Estaba cansada. Cansada de que siempre fuese lo mismo. Cansada de que mi único pensamiento fuese él, siempre él. Sus grandes ojos miel, sus finos labios, su nariz con el septum plateado que le quedaba tan bien, su preciosa voz, su sonrisa, esa jodida mueca perfecta que hacía en algún momento incómodo, su pelo tan oscuro como la noche, sus camisetas de grupos de rock y sus pantalones rotos. Cada día que pasaba sin verle era un día gris como tantos otros. Siempre intentaba verle. Por las tardes me recorría la ciudad en busca de aquel chico. Hacía siempre el mismo recorrido, pasaba por lugares macabros en su busca. Me daba igual ponerme en peligro con tal de verle. Ese día le encontré, estaba en un parque del extrarradio. La luz de la luna iluminaba su rostro. Yo nunca dejaba que me viese, pero ese día no pude evitarlo. Me quedé mirándole unos instantes; observando cada movimiento. Sentía su respiración aún estando a bastantes metros de él. Necesitaba sentirla. Le necesitaba. Nuestras miradas se chocaron. El me sonrió, me dedicó una sonrisa.
-Hola Nora, ¿Qué haces aquí?
- Estaba... Paseando- otra vez me volvió a pasar. Mis palabras se perdían por mi cabeza. La voz se escondía en mi garganta.
-¿Tan tarde?- Me dijo el extrañado.
- Me gustan las calles de noche, ¿Y tú que haces por aquí, tan solo?
- Necesitaba despejarme así que he venido a montar en skate un rato. Nunca habíamos tenido una conversación tan fluida. Siempre parece que lo pasas mal hablando conmigo.
No lo pasaba mal hablando con él, todo lo contrario. Amaba que me dedicase sus palabras y su tiempo.
- No seas tonto. Ya sabes que lo que me pasa es soy muy tímida. «Y que estoy enamorada completamente de ti» ¿Estás bien?
- Sí.
- Me estás mintiendo.
-¿Cómo lo sabes?
- Se cuando una persona miente.
- Ven Nora, vamos a hablar de esto en otro sitio.
Me llevo al mirador. Desde él se veía toda la ciudad y la verdad, es que eran unas vistas preciosas.
- He visto a mi novia. Se estaba besando con otro. Muchos me decían que me hacía daño y es cierto. Joder, soy un estúpido enamorado. Quiero acabar con esto, estoy cansado de luchar y...
- Yo también.
- ¿En serio?
- Nunca he dicho nada tan en serio.
- Nora, tú vales demasiado. No te conozco apenas pero siempre que te veo estás animando a tus amigos. Muchos se llevarían un disgusto si se enterasen de que te has rendido.
- Ese es el problema. Siempre son los demás y nunca soy yo. Sé que suena egoísta, pero es que es así; estoy cansada de luchar siempre sola. Lucho en mis batallas mientras ayudo a otros a luchar en las suyas. No puedo más. Mis alas pesan más que yo. Mis alas están hechas con plumas de acero de los cuchillos. Cuchillos clavados por personas que creía importantes. Personas con las que creía que los "para siempre" existían. Era una ingenua. Necesito rendirme, necesito dejar de ser fuerte. Necesito dejar de ser una muerta andante y ser una simple muerta.
- No parece pienses así. Desprendes una luz cálida, pero en tu corazón, simplemente, no hay luz.
- En realidad sí, hay una. Una que ojalá no existiese.
- ¿Cuál?
- El amor ¿Nos sentamos?- Dije señalando la barandilla.
Dejamos nuestros pies colgando. Era extraño. Yo sufría de vértigo, pero esa vez me gustaba sentir la altura. Me gustaba sentir el vacío bajo mis pies. Me gustaba sentir el fin.
- ¿Estás segura de esto?
- Totalmente, ¿Y tú?
- Como nunca antes. Dame la mano.
Sentir su piel una última vez. Sentir el amor una última vez.
-¿Tienes miedo?
- No, ¿Y tú?
- ¿Tener miedo? La muerta es mi única amiga, siempre ha estado rondándome. Antes de poner fin a esto ¿Puedo despedirme de la persona de la que estoy enamorada, correctamente?
- Claro.
Le besé. No me podía creer que lo acababa de hacer. Eso que tanto había imaginado se había hecho realidad. Había sido valiente. Mierda, lo había hecho, joder seré estúpida.
- Lo siento, pero debía hacerlo.
- Todos los textos, todas las cartas... todo era por mí.
- No debí de hacerlo, lo siento.
- Si debías, claro que debías. Joder Nora, es lo más bonito que han hecho por mí, gracias.
- Gracias a ti por darme las fuerzas suficientes para seguir viviendo un poco más, pero se acabó.
- Si vamos a algún lado después de esto y nos encontramos todo será distinto. Te lo prometo.
- Nadie cumple las promesas.
- Yo sí.- Dijo un segundo antes de besarme.
Una lágrima recorrió mi rostro.
- Te quiero, chico raro.
- Hasta que la muerte quiera que nos volvamos a ver.
Y de la mano morimos y es que estábamos predestinados a no vivir una vida juntos, pero sí una muerte llena de vida.