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Despertó bruscamente, con un sobresalto que la hizo incorporarse en la cama. Las lágrimas brotaban de sus ojos, surcando sus mejillas y cayendo sobre la almohada. El sudor frío perlaba su frente y sus manos y piernas temblaban convulsivamente debajo de las sábanas blancas. Se levantó apresuradamente de la cama y caminó con pasos vacilantes hacia la cocina. Abrió el grifo del agua con mano trémula y se sirvió un vaso lleno, que bebió de manera desesperada, como si tratara de apagar un fuego que ardía en su interior.

"Solo fue un sueño", se dijo a sí misma, tratando de calmar su respiración agitada, mientras cubría su rostro con ambas manos, como si tratara de borrar la imagen que aún persistía en su mente. Luego, dirigió su mirada hacia el reloj en la pared, cuyos números parecían bailar ante sus ojos cansados, marcando las seis con veinte de la mañana. "Al menos desperté temprano", murmuró, intentando encontrar un consuelo en ese pequeño detalle, mientras su mente aún luchaba por liberarse del terror que el sueño había dejado atrás.

Se alistó con calma y precisión, como si tratara de compensar la angustia del sueño con una rutina metódica, y luego salió de casa con dirección a la universidad. Incluso tuvo tiempo de hacer un alto en la cafetería más cercana, donde el aroma a café recién hecho la recibió como un abrazo cálido. Pidió su café habitual, que usualmente era comprado por Kuina, y esperó pacientemente a que el barista lo preparara. Mientras tanto, su mente divagaba, intentando distraerse lo mejor posible.

Y, aunque no lo notó, funcionó. Pues a unos metros de ella, un joven bicolor la miraba expectante, con una expresión de admiración que iluminaba su rostro. Sus ojos se detenían en sus rizos castaños, que caían en cascada por su espalda, y en sus ojos verdes, que brillaban como esmeraldas en la luz matutina. No era la primera vez que lo hacía, ya se la había cruzado algunas veces atrás, pero ella nunca se había dado cuenta de su presencia, absorta en sus propios pensamientos y preocupaciones.

La primera vez que la miró fue en la biblioteca, un lugar donde el silencio y la tranquilidad reinaban, a solo una cuadra de la universidad a la que asistía. Allí estaba ella, absorta en la lectura de un libro, con su cabello perfectamente atado en una coleta alta, pero con algunos mechones rebeldes cayendo por su frente, enmarcando su rostro con delicadeza. Cuando levantó su rostro, él pudo ver sus facciones bien definidas, su mirada profunda y su sonrisa sutil, lo que lo dejó hipnotizado y sumido en una admiración profunda. Por la noche, mientras dormía, su mente lo llevó de vuelta a ese fatídico día, aquel en el que la muerte y el caos reinaron, aquel en el que su propia existencia estuvo en peligro.

Entonces, como si las piezas de un rompecabezas se unieran, la recordó: aquella chica misteriosa que lo había salvado de las garras de la muerte. Poco a poco, su rostro, sus ojos, su sonrisa, tomaban forma en su mente, y él estaba seguro, completamente seguro, de que era ella. Su corazón latía con una certeza que trascendía la lógica, un conocimiento profundo que iba más allá de la razón. Era como si su alma reconociera a la suya, como si el destino los hubiera unido de nuevo.

Desde aquel día, él se había convertido en su ángel de la guarda, vigilándola desde las sombras con una dedicación incansable. Cuando salía de casa por las mañanas, él la seguía a distancia, observando cómo se dirigía a la universidad con paso seguro. Y cuando salía de la universidad, él estaba allí, protegiéndola durante sus salidas por materiales con su amiga o simples paseos por el parque, siempre atento a cualquier peligro que pudiera acecharla. Él la protegía con un amor y una lealtad incondicionales, sin que ella siquiera lo supiera.

— Te lo dije, es un maldito acosador. — Una voz a su lado lo hizo sobresaltar, haciéndolo girar bruscamente hacia la fuente del sonido. — Deberíamos hacer algo al respecto. — agregó la voz, con un tono firme y decidido.

Until I Found You ✗ Shoto TodorokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora