Capítulo 1 🥂

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Pov Malia:

Me llamo Malia Baker, y me dedico a la repostería. Mi vida ha sido un compás de dulces y masas, un baile constante de ingredientes, mezclas y temperaturas. Desde pequeña, recuerdo haber sentido una fascinación incontrolable al ver cómo ingredientes tan simples como el azúcar, la harina y los huevos podían transformarse en algo exquisito y hermoso. A los nueve años, ya pasaba horas inventando recetas en la cocina de mi madre, intentando hacer pasteles con frutas y especias que encontraba en el mercado.

Con el tiempo, mi amor por la cocina creció en un sueño: abrir mi propio restaurante, un lugar cálido y acogedor donde pudiera servir mis creaciones, dulces y saladas, y donde cada persona que entrara sintiera el amor y la pasión que ponía en cada plato. Ese sueño fue mi motor durante años, me empujó a estudiar sin descanso, a trabajar en diferentes cocinas y a probar y aprender de todo. Me formé con algunos de los mejores chefs de repostería, quienes no solo me enseñaron las técnicas, sino también el poder de la paciencia y la precisión. En cada plato, había una parte de mí.

Sin embargo, la vida suele tener sus propios planes, y los míos dieron un giro inesperado hace poco más de un año. Fue entonces cuando a mi madre le diagnosticaron una enfermedad degenerativa. Yo siempre he sido hija única, y mi madre... bueno, ella siempre ha sido mi único pilar, mi fortaleza. De pequeña, me sostenía con una dulzura y una calma que hasta hoy sigo admirando. Saber que ella ahora me necesitaba era algo que no podía ignorar. Decidí dejar el trabajo en la panadería en la que estaba y dedicarme completamente a cuidarla.

Desde ese día, mi vida pasó de ser una vibrante mezcla de hornos calientes, recetas y comensales, a una rutina doméstica que, si bien nació del amor más puro, me comenzó a consumir poco a poco. Ahora, mis días se llenan de medicinas, citas médicas y, a menudo, noches en vela junto a ella, observando su rostro debilitado, su piel pálida, preguntándome si estoy haciendo lo suficiente para devolverle un poco de la fuerza que siempre me ha dado. La cocina en mi vida se redujo a algo esporádico, una actividad que solo puedo permitirme en ratos robados, cuando ella duerme o cuando encuentro un pequeño momento de paz.

Es en esos momentos en los que me doy cuenta de lo mucho que extraño la cocina y la repostería, el aroma a vainilla y el dulce sabor de los postres recién horneados. Hay algo casi espiritual en el acto de hornear, en sentir la masa entre mis dedos, en el calor del horno, en la anticipación de un resultado perfecto. Cada vez que logro preparar algo, aunque sea solo un pequeño pastel o unas galletas para ella, siento que la cocina sigue siendo mi refugio, mi lugar seguro.

Pero los días pasan, y el peso de los gastos médicos y del cuidado se va acumulando. No importa cuánto me esfuerce, el dinero parece esfumarse entre mis manos, y me encuentro atrapada entre la necesidad de ayudar a mi madre y la impotencia de ver cómo nuestros recursos se agotan. Por las noches, cuando todo está en silencio y mi madre finalmente duerme, miro mi cocina y siento una mezcla de frustración y añoranza. En esos momentos, el sueño de abrir un restaurante parece tan lejano como una estrella en el cielo.

Recetas del Amor | Kylia (Fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora