40. Empezar desde Cero

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Escena 1: La Casa de Adam y Darío

Era un día soleado, la luz del sol se colaba por las ventanas, iluminando suavemente la casa de Adam. Ainhoa, su pequeña, jugaba sobre la alfombra del salón, mientras él preparaba el desayuno en la cocina. La melodía suave de una canción de cuna flotaba en el aire, acompañada por el sonido de la cafetera y el suave murmullo del agua hirviendo.

Adam, con una sonrisa cansada pero genuina, sacó un par de tazas del estante y las colocó sobre la mesa. Miró hacia la ventana y vio cómo el sol empezaba a despejar las nubes, justo como él sentía en su corazón. Después de todo lo vivido con Milton Casco, y luego de esa noche difícil de decisiones, se sentía en paz, al menos por ahora. Había tomado la decisión de priorizar a su familia, aunque el camino no fuera fácil. Sabía que el amor de Darío y la ternura de Ainhoa le darían la fuerza para seguir.

Cuando Darío llegó, después de haber pasado la mañana en el gimnasio, entró en la cocina con el rostro cansado pero tranquilo. Parecía haber dejado atrás, al menos por el momento, la tormenta interna que había sentido durante días.

Darío: – Che, ¿cómo andas? ¿Todo bien con Ainhoa?

Adam: – Sí, mi amor, todo tranquilo. Ya la vi, está bien, jugando con sus juguetes.

La sonrisa de Darío se amplió al ver a su hija correteando por la casa, haciendo sus ruidos característicos. Ambos padres compartieron una mirada cómplice, como si todo lo que habían pasado juntos ahora tuviera sentido.

Darío se acercó a la mesa y se sentó, mirando fijamente a Adam. Había una tensión palpable en el aire, algo que no se había resuelto por completo entre ellos, pero aún así, la conexión entre ambos parecía más fuerte que nunca.

Adam: – ¿Cómo fue tu día? ¿Todo tranquilo con lo de Boca?

Darío: – Sí, todo en orden. Hoy entrenamos fuerte, pero me siento bien. ¿Y vos, cómo te sentís?

Adam se quedó pensativo un momento antes de contestar. Algo en su mirada dejaba entrever que aún llevaba consigo la preocupación de sus últimos días.

El omega, sintiendo la tensión, se acercó un poco más y le puso la mano sobre la de Darío, que descansaba sobre la mesa. El contacto, aunque sutil, fue un bálsamo para ambos.

Adam: – Lo que pasó, lo que estamos viviendo, es difícil para los dos, ¿no? Pero… quiero que sepas que estoy acá. Estoy decidido a que lo nuestro funcione, Darío. Para nosotros, para Ainhoa

Darío sonrió con una mezcla de alivio y gratitud. No dijo nada por un momento, solo dejó que las palabras de Adam calaran hondo. Luego, se levantó y fue a la ventana. Miró el horizonte, como si estuviera tomando una decisión importante, algo que haría eco en su corazón.

Darío: – ¿Sabés qué? A veces me cuesta creer que después de todo lo que pasó, todavía estemos acá…

Adam: – Lo sé, pero esto es justo lo que quiero. De verdad. No necesito nada más que esto.

A lo lejos, la risa de Ainhoa irrumpió, trayendo consigo una sensación de calma y esperanza. Darío se giró para mirarla y vio cómo Adam la abrazaba con ternura.

El aire entre ellos se sintió más ligero, pero había algo más que aún no se había dicho. Darío se acercó a Adam, tomó su rostro con ambas manos y, mirándolo profundamente a los ojos, susurró:

Darío: – Entonces, vamos a hacerlo. Vamos a reconstruir esto, como antes. Como cuando todo era nuevo. Pero esta vez, no vamos a dejarnos llevar por la confusión. Lo vamos a hacer bien.

Adam sonrió, y sin decir nada más, los labios de ambos se encontraron en un beso lleno de promesas y de ternura. Era un beso largo, suave, cargado de una delicadeza que solo podía nacer del deseo de sanar y de renacer.

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Escena 2: La Soledad de Milton Casco

Mientras tanto, en la casa de Milton Casco, la atmósfera era diferente. La casa estaba en silencio, con las cortinas cerradas, dejando fuera el sol brillante del mediodía. Milton caminaba de un lado a otro, su rostro grave y pensativo. El día había sido difícil; sentía que algo en él había cambiado, como si la relación con Adam hubiera marcado un punto de no retorno.

En el celular de Milton, un mensaje de Adam seguía sin ser respondido.

Adam: “Quiero que seamos solo amigos. Lo siento”.

Cada palabra de ese mensaje resonaba en su mente, dándole vueltas una y otra vez. El dolor lo quemaba por dentro, pero a la vez entendía la decisión de Adam. Había sido honesto, sincero, aunque a él le doliera profundamente.

Milton: "¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo terminamos así?"

Las palabras, aunque claras, no parecían calmarlo. Adam había sido su refugio, su tentación y, al mismo tiempo, su lucha interna. Pero ahora, todo eso se había desvanecido en un instante. Milton sabía que no podía seguir insistiendo; algo dentro de él lo frenaba.

Con una exhalación profunda, Milton se dejó caer en el sofá, mirando el techo. Un leve sonido del teléfono lo hizo mirar la pantalla: era otro mensaje de Adam. Con miedo y dolor, lo abrió, leyendo las palabras una vez más. Luego, se permitió reflexionar.

Milton: "Lo quiero, pero si él quiere estar con Darío… es lo que merece."

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Escena 3: La Esperanza de Reconstruir

De vuelta en la casa de Adam, la tarde avanzaba lentamente. Después del beso, ambos se sentaron a la mesa con Ainhoa, compartiendo la cena en un ambiente cálido, casi idílico. Aunque sabían que el camino no sería fácil, el amor que compartían les daba la fortaleza para continuar.

Ambos se miraban a los ojos, comunicándose sin necesidad de palabras. Adam pensó que, por fin, había encontrado su paz. La historia con Milton quedaba atrás, pero lo que había con Darío y Ainhoa era algo real, profundo y duradero.

Adam: – Te amo, Darío… más de lo que me animaba a decir. Pero ahora sé que no importa lo que pase, siempre voy a estar para vos.

Darío, con la voz entrecortada por la emoción, respondió:

Darío: – Y yo, Adam. Yo también te amo. Esto es lo que quiero.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora