35. De Tormentas y Llamaradas

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Escena 1: Boca Predio - Confesiones y Desahogo

Darío llegó al predio de Boca con la mirada perdida, cada paso resonaba pesado sobre el suelo de cemento mientras avanzaba en dirección al despacho de Victoria Galeppi. Su pecho se sentía oprimido, como si cargara una mochila llena de dudas, miedos y tristeza. Entró al despacho, donde Victoria lo esperaba con su calidez habitual, sentada con un cuaderno en la mano y una expresión de genuina preocupación.

La oficina estaba impregnada del leve aroma a lavanda de un difusor, un intento por crear un ambiente de calma, pero Darío apenas notaba esos detalles. Se desplomó en el sillón, mirando al suelo, incapaz de levantar la vista.

Victoria:- Darío, contame... Hace días que te veo en otra, como si estuvieras ausente en los entrenamientos, según me comentó Diego.

Darío suspiró profundamente, buscando las palabras que se le atoraban en la garganta. Tras unos segundos de silencio, levantó la mirada, sus ojos enrojecidos y vidriosos.

Darío:- Vicky... no sé cómo explicarlo. Siento que Adam me está dejando, pero sin decirlo. Cada día parece más lejano, como si ya no estuviera acá... con nosotros.

Victoria asintió lentamente, sin interrumpir, dejándolo desahogarse.

Darío:- Es que... yo lo veo con otro. Con Milton Casco, un compañero de River que quizás te suene de nombre. Y yo... ¿cómo hago para aceptar eso? ¿Cómo hago para explicárselo a Ainhoa, que a pesar de que tiene sólo tres añitos... entiende todo, Vicky. Es como si supiera lo que me pasa sin que le diga nada.

Victoria le ofreció un pañuelo, y Darío lo tomó, sin poder contener las lágrimas que brotaban, liberando la tensión que llevaba acumulada en el pecho.

Victoria:- Es normal que te sientas así. Las pérdidas, sobre todo cuando hay algo que amás tanto, dejan una huella profunda... Pero no te olvides de que tu bienestar también importa, Darío. Tus compañeros lo ven, la tristeza te está consumiendo.

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Escena 2: Casa de Darío y Adam - El Vacío en Casa

En casa, la pequeña Ainhoa se movía con su torpeza encantadora de niña pequeña, sus ojos observaban cada gesto de su papá, buscando entender por qué Darío estaba tan distinto. Esa noche, tras la merienda, Darío la miró desde el sillón, esforzándose por ponerle una sonrisa que en su corazón ya no sentía. Ella, aún con inocencia, lo observó y, como si entendiera, se subió a su regazo, envolviéndolo en un abrazo apretado.

Ainhoa:- Papi Darío... ¿por qué estás triste?

Darío sintió un nudo en la garganta, pero no podía mentirle. Suspiró, rodeando con sus brazos los hombritos de su hija, acariciándole el cabello suave y oscuro.

Darío:- Nada, mi amor... No te preocupes. Papi va a estar bien, ¿sí? Sólo... sólo necesito un poco de tiempo.

Ella se quedó en silencio, su carita contra el pecho de Darío, escuchando el latido lento y triste de su corazón, sin entender del todo, pero sabiendo que su papi no estaba bien. El tiempo pasó en ese abrazo, y cuando la sintió dormida, Darío dejó escapar un suspiro profundo, temiendo qué pasaría si él realmente decidía volver a su casa en Berazategui.

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Escena 3: Vestuario de River - Encuentro con Milton

Horas después, en el vestuario de River, Adam secaba su piel con una toalla, agotado tras el entrenamiento. El eco del agua que aún caía en las duchas resonaba en la sala vacía, y el aire estaba cargado de vapor. Milton, ya vestido, se acercó con una sonrisa medio pícara, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de desafío y deseo.

Milton C:- Che, Bareiro, mirá que se viene un diluvio... capaz nos tenemos que quedar encerrados un rato.

Adam intentó contenerse, recordándose la conversación que había tenido consigo mismo, la promesa de que no dejaría que esto lo apartara de su familia. Sin embargo, el aroma a frutas de Milton, ese olor inconfundible de sus feromonas, lo desarmaba.

Milton se acercó más, hasta que sus labios quedaron a milímetros de los de Adam, y lo atrapó en un beso desesperado. La resistencia de Adam se fue desmoronando al sentir el calor de sus cuerpos, el sonido de su respiración entrecortada llenaba el vestuario vacío, mientras fuera, la tormenta comenzaba a golpear fuerte contra las ventanas. Sus cuerpos, aún sudorosos por el esfuerzo del entrenamiento, se fundieron en un instante de pura pasión.

Milton C:- ¿Qué decís, Bareiro? ¿Nos vemos de nuevo después?

Adam no pudo responder, su mente revuelta por la culpa y el deseo. Asintió casi sin darse cuenta, sus labios aún temblorosos después del beso, sabiendo que se estaba dejando llevar otra vez por algo que no terminaba de comprender.

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Escena 4: Regreso a Casa - Ainhoa y la Verdad

Al llegar a casa, Adam notó la ausencia de Darío. El silencio en el ambiente lo hizo fruncir el ceño, y pronto, Ainhoa apareció corriendo con una sonrisa, extendiendo sus brazos para que la alzara. Adam la levantó y le dio un beso en la mejilla, sintiendo un nudo en el estómago, como si algo estuviera a punto de suceder.

Adam:- ¿Y? ¿Cómo te portaste hoy, princesa? ¿Y cómo se portó papi Darío?

La pequeña frunció el ceño y, con una expresión seria, le contó lo que había visto.

Ainhoa:- Papá Darío está triste... yo lo vi llorar. Dijo que se quería ir, pero yo no lo dejé. No quiero que papi se vaya.

El mundo de Adam pareció detenerse un instante. Las palabras de su hija lo atravesaron, revelándole un dolor que él mismo había ignorado. Acarició el cabello de Ainhoa, sonriendo débilmente mientras trataba de mantener la compostura.

Adam:- No te preocupes, mi amor... papi Darío no va a irse.

Sin soltar a su hija, fue hasta su cuarto, y al abrir la puerta, encontró a Darío dormido en su cama. Su rostro tenía una expresión de tristeza profunda; las señales de haber llorado eran evidentes en las marcas bajo sus ojos y en la leve hinchazón de sus párpados. Luego de haber dejado a la pequeña en su dormitorio, Adam sintió un impulso inexplicable de acercarse al alfa. Con cuidado, se tumbó a su lado, abrazándolo con delicadeza, susurrándole al oído, aunque sabía que Darío no podía escucharlo.

Adam:- Perdoname... No sé cómo arreglar esto, pero te prometo que voy a intentarlo.

Adam se acurrucó en posición de cucharita, rodeando con sus brazos el torso de Darío, como si en ese abrazo pudiera transmitirle todo el arrepentimiento y el amor que aún albergaba en su corazón.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora