38. Enfrentando la Tormenta

2 0 0
                                    

Casa de Darío y Adam – Amanecer

La luz tenue del amanecer comenzaba a filtrarse por las persianas de la habitación. Adam estaba despierto, observando el techo, atrapado en una maraña de pensamientos y emociones. El encuentro con Milton Casco en el vestuario el día anterior había avivado en él una mezcla de atracción y culpa que ahora lo consumía por completo. Sabía que lo que sentía hacia Milton era algo que no podía ignorar, y al mismo tiempo, el amor por Darío lo retenía como una soga invisible que no quería soltar.

Adam suspiró, sintiendo una opresión en el pecho al recordar la tristeza en los ojos de Darío las últimas veces que se habían mirado. Su propio corazón latía con un ritmo irregular, confundido entre el deseo y el compromiso.

Adam: "¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo puedo querer a dos personas de formas tan diferentes y sentir que me estoy perdiendo a mí mismo en el proceso?"

Mientras intentaba poner sus pensamientos en orden, el suave sonido de pasos descalzos se acercó a la habitación. Ainhoa, aún medio dormida, apareció en la puerta, frotándose los ojos y sosteniendo su mantita con una mano.

Adam se sentó en la cama y le sonrió, abriéndole los brazos para que se acercara. Ainhoa corrió hacia él, subiéndose a su regazo y apoyando su cabecita en su pecho.

Ainhoa: – Papi Adam, ¿hoy vas a hacer feliz a papi Darío?

La pregunta inocente de su hija lo dejó sin palabras. La calidez de su abrazo contrastaba con la punzada de dolor que sus palabras habían desatado en su corazón. Sabía que Ainhoa percibía la tensión que él intentaba ocultar, y eso lo hacía sentir aún más culpable.

Adam: – Voy a intentar, Ainhí. Voy a hacer lo posible por hacerlo feliz, te lo prometo.

Ainhoa sonrió, confiando en su padre sin reservas, y se quedó acurrucada en su regazo, mientras Adam intentaba convencerse de que podría cumplir esa promesa. Pero la imagen de Milton volvía a su mente, nublando sus pensamientos y haciendo que esa promesa se sintiera cada vez más distante.

---

Boca Predio – Despacho de Victoria Galeppi

Más tarde, Darío llegó al predio de Boca con el rostro marcado por el agotamiento. Cada día parecía pesarle más, y aunque se esforzaba por concentrarse en el fútbol, las emociones encontradas lo debilitaban en el campo y fuera de él. Sabía que su situación con Adam no se resolvería de un día para otro, pero la incertidumbre lo estaba llevando al límite.

Victoria Galeppi lo recibió en su despacho con una mirada comprensiva. Conocía su situación y estaba dispuesta a ayudarlo a encontrar un poco de calma en medio de la tormenta que atravesaba.

Victoria: – Darío, sentate y contame cómo te sentís hoy. Me preocupa verte así.

Darío se dejó caer en el sillón frente a ella, pasando una mano por su cabello, con la mirada fija en el suelo.

Darío: – Es como si estuviera atrapado en un callejón sin salida, Vicky. Yo lo amo, pero siento que él está... que está en otro lado. Que ya lo perdí para siempre, y nunca voy a poder recuperarlo. Y capaz que me merezco todo esto, por haber traicionado su confianza tantas veces. Él se aguantó miles de cosas mías que nadie más se bancaría.

Victoria lo miró, esperando que él continuara, sabiendo que este era un proceso que requería tiempo y paciencia.

Victoria: – Es normal que sientas esto, Darío. Estás enfrentando un momento muy doloroso, y tenés que darte permiso para sentirlo. Nadie espera que seas fuerte todo el tiempo.

Darío asintió, aunque no estaba seguro de si podía realmente soltar ese peso. Para él, aceptar su vulnerabilidad era como admitir que estaba perdiendo a Adam, algo que no podía permitirse.

---

River Predio – Vestuario (Encuentro con Milton Casco)

Mientras tanto, en el predio de River, Adam terminaba su entrenamiento. Sentía el cansancio en cada músculo, pero una energía inquieta lo mantenía alerta. Se dirigió al vestuario y, como si el destino lo hubiera planeado, allí estaba Milton Casco. Apenas se miraron, ambos sintieron cómo la tensión entre ellos se encendía nuevamente.

Milton: – ¿Todo bien, Adam? Parecés... pensativo.

Adam trató de disimular la incomodidad en su mirada, pero el magnetismo entre ellos hacía que le resultara difícil mantener la compostura.

Adam: – Sí, sí... todo bien. Es solo que...

No terminó la frase. Milton se acercó y puso una mano en su hombro, generando un contacto que hizo que el pulso de Adam se acelerara. Sabía que debía alejarse, que esto solo complicaría las cosas, pero una parte de él se resistía a dar ese paso.

Milton: – A veces, no hay que pensar tanto, Adam. A veces, simplemente hay que dejarse llevar.

Adam cerró los ojos por un instante, sintiendo la tentación que Milton le ofrecía. Era una tentación peligrosa, que amenazaba con arrastrarlo hacia un lugar del que temía no poder regresar.

---

Casa de Darío y Adam – Noche

Esa noche, Adam regresó a casa agotado, no solo físicamente sino emocionalmente. La oscuridad de la sala lo recibió, y por un momento, pensó que Darío ya estaría dormido. Sin embargo, al cruzar el pasillo, encontró la luz del cuarto de Ainhoa encendida. Se acercó en silencio y, al asomarse, vio a su hija acurrucada junto a Darío, quien le leía un cuento en voz baja.

Darío: – ... y el osito le dijo a su amiga la luna que nunca estaría solo mientras tuviera a alguien en quien confiar.

La voz de Darío se apagó al notar la presencia de Adam en la puerta. Lo miró, y en su mirada había una mezcla de nostalgia y vulnerabilidad. Era un instante frágil, en el que las barreras entre ellos parecían casi disolverse.

Adam: – Perdón, no quería interrumpir.

Darío asintió y, con un gesto suave, se levantó de la cama para no despertar a Ainhoa. Ambos salieron de la habitación, caminando en silencio hasta el living, donde Darío se sentó en el sofá y Adam se unió a él.

Darío: – ¿Estás bien, Adam? Parecés... distante.

La pregunta lo tomó por sorpresa, y durante un momento, Adam se quedó sin palabras. No sabía cómo explicarle a Darío lo que sentía, la confusión y la atracción que lo atormentaban.

Adam: – No sé, Darío. Es como si estuviera dividido en dos partes, y ninguna sabe bien qué quiere.

Darío lo miró, y aunque trataba de mantenerse fuerte, no pudo ocultar el dolor en su mirada. Había querido tanto a Adam, y aún lo amaba, pero sentía que esa conexión se debilitaba día a día.

Darío: – Sólo quiero que sepas que siempre podés ser sincero conmigo. Prefiero la verdad, aunque duela.

Esa confesión fue como un puñal para Adam. Se dio cuenta de que, a pesar de todo, Darío merecía la verdad. Quizás, el paso más difícil era aceptar lo que sentía, sin engañarse ni a él ni a Darío.

En ese momento, un trueno retumbó en el cielo, anunciando una tormenta que parecía reflejar la turbulencia en sus corazones. Adam y Darío se miraron, y aunque el dolor y la tristeza eran evidentes, en ese instante supieron que, de algún modo, ambos estaban dispuestos a enfrentar la tormenta juntos.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora