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25 de octubre de 1989

Mhia.

Abría mis ojos lentamente, el sonido del monitor de signos vitales hizo eco en mis oídos, gire mi cabeza hacia un lado, encontrándome con la vista preocupada de mi madre.

--¿qué paso? –pregunté con la voz algo ronca.

--te desmayaste en la escuela—respondió ella sentándose en la orilla de la cama.

--¿Cómo llegué aquí? –pregunté ya un poco más consciente de la situación,

--ese niño, Spencer, él te trajo—dijo ella—sigue aquí, estaba muy preocupado y no ha querido irse sin saber que estás bien—

--¿puedes decirle que venga? –mi madre asintió y camino hasta la entrada de la habitación, salió y después de unos segundos la puerta fue abierta nuevamente dejando ver a Spencer, quien entro despacio y pude ver preocupación en su rostro.

--¿estás bien? –pregunto una vez termino de llegar a mi lado—tu madre fue a comprar un café—asentí.

--eso creo—dije sentándome—gracias por ayudarme y traerme hasta aquí—

--no fue nada, además ¿Cómo no lo habría hecho? –él se quedó en silencio un par de minutos sólo observándome.

--¿no preguntaras nada más? —hablé para romper el silencio.

--¿me contaras? –preguntó tomando asiento en un pequeño banco que se encontraba allí.

--sabes que estoy enferma, la última vez te enteraste por accidente, la única diferencia es que en ese momento sólo eran sospechas del doctor—hice una pausa para tomar aire—hace dos semanas el doctor confirmó que tengo cáncer—la habitación se sumió en un profundo silencio.

Pude ver en la mirada de Spencer preocupación mesclada con algo más que no supe descifrar.

--pero hay un tratamiento ¿cierto? –preguntó un rato después, supuse que ya había asimilado la noticia, o por lo menos ya no estaba en completo shock.

--sí, lo hay, pero es caro, aunque no me preocupo por el dinero, mi madre a ahorrado toda mi vida los premios de las competencias de patinaje, además ella y papa tienen buenos trabajos, el dinero no es un problema—suspire—sin embargo—hice otra pausa—el doctor dijo que no podía prometer nada, es decir, el tratamiento podría funcionar, así como también podría no hacerlo, actualmente estoy recibiendo quimioterapia para hacer que el cáncer no siga avanzando, por lo menos eso es lo que dijo el doctor—

--no lo entiendo—suspiró poniéndose de pie y colocando sus manos en su rostro—eras alguien sana y fuerte, ¿cómo es que tienes cáncer? –

--no he estado sana siempre—dije bajando mi mirada—padezco de anemia desde muy pequeña, estuvo "controlada" por muchos años, pero luego empezó a descontrolarse, entonces empecé a debilitarme mucho, mamá me dijo que tenía que descansar, es por eso que deje el patinaje, y luego el doctor confirmo sus sospechas y bueno ahora estamos aquí—sonreí sin nada de emoción.

--es que no puedo aceptarlo, no, no puedo creerlo—

--créeme, yo tampoco podía creerlo—suspire—pero no me gusta pensar en eso, es deprimente—

--¿Jasper lo sabe? –pregunto en un susurro.

--no—cerré mis ojos—mis padres y ahora tú, son los únicos que lo saben—le dirigí una mirada que supe que él entendió en ese instante.

--no te preocupes, no le diré nada a Jasper, ni a nadie, prometí guardar tu secreto ese día, y bueno, creo que eres la única que tiene derecho y obligación de decirle—se detuvo un segundo y volvió a sentarse en el banco, tomo mi mano entre las suyas—pero quiero que sepas que es mejor que se lo digas pronto, no creo que sea bueno mantenerlo en secreto tanto tempo, y menos si ustedes dos están compartiendo más tiempo juntos—

La melodía del inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora