Capítulo 16: El Reencuentro
El tiempo pasó más rápido de lo que Mía había imaginado. Cada día, su vida en París parecía extenderse ante ella como una página en blanco que esperaba ser escrita. Desde la despedida con Iván, algo había cambiado en ella. Sentía que había tomado la decisión correcta al priorizar su sueño, al menos por ahora. Sin embargo, cada vez que su mente regresaba a los momentos compartidos, un nudo en su estómago le recordaba lo que había dejado atrás. No era solo la relación con Iván, sino la idea de la vida que pudieron haber tenido juntos.
Durante esos meses, Mía se había sumergido completamente en el café y en su pasión por los libros. El negocio comenzó a expandirse de maneras que no había anticipado. Los eventos literarios se volvían más populares, y la comunidad local había comenzado a sentirse más conectada con el espacio que ella había creado. Sin embargo, su éxito profesional no había logrado apagar esa pequeña chispa de duda que seguía ardiendo en su interior.
Pasaron varios meses, y aunque la vida seguía su curso, Mía no podía evitar preguntarse si había tomado la decisión correcta al no seguir a Iván a París. Había hecho un progreso significativo, pero había algo en su corazón que aún sentía incompleto. La idea de que tal vez había dejado escapar una parte de sí misma junto con su relación le causaba una mezcla de ansiedad y arrepentimiento.
Un Regreso Inesperado
Una tarde fría de otoño, mientras Mía organizaba unos estantes en el café, su teléfono vibró. Era un mensaje de texto. Un número que no reconoció, pero el contenido de su mensaje era claro:
"¿Te gustaría vernos de nuevo? He vuelto a la ciudad."
El corazón de Mía dio un vuelco. Iván. Después de tanto tiempo, él había regresado. La emoción y el miedo se entrelazaron en su pecho mientras leía y releía las palabras en su pantalla. Había pasado tanto tiempo desde que se habían despedido, pero el simple hecho de saber que él estaba de vuelta la hizo sentir que las piezas que había tratado de acomodar en su vida comenzaban a desmoronarse nuevamente.
Sin saber exactamente qué esperar, Mía se sentó a responder.
"Claro, me encantaría verte. ¿Cuándo?"
La respuesta llegó rápido, como si Iván estuviera esperando ese mensaje:
"Mañana por la tarde, en tu café. A las 5. Espero verte."
Mía dejó el teléfono sobre la mesa y se recostó en la silla. La decisión estaba tomada, pero en su interior, sentía una mezcla de alegría y miedo. No sabía qué esperar. Tal vez él había cambiado, o tal vez ella lo había hecho. O tal vez, tal vez no había nada que cambiar. Lo único que sabía era que lo que sentía por él seguía intacto.
El Reencuentro
A la tarde siguiente, Mía estaba tan nerviosa que no pudo concentrarse en nada más. Mientras organizaba los últimos detalles del café para recibir a los clientes, su mente no dejaba de pensar en Iván. ¿Cómo sería verlo otra vez? ¿Sería como antes o habrían cambiado las cosas entre ellos?
Cuando la campanita de la puerta sonó, Mía levantó la vista y, por un momento, su respiración se detuvo. Allí estaba Iván. No había cambiado mucho desde la última vez que lo vio, pero había algo en su mirada que le transmitía que la distancia le había hecho madurar. Iván la miró por un instante y una sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa que Mía conocía muy bien.
Ambos se quedaron de pie, mirándose en silencio por unos segundos, como si midieran la distancia que aún existía entre ellos. Fue Iván quien rompió el silencio primero.
—Vaya, Mía. Qué bien te veo. Este lugar es aún más increíble de lo que recordaba.
Mía sonrió, sintiendo un alivio inmediato. Sabía que las palabras no podrían cubrir todo lo que había pasado, pero ese simple comentario hizo que su corazón latiera con algo de calidez.
—Gracias. Me alegra que te guste. —Mía dio un paso hacia él—. ¿Qué te trae de vuelta por aquí?
Iván se acercó y se sentó en una de las sillas cercanas a la ventana, mirando hacia el interior del café.
—He estado trabajando mucho en mi carrera en París, pero después de un tiempo, me di cuenta de que necesitaba regresar, encontrar algo que había dejado atrás. Quería verte otra vez, hablar de lo que pasó... y ver qué ha cambiado, qué ha quedado.
Mía lo miró, y por un momento, el ruido del café se desvaneció. En ese instante, era como si el tiempo hubiera retrocedido, y ambos pudieran hablar sin las barreras de la distancia o el pasado.
—Yo también he cambiado —respondió Mía, suavemente—. Este café, mis proyectos, todo lo que he hecho aquí me ha enseñado mucho. Y ahora, tengo claro que mis sueños son lo primero. No sé si eso significa que debemos seguir el camino que dejamos, o si debemos dejar ir el pasado.
Iván la miró intensamente, como si sus palabras resonaran en su alma.
—Yo también he pensado en lo que dije la última vez. No quiero que tu felicidad dependa de mí. Pero tampoco quiero perder la oportunidad de explorar lo que pudimos haber sido. No sé si estamos listos para volver a empezar, pero tal vez, solo tal vez, tengamos algo que valga la pena intentar.
Mía sintió un nudo en el estómago. Las palabras de Iván, tan sinceras, tan llenas de emoción, le daban la esperanza de que las cosas pudieran volver a encajar. Sin embargo, también sabía que no podía volver atrás. No podía dejar que su vida girara solo alrededor de él, o de lo que ellos habían sido en el pasado.
—No sé si debemos volver atrás, Iván. Lo que tuvimos fue hermoso, pero el futuro es incierto. Tal vez esta vez lo que necesitamos es tiempo para seguir creciendo, y ver qué ocurre cuando nuestros caminos se cruzan de nuevo. No sé qué me depara la vida, pero quiero seguir adelante con lo que he construido aquí. Lo que quiero, ahora, es ver hacia adelante, no hacia atrás.
Iván la miró con una mezcla de tristeza y comprensión. Su sonrisa se desvaneció ligeramente, pero no había ira en sus ojos. Solo una profunda aceptación.
—Lo entiendo, Mía. Quizá tenías razón. Tal vez lo que necesitamos es seguir adelante, y si el destino quiere que nos volvamos a encontrar, lo hará. Pero mientras tanto, yo seguiré con mi camino. Y tú, con el tuyo.
Ambos se quedaron en silencio, una paz extraña invadiéndolos. No había final feliz ni triste, solo la sensación de que, al fin, ambos entendían lo que significaba seguir adelante, no solo en la vida, sino en su relación.
El Camino a Seguir
Esa tarde, el café continuó funcionando como siempre, y aunque el encuentro con Iván había dejado huellas en su corazón, Mía se dio cuenta de que ella había crecido. Había aprendido a ser independiente, a encontrar en sus propios logros la satisfacción que siempre había buscado. Mientras Iván se marchaba de nuevo a París, ella se quedaba, con la certeza de que todo lo que había vivido en este tiempo no había sido en vano.
Los caminos de ambos seguirían diferentes, pero el recuerdo de lo compartido siempre estaría ahí, como una chispa que, de vez en cuando, volvería a iluminar sus vidas.
Mía no sabía lo que depararía el futuro, pero una cosa era segura: su historia no había terminado aún.
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Viviendo con mi hermano
RomansaMía se muda otro país con su hermano Julián. Donde tendrá amistad, amor, desamor y muchas cosas más.