37. Entre la Fidelidad y la Tentación

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Casa de Darío y Adam – Amanecer

El día empezaba a despuntar en la casa de Darío y Adam, aunque el silencio de la madrugada aún se aferraba a cada rincón. Darío no había dormido bien. Desde la charla con Adam días atrás, las noches se habían vuelto interminables, y en su mente solo resonaban los ecos de una realidad dolorosa que se negaba a aceptar.

Se giró en la cama y miró el reloj: las 5:27 a.m. Suspiró, sintiendo cómo el peso en su pecho se hacía más y más opresivo. Sabía que Adam estaba en casa, pero el espacio que los separaba era más profundo que nunca. Cada vez que intentaba acercarse, algo lo detenía, una barrera invisible que no lograba traspasar. Sentía que Adam era un espejismo, alguien a quien amaba, pero que no podía alcanzar ni reconocer.

En ese momento, un suave sonido en el pasillo interrumpió sus pensamientos. Ainhoa caminaba descalza hacia su cuarto, arrastrando una pequeña mantita, con los ojitos entrecerrados y el cabello revuelto de sueño. Al verlo despierto, se acercó y se acurrucó junto a él en la cama.

Darío: – Hola, mi amor... ¿no podés dormir?

Ainhoa: – No, papi Darío... soñé que estabas triste.

Las palabras de su hija lo golpearon como un mazazo en el pecho. ¿Cómo era posible que una nena tan pequeña captara algo tan profundo? Sin decir nada, la abrazó con fuerza, sintiendo el calor de ese pequeño cuerpo que le daba fuerzas para seguir adelante. Sabía que Ainhoa percibía más de lo que aparentaba, y en cierto modo, eso lo aterraba. No quería que ella viviera el dolor que él cargaba.

Darío:- No te preocupes, mi vida. Papá ya se va a sentir mejor - dijo el alfa, no muy seguro de eso que afirmaba. Ainhoa era muy inteligente, ya no podía seguirle mintiendo y diciéndole que estaba bien cuando hasta ella se daba cuenta de que ni por asomo era así.

Ainhoa:- Papi, ¿puedo dormir con vos hoy? No quiero volver a soñar feo - expresó la infante con la voz entrecortada por la tristeza.

Darío:- Por supuesto, mi reina. Papi te va a proteger de esas pesadillas.

Acto seguido, atrajo a la pequeña a sí mismo, la abrazó, besó su cabecita y la acomodó a su lado en la cama. Esa madrugada, ambos esperaban encontrar algo de paz.

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Boca Predio – Oficina de Victoria Galeppi

Más tarde, Darío llegó al predio de Boca con el rostro marcado por el cansancio. Sus ojos mostraban una mezcla de tristeza y resignación, y al entrar a la oficina de Victoria Galeppi, ella lo recibió con una expresión de empatía. La psicóloga sabía que el delantero pasaba por un momento extremadamente difícil, y se preparó para escuchar todo lo que él necesitara desahogar.

Darío se sentó frente a ella, sin saber por dónde empezar. En su mente, las palabras se arremolinaban, pero ninguna parecía suficiente para expresar la tormenta que lo consumía.

Victoria: – Darío, sabés que podés contarme lo que sea. A veces decirlo en voz alta ayuda a ordenar las ideas.

Darío: – Es que no sé, Vicky... Siento que estoy en una encrucijada. Lo amo a Adam con toda mi alma, pero como te conté la otra vez, sé que él también siente algo por otro. No sé cómo manejar esto...

La voz de Darío se quebró en ese momento, y Victoria se inclinó hacia él, ofreciéndole una mirada compasiva.

Victoria: – No es fácil, y estás enfrentando una situación que te pone a prueba como nunca. Pero también tenés que cuidar de vos mismo. No podés cargar solo con este dolor. Quizás, en lugar de enfocarte en lo que él siente por otro, podés pensar en lo que vos querés realmente.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora