49. Días de Amor y Rutina

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Mañana en la Cocina

El día continuaba con su magia, iluminando la cocina de la casa de Adam y Darío con una luz suave, mientras ambos preparaban el almuerzo. Darío se movía con agilidad, cortando verduras y tarareando, mientras Adam lavaba algunos platos. La atmósfera era cálida, y en el ambiente flotaba una calma dulce, como si los problemas de la vida se hubieran quedado al otro lado de la puerta.

Adam se sorprendía con los pequeños gestos de Darío: cómo lo miraba cada vez que él pasaba cerca o cómo le tocaba la mano de manera sutil cada vez que estaban cerca uno del otro. Ese vínculo, esa confianza, esa forma de comunicar amor en los detalles cotidianos era lo que él más valoraba. En un momento, Darío se acercó para probar un poco de salsa en el dedo de Adam, que se sonrojó de inmediato.

Darío: – ¿Viste lo bien que nos sale todo juntos, mi vida?

Adam sonrió y asintió, agradeciendo en silencio por todos esos momentos. Después de tanto esfuerzo por reconstruir su relación, sentía que cada día juntos era un regalo, una oportunidad para renovar su amor.

Tarde en el Parque

Por la tarde, decidieron salir al parque junto a Ainhoa, quien saltaba de alegría de la mano de sus dos papás. Se acercaron a la plaza, donde Darío y Adam se tomaron un respiro en un banco bajo la sombra de un árbol, observando a su hija jugar con otros niños.

Cada tanto, Darío le susurraba algo en guaraní a Adam, una frase dulce o una broma, mientras acariciaba su mano suavemente. Adam reía, y a veces se sonrojaba, disfrutando de esas palabras que sólo ellos entendían. Sabía que esas expresiones amorosas en guaraní significaban algo especial, algo que lo conectaba con sus raíces y, al mismo tiempo, con su futuro al lado de Darío.

Noche en Casa

Esa noche, después de un día completo de risas y amor, Ainhoa finalmente se quedó dormida en su cama. La casa estaba en silencio, y la luna llena iluminaba débilmente las paredes. Adam y Darío se quedaron en la sala, disfrutando de una copa de vino mientras hablaban en voz baja.

Darío se acercó y tomó la mano de Adam.

Darío: – ¿Te acordás de todo lo que soñábamos cuando éramos más chicos? Parece mentira, pero ahora tenemos todo eso y más.

Adam miró a Darío con ternura, sintiendo una ola de gratitud. Sabía que este momento, esta paz, era todo lo que siempre había querido.

Adam: – Te amo, Darío. Sos mi vida.

Ambos se sonrieron, cerrando esa noche en un abrazo profundo, uniendo sus almas en un silencio pleno de significado.

Me dediqué a perderte (Benedetto x Bareiro) (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora