla sentir tan conectada con él, como si, de algún modo, cada segundo en esa pista también fuera suyo.

A medida que avanzaba la carrera, sus nervios se mezclaban con una chispa de orgullo. Franco estaba en su elemento, tomando riesgos que hacían que a Valentina se le acelerara el pulso. Sus pensamientos iban de un lado a otro, luchando entre la fascinación y el miedo. "¿Cómo puede gustarle tanto esto?" pensó. Y sin embargo, algo en ella entendía la pasión y la adrenalina que él sentía; algo en ella comenzaba a amarlo aún más por eso.

Finalmente, después de una hora intensa, Franco cruzó la línea de meta, ocupando una de las primeras posiciones. Los aplausos y vítores llenaron el aire, y Valentina, que había pasado gran parte de la carrera con la respiración contenida, soltó el aire en un suspiro largo y liberador. Pero, al verlo caminar hacia ella, sintió que la intensidad de sus emociones volvía a dispararse.

Franco se quitó el casco, dejando a la vista su cabello desordenado y el rostro empapado en sudor, con una expresión de pura satisfacción. Sus ojos la buscaron entre la multitud, y cuando la encontró, una sonrisa genuina iluminó su rostro, como si, entre todas las personas allí, Valentina fuera la única que realmente importaba.

Ella se acercó, cruzando el tumulto de personas hasta llegar a él.

—¿Siempre tenes que manejar de forma tan temeraria? —preguntó en tono de broma, aunque en el fondo, la preocupación y el alivio seguían presentes en su voz.

Franco se encogió de hombros, aún recuperando el aliento.

—Me gusta llevar las cosas al límite —respondió, mirándola con un brillo travieso en los ojos—. En la pista... y fuera de.

Ella alzó una ceja, tratando de aparentar indiferencia, aunque el corazón le latía con fuerza.

—¿Es una indirecta? —preguntó, aunque una pequeña sonrisa se escapaba de sus labios.

—Solo digo que quizás deberías acostumbrarte —replicó él con una sonrisa, acercándose un poco más— si quieres estar cerca de mí.

Valentina trató de mantener la compostura, cruzándose de brazos.

—Tenes suerte de que soy paciente... y de que no salí corriendo después de verte besar a todas tus fanáticas con los ojos , aunque debería repensarlo—replicó, en un tono juguetón.

—Decime una cosa —Franco bajó la voz, acercándose un poco más y dejando que su aliento rozara su piel—, ¿realmente queres repensarlo? Porque tengo la sensación de que te gusta.

La miró directamente a los ojos, y Valentina sintió como si estuviera a punto de derretirse bajo la intensidad de su mirada. La multitud seguía alrededor, pero para ellos dos, el mundo parecía haberse detenido.

—Bueno... —murmuró Valentina, intentando no sonar tan afectada— quizás tengas que demostrarme que vale la pena...

Franco soltó una carcajada, encantado por su tono celoso.

—¿Otra vez? —repitió, con una sonrisa divertida—. Valentina, sos la única que me interesa.

Sin esperar respuesta, acercó su mano para deslizarla con suavidad por la mejilla de Valentina. Ella sintió el calor de su palma, y sus labios se entreabrieron en una mezcla de sorpresa y deseo. Él la miró un segundo más, como si estuviera leyendo cada una de sus emociones, y entonces, inclinándose lentamente, volvió a besarla, esta vez de forma más prolongada y profunda.

Sus labios se encontraron, y Valentina se dejó llevar, cerrando los ojos y permitiendo que el beso la envolviera. Los latidos de su corazón eran un eco de la intensidad del momento, y podía sentir cómo Franco la atraía hacia él, como si no quisiera dejar ningún espacio entre sus cuerpos. La multitud, el ruido, la adrenalina de la carrera... todo parecía desvanecerse, dejándolos a ellos en una burbuja privada, donde el tiempo no existía.

Cuando finalmente se separaron, ambos abrieron los ojos lentamente, todavía sintiendo el peso del momento. Franco la miró con una expresión de ternura que pocas veces le había visto antes.

—No quiero a nadie más, Valentina —murmuró en voz baja, sus palabras cargadas de sinceridad.

Ella se quedó mirándolo en silencio, con el corazón latiendo como nunca.

Sin Frenos - Franco ColapintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora