47. Anudando Nuestros Corazones

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La Conexión Profunda

La casa estaba sumida en el silencio de la noche, solo interrumpido por el leve sonido del viento que se filtraba entre las rendijas de las ventanas. Adam y Darío estaban juntos, en su cama, abrazados. La quietud de la noche se tornaba pesada por la cercanía de sus cuerpos, el deseo contenido que había estado creciendo durante semanas, alimentado por caricias, susurros y momentos robados de intimidad.

Darío sostenía la mano de Adam, que se había acurrucado cerca de él, respirando suavemente sobre su pecho. Todo lo que podía escuchar era el latir de su corazón y el susurro de las palabras que le había prometido antes, cuando le habló sobre dar ese paso que ambos ansiaban, pero que debía ser algo hecho con mucha más delicadeza y entrega que cualquier otro momento en su relación.

La fragancia de Adam, mezcla de caramelo dulce y la esencia que siempre lo había caracterizado, llenaba el aire. Darío la percibía con intensidad, su instinto a flor de piel. Sabía que la situación de Adam, tan vulnerable y abierta, le ofrecía una oportunidad única. Una oportunidad para que ambos compartieran algo más que solo el amor que ya se tenían: para entrelazarse de una manera que solo aquellos que compartían el lazo profundo que ellos tenían podían comprender.

Darío acarició el rostro de Adam, deslizándose por su mejilla con una ternura infinita. En su mirada había más que pasión, había un amor profundo, una devoción tan poderosa que no podía ser puesta en palabras. Le sonrió suavemente antes de susurrarle cerca del oído.

Darío: – Te amo, mi amor... sos todo para mí.

Adam, al escuchar sus palabras, sintió una oleada de emociones recorrer su cuerpo. Sabía lo que Darío quería. Sabía que lo que estaba por suceder no era solo un acto físico, sino un pacto, un compromiso profundo entre ellos dos. El nudo de su relación, su conexión definitiva.

Adam: – También te amo... y quiero que esto sea perfecto, Darío. Que sea nuestro momento.

Darío, con una sonrisa cargada de deseo, se acercó aún más, su cuerpo rozando el de Adam, sintiendo la energía creciente entre ellos. El roce de su piel provocó un cosquilleo en el aire, un deseo palpable que no podía ser ignorado. De manera suave, con una voz que casi parecía un susurro, volvió a hablar en guaraní.

Darío: – Nde kóvape, reñói che.

Adam lo miró, desconcertado por el murmullo, pero también sonrió. Aún no entendía todas las palabras de Darío en guaraní, pero lo que sí entendía era el significado detrás de ellas.

Adam: – No sé qué decís, pero me haces sentir cosas que ni yo sabía que existían.

Con esa mirada cómplice, Darío lo abrazó, y ambos se entregaron a la suavidad de sus caricias. El knotting, el acto que representaba un lazo físico entre ellos, no era simplemente una culminación de su deseo, sino un acto simbólico de amor y unión, un compromiso más allá de las palabras.

El momento se desenvolvió lentamente, con mucha más conexión emocional que física. Cada roce, cada gesto, era una promesa de estar juntos para siempre, más allá de cualquier obstáculo. La piel de Adam brillaba con el sudor de la emoción contenida, su respiración acelerada pero tranquila. Darío se acercó a él, con los ojos llenos de ternura.

Darío: – Todo lo que quiero es verte feliz, Adam. Estoy acá, siempre.

Adam, sintiendo ese amor, esos susurros que llegaban con fuerza a su corazón, se aferró a él, a su cuerpo, a su ser, como si todo lo que había vivido hasta ese momento dependiera de esa conexión, de esa entrega mutua. Y fue en ese preciso momento, cuando sus cuerpos y almas se unieron, cuando ambos se sintieron completos. Un nudo invisibile que los unió aún más, de manera irrevocable.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora