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De regreso en casa, el teléfono de Oscar sonó en medio del silencio. La pantalla mostraba un número conocido: el hospital. Tragó saliva, sintiendo un peso extraño en el pecho.

— ¿Diga? — dijo Oscar contestando la llamada.

— ¿Oscar Robin? — sonó una voz femenina.

— Él habla...

Le llamo desde el Hospital Lewis con el consentimiento del Sr. Roger Robin... Su familiar, Margaret Robin, acaba de fallecer hace unos minutos... Lamentamos mucho su pérdida...

El teléfono cayó de su mano, y una oleada de dolor lo envolvió, oscureciendo el espacio a su alrededor. Oscar se sentó lentamente en el suelo, dejando que el llanto lo tomara sin reparos, como si en cada lágrima estuviera exorcizando años de heridas abiertas y silencios dolorosos.

Sam, que había estado en la cocina, escuchó el suave golpe del teléfono contra el suelo y corrió hacia él. Cuando vio a Oscar en ese estado, su propio cuerpo comenzó a temblar; su corazón se quebraba al ver al hombre que amaba, roto y vulnerable, lidiando con un dolor tan profundo. Sin decir una palabra, Sam se arrodilló junto a él y lo envolvió en un abrazo, sosteniéndolo mientras el llanto de Oscar se volvía incontenible.

Oscar se aferró a Sam como si fuera su única ancla en una tormenta. No quedaban palabras; el sonido de su llanto, fuerte y doloroso como la puñalada de una daga, llenaba el espacio mientras se dejaba arrastrar por el duelo. Sam lo sostenía con fuerza, permitiendo que todo el dolor fluyera, sus propios hombros temblando mientras compartía en silencio el peso de la pérdida de Oscar.

Pasaron los minutos, y aunque el llanto de Oscar disminuyó en intensidad, el dolor seguía latente, incrustado en su pecho. Sam, sin soltarlo, comenzó a acariciar suavemente su espalda, transmitiéndole un calor que lo anclaba a la realidad.

— Estoy aquí, Oscar... — murmuró Sam en voz baja, su voz temblorosa — No tienes que cargar esto solo.

Oscar alzó la mirada, sus ojos aún estaban nublados de lágrimas. El calor de la mano de Sam en su espalda y la sinceridad en su rostro eran un bálsamo en medio de la oscuridad.

— Sam... —susurró, con la voz rota, reconociendo que, aunque había perdido algo irremplazable, también había ganado algo igualmente profundo y vital. Ya no estaba solo.

Se quedaron así, abrazados en el silencio de la noche, mientras el dolor de Oscar encontraba consuelo en la presencia de Sam, y el vacío comenzaba a llenarse de una calidez nueva, dándole la certeza de que, por fin, tenía a alguien dispuesto a estar con él, incluso en los momentos más oscuros.

Días después...

En el centro deportivo, el ambiente entre los deportistas parecía un poco más tenso de lo habitual, y muchos notaban que Oscar estaba extraño, algo huraño, y evitaba el contacto con todos. No era común en él, y eso comenzaba a llamar la atención de quienes lo rodeaban. Jaekyung, que acababa de llegar para su sesión del día, observó cómo Oscar pasaba rápidamente frente a él, la mirada fija en el suelo, casi como si quisiera ser invisible.

Intrigado, Jaekyung miró a Dan, que ya había notado la situación desde lejos.

— Oye, Kim Dan... ¿Está todo bien con Oscar?

— No... Su madre falleció hace unos días.

Jaekyung asintió, aunque no pudo evitar sentirse preocupado. Sabía lo que era guardar el dolor dentro, y aunque no conocía bien a Oscar, sentía que algo realmente serio debía estar ocurriéndole.

Más tarde, en los vestidores, mientras Oscar guardaba sus cosas, Marvin apareció, con su característica arrogancia y esa sonrisa burlona que hacía que todos quisieran evitarlo. Lo observó desde la entrada con los brazos cruzados y se acercó lentamente, aprovechando la vulnerabilidad de Oscar para molestar.

[FANFIC/AU] Prometo Hacer Las Cosas Bien: ACTO II (Jinx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora