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Pov Kylie:
Había llegado el lunes, y por primera vez en mucho tiempo sentía una mezcla de nervios y emoción tan intensos que casi me provocaban mariposas en el estómago. Aunque me encantaba la idea de aprender a cocinar, no podía evitar el temor de hacer el ridículo. Después de todo, en mi historial de "hazañas culinarias", el desastre del pollo al horno brillaba con especial fuerza. Sin embargo, había algo diferente en esta ocasión. La decisión de escribirle a Malia había sido impulsiva, y su respuesta tan rápida me dio un empujón de seguridad que no había sentido antes.
Frente al espejo, me aseguré de lucir lo mejor posible: nada demasiado elegante, solo cómoda y ordenada, con una camisa blanca, jeans oscuros y el cabello recogido en una coleta sencilla. Quería que se notara que estaba tomándome la clase en serio. Sentía que la cocina, aunque aterradora, podía ser algo que lograra hacer bien... con ayuda.
Al revisar la dirección que Malia me había enviado, confirmé que su casa no estaba demasiado lejos. A pesar de que era lunes por la mañana, la ciudad tenía un aire casi relajado, como si también se preparara para algo especial. Caminé hasta la dirección indicada y, al llegar, me quedé observando la casa frente a mí.
Era una casa sencilla, de fachada acogedora, pintada en tonos claros que resaltaban en el vecindario. La puerta de madera era cálida y se veía bien cuidada, flanqueada por dos pequeñas jardineras llenas de flores de colores vibrantes que parecían saludarme. Respiré hondo antes de golpear la puerta, intentando calmar los nervios. Mientras esperaba, no pude evitar fijarme en algunos detalles: las ventanas amplias y limpias, las macetas colgantes con plantas de hojas verdes y frescas, y una silla en el porche, como si la casa misma invitara a quedarse un rato y disfrutar de su paz.
Unos instantes después, la puerta se abrió y ahí estaba Malia, sonriendo con una amabilidad que no podía fingirse. Era algo en su presencia, en la suavidad de sus ojos y la calidez de su expresión, que me hizo sentir inmediatamente en confianza.
-¡Hola, Kylie! Bienvenida-dijo con una voz que parecía envolver el ambiente, clara y animada.
-Gracias... gracias por aceptarme- le respondí, algo nerviosa, intentando que mi voz sonara más segura de lo que en realidad estaba.
Malia extendió la mano y la estreché, notando la calidez de sus dedos. -Es un gusto. Me alegra que estés aquí. Vamos, pasa, te mostraré la cocina.- Me hizo un gesto con la mano y me invitó a entrar, cediéndome el paso con una sonrisa.
El interior de la casa era tan acogedor como su exterior. Al cruzar la puerta, sentí un aroma a vainilla y especias dulces en el aire, como si la cocina hubiera sido recién utilizada para hornear algo delicioso. Las paredes estaban decoradas con fotos en blanco y negro de paisajes y objetos de cocina antiguos, y había estantes con libros de recetas que parecían tener siglos de sabiduría entre sus páginas. La casa era un espacio pequeño, pero cada rincón transmitía calidez, desde el sofá con cojines mullidos hasta una mesita con un mantel de encaje. Había algo en la simplicidad de aquel lugar que me hacía sentir cómoda, como si este fuera el sitio exacto al que debía estar llegando.
Malia me guió hasta la cocina, un espacio luminoso y ordenado. Los utensilios colgaban en ganchos a un lado de la pared, perfectamente alineados. La mesa de trabajo estaba impecable, y sobre ella descansaban ingredientes frescos y un par de tazones, como si ya me hubiera estado esperando para comenzar.
-Bueno, ¿lista para tu primera clase?- preguntó Malia, dándome una mirada alentadora que hizo que mis nervios se disiparan un poco. Había algo en su forma de hablar, en su entusiasmo tan natural, que me hizo sentir menos intimidada.
-Sí... aunque te advierto, soy un desastre en la cocina- dije con una risa nerviosa.
Ella sonrió y negó con la cabeza. -Nada de eso. Vamos a empezar desde lo más básico, y te aseguro que con un poco de práctica, todo va a salir bien.- Sus palabras tenían un optimismo que me hizo sonreír también. Noté que Malia tenía una especie de aura tranquila y paciente, como si nada en el mundo pudiera hacerle perder la calma.
Me explicó que hoy empezaríamos con algo sencillo: crepas dulces. -Es un plato que puede ser tan simple o sofisticado como quieras. Lo importante es que disfrutes el proceso- me dijo mientras comenzaba a organizar los ingredientes sobre la mesa.
Malia me guió paso a paso, empezando con la masa. Al principio, me sentí torpe y algo avergonzada de mis movimientos, pero su paciencia hizo que poco a poco me sintiera más cómoda. Me explicó cómo batir los huevos y luego ir añadiendo la leche poco a poco. Notaba que su voz era clara y tranquila, y cada vez que me daba una indicación, su tono era suave y alentador.
Mis manos temblaban ligeramente mientras sostenía el batidor, pero pronto empecé a encontrar un ritmo. La mezcla de harina, huevos y leche se volvía una masa suave y homogénea, y el aroma empezaba a despertar un pequeño hambre en mí.
-¿Lo estoy haciendo bien?- pregunté, algo insegura, mientras miraba la mezcla.
-Perfecto. La textura es exactamente la que necesitamos- me aseguró, mirándome con una sonrisa cálida que parecía iluminar toda la cocina.
Después de preparar la masa, pasamos a calentar la sartén. Malia vertió la mezcla con un movimiento tan fluido que parecía haberlo hecho un millón de veces. -El truco está en usar solo la cantidad justa de masa y girar la sartén rápido para que quede una capa fina- explicó.
Intenté imitar su movimiento, y aunque al principio me salió una crepa algo desordenada y más gruesa de lo esperado, Malia me animó a seguir. -Lo importante es que te diviertas, no que sea perfecto- me dijo entre risas, y me di cuenta de que, en ese instante, mi nerviosismo había sido reemplazado por una curiosidad genuina.
Cada vez que cometía un error o me equivocaba en un paso, ella lo convertía en una oportunidad de aprendizaje. No había ni una pizca de impaciencia en ella, y de alguna forma, eso me hacía sentir capaz de mejorar.
Finalmente, después de varios intentos y muchas risas, logré una crepa decente. Malia me mostró cómo decorarla con frutas y un toque de chocolate derretido. -La presentación es parte de la experiencia- me explicó. Me asombró la forma en que cada pequeño detalle parecía importante para ella, desde la forma de colocar las fresas hasta la cantidad exacta de azúcar glass para darle un toque final.
Probamos nuestras crepas juntas, y al primer bocado, supe que había algo especial en el simple acto de cocinar. Había puesto tanto esfuerzo y dedicación en esa crepa, y el sabor dulce y suave me hizo sentir un orgullo que no había experimentado antes. Malia me miró y sonrió, como si entendiera exactamente lo que estaba sintiendo.
-¿Ves? No eres un desastre. Esto es solo el comienzo- me dijo, su voz llena de calidez.
No pude evitar mirarla unos segundos más de lo necesario. Su sonrisa me parecía tan sincera, y sus ojos reflejaban una mezcla de ternura y confianza que me hacía sentir segura. Aunque era solo el inicio, ya sentía una conexión, un respeto hacia ella que iba más allá de una simple clase de cocina.
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Recetas del Amor | Kylia (Fanfic)
FanfikceMalia Baker es una chef, repostera y pastelera profesional pero no ha tenido mucho reconocimiento. Decide poner un anuncio en Internet y espera a que le lleguen oportunidades de trabajo para así ayudar a su madre. Kylie Cantrall, quien es pésima co...