Parte 3.

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Me siento en estos pupitres de mierda que me han causado los peores dolores de espalda; me gusta llegar cuando el salón está vacío, me permite agarrar mi asiento favorito, el cual tiene una larga lista de groserías –La mayoría escritas por mí-, tiene el mejor respaldar –El menos dañado- y no tiene las patas dañadas lo que me permite escribir bien sin algún movimiento brusco.

La verdad no sé qué materias tengo el día de hoy, y si hablo con sinceridad, nunca lo sé, pero lo arreglo con una rápida ida a la oficina de Kevin a sacar los libros necesarios para la materia en cuestión.

Al parecer me tocaba química, pero no presté atención, ya que empecé a pensar en lo que haría cuando sonara la última campanada del timbre escolar hoy... Así seguí hasta casi la última materia, sin nada planteado, me desconcentré mucho y le presté atención a la caída de la profesora de matemáticas, al feo peluquín del profesor de física y las boberías de biología, entre tanto y tanto escribía algo, y ahora que lo miro con intención de sacarle algo de provecho, me doy cuenta de la cantidad de garabatos que soy capaz de dibujar cuando estoy en ese trance en el que no tengo la mente en la tierra, en el que estoy tratando tanto de pensar que al final no pienso una mierda y es una completa mierda porque quiero crear un buen futuro, quiero tener un buen plan para no morir en una semana si es probable, pero tengo tanta ansiedad que no me permite hacer nada.

Recuerdo cuando me diagnosticaron la ansiedad, tenía como seis años y no era particularmente lindo que una persona de aquella edad la tuviera, pues sufrí mucho, los ataques de ansiedad en la escuela se volvían tan frecuentes que recuerdo haber sufrido una semana completa de constantes ataques de ansiedad por culpa de mis "compañeros" que lo único que hacían era sacar provecho de mi situación para reírse, lo que no entendían era que me causaban las peores pesadillas que pude haber tenido, y eso subía mi nivel de ansiedad, ¡Dios cómo sufrí!.

Cabe añadirle a esa bella etapa las continuas violaciones que sufría por parte de la mayoría de mis familiares, era como un hermoso batido de malas emociones junto a una continua serie de ataques de pánico que hicieron de mi infancia la mejor etapa de mi vida, creo que eso fue lo que generó la mierda de personalidad que poseo actualmente, gracias a esas etapas era que conseguía acostarme con la mayoría de la gente sin pudor, sin remordimientos, y sin el típico cliché de bañarme creyendo que había perdido la dignidad, que por cierto había perdido hacía ya mucho.

Cuando logré concentrarme ya había sonado la última campanada y tenía que retirar mis cosas de la oficina de Kevin, y sin un plan concreto decidí ir a casa de Rubén, pero más como un techo, lo vi como una forma fácil de conseguir dinero, pues Leonardo seguía viviendo ahí y todavía podía sacarle unos fajos de billetes por solo tres minutos de mi vida, cinco si es que él podía, solo hubo una vez que pude tener unos "buenos" 10 minutos de sexo con precoz Leo, para decepcionarme después de que me dijo que se había tomado un miligramo de viagra y que sólo había durado menos de medio minuto antes de venirse. Lo gracioso es que Leo, un hombre de casi 30 años, no había tenido muchas oportunidades en la vida, pues aunque tenía un cuerpo de Adonis, su falta de inteligencia lo hacía la perfecta demostración del típico estereotipo de muchacho con músculos y sin cerebro, y si puedo añadir, sin mucho que meter en el acto.

Rebusqué entre mis maletas mi celular, que como siempre estaba envuelto entre mis audífonos, e ignorando todos y cada uno de los mensajes de mi madre, del "amor de mi vida", de mis supuestos amigos y hasta de los clientes, busqué el número de Rubén entre mis contactos y marqué;

-Rubén, hola disculpa, ¿me puedes hacer un gran favor?

-¡Hey!, ¡Hola!, claro con mucho gusto, dime ¿Qué necesitas?

-Puedes darme posada por algunos días, tuve una discusión con mi madre, ya sabes, las típicas peleas entre ella y yo.

Escuché como se reía al otro lado de la línea hasta que respondió;

-Vale va, déjame avisarle a mi madre para que le diga a la sirvienta que arregle tú cuarto.

Y con eso le agradecí y colgué, dirigiendo todas mis cosas a la entrada de la escuela. Al principio las que trabajan aquí me miraban con cara de disgusto, hasta que hablé con ellas un buen día, en el que me presenté y ellas muy atentas me escucharon, escucharon mi historia de trabajo con Kevin y quedaron con ganas de mas, así que decidimos que ellas me ayudarían cuando las necesitara para alguna ida de la escuela de emergencia, a cambio de mis historias con el profesor más codiciado del colegio. Ahora me preguntan a diario cómo estoy y esas cosas, pero hoy al ver que retiré muchas cosas se preocuparon y vinieron a preguntarme en grupo el porqué de mis repentinos actos, les expliqué rápidamente y salí en busca de algún taxi.

Encontrar un taxi en mi ciudad es una travesía bastante larga, entonces decidí empezar a prepararme para la basta media hora que seguiría, sacando mis audífonos y algún libro cuando Kevin, como polilla a la luz, regresó a mí a preguntar si necesitaba algo;

-Es tan raro encontrarte en soledad, o verte sin algún carro ostentoso esperándote.

-Por Dios Kevin, ¿todavía te duele que ya no estés en mi lista de clientes?, porque créeme que yo no te extraño ni a ti, ni a tu tan pequeño "ego".

-Vale va, venía a preguntarte humildemente si necesitabas algo, pues te ves muy mal y pareces estar preparándote para esperar un taxi.

-Sabes que sí, necesito algo, puedes llevarme a casa de Rubén, te conoces muy bien el camino.

-Claro, con gusto, déjame ayudarte a montar las cosas al carro. Pero lo detuve cuando quiso guardar las cosas en la parte trasera, le dije que las quería tener a mi lado, cuando la verdad es que yo sabía que él planearía hacer algo con tendencia sexual, y yo en lo personal no quería tener sexo en estos momentos de estrés, así que las llevé conmigo al frente por si me tocaba tirarme del carro, una técnica que podría decir que ya he logrado mejorar al pasar del tiempo. El muy idiota, queriendo ocultar su deseo sexual, trató de iniciar una conversación;

-Y eso que vas para casa de Rubén con esas maletas, ¿volviste a pelear con tu madre?

-Primero que nada Kevin.- Empecé con voz firme, -Lo que yo haga o no haga ya no es parte de tu interés, pero si de verdad te interesa, no, no pelee con ella, me fui de casa.

-Vaya, nunca paras de sorprenderme, primero fue la lista de clientes, y así sucesivamente hasta llegar ahora a esto.- dijo poniendo una de sus manos sobre mi muslo izquierdo. –He de suponer que estás teniendo un mal momento.

-Sí Kevin, gracias por tú preocupación, pero confirmando mis sospechas, puedo ver como tu pequeño ego se levantó en tu pantalón, así que adiós.- Dije tirándome del carro sin algún miedo alguno, la calle por la que pasábamos no era muy transitada así que se me hizo fácil recoger mis cosas y salir corriendo antes de que el idiota ese pudiera dar reversa.

-ESPERO ALGÚN DÍA CAMBIES, IMBÉCIL.- Le grite con todas mis fuerzas mientras corría por la acera de la calle a toda velocidad con rumbo a la vía principal que estaba a pocos metros de mí, y como si fuera un milagro, apenas llegué había un taxi sólo el cual monté sin reducir mi velocidad y con el todo el apuro del mundo le dije la dirección y le pedí que arrancara lo más rápido posible, dejándole como excusa que iba tarde a una cena, y mientras el carro avanzaba pude ver como el carro de Kevin trataba de dar la vuelta en la angosta calle por la cual acaba de salir corriendo.

-El apuro trae el cansancio.- Dijo el taxista con una voz de sabio. Al principio no entendí que dijo por la ansiedad que tenía, pero luego mi cerebro volvió a captar las palabras y me permitió responderle con la mayor amabilidad del mundo;

-Lo sé, pero en estos días el cansancio no paga buen hombre.- Y quedamos en silencio hasta llegar a casa de Rubén, le pagué y le agradecí por el consejo en el que pensé todo el camino y me di cuenta de que la mayor parte de mí vida la he vivido en apuros sin disfrutarla, pero apenas me bajé del carro decidí dejar todos esos pensamientos ahí con él taxista, y me dirigí a la entrada de la casa, en la que estaban cenando y no tardé en incorporarme apenas entre y pedirle a Andrea, la sirvienta, que me sirviera un plato de comida a mí también, que moría de hambre.

Notas de Autor;

Sé que no publiqué en mucho y lo siento (Irene, Lyda), pero aquí está, y estoy incorporando más diálogos para que haya más interacción en el capítulo con los diversos personajes a sólo estar en la cabeza de nuestro personaje andrógeno.

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2015 ⏰

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