¿𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 𝐖𝐢𝐥𝐥𝐢𝐚𝐦𝐬 𝐨 ... 𝐖𝐨𝐨𝐝𝐡𝐚𝐦?

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Madison y Jacob Williams habían sido una pareja joven, pero su amor se deshizo rápidamente después de su boda. Su hija, Lilith, nació de esa relación, pero desde el principio fue entregada a su padre, Jacob, pues Madison no estaba dispuesta a hacerse cargo de ella.

Lilith creció feliz junto a su padre, hasta que, a los seis años, un trágico accidente automovilístico le arrebató la vida. Sin un hogar, Lilith fue entregada a su madre, quien nunca había sido un modelo de responsabilidad. Madison, atrapada en sus propios demonios, la dejaba pasar largos períodos de tiempo sola en su habitación, entre libros y juegos solitarios. En muchas ocasiones, Lilith se quedaba horas, incluso un día entero, sin comer.

Madison vivía ahogada en alcohol y fiestas interminables. Su vida era un caos, y Lilith, atrapada en ese torbellino, no encontraba más consuelo que la soledad. Los vecinos, alarmados por la negligencia de la madre, denunciaron la situación, y los servicios sociales intervinieron. Fue entonces cuando Lilith fue enviada a vivir con su único pariente en el país: su tío Eduard Woodham.

Eduard Woodham era un hombre formidable. Jefe de la mafia local, había amasado poder y riqueza, pero nunca había formado una familia. No necesitaba otra cosa más que un heredero. Lilith, con su delicada figura y ojos azules como el océano, sería la hija que él nunca tuvo, la sucesora que daría continuidad a su imperio.

El día que se conocieron, Eduard la miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. "Qué niña tan bonita, de sobrina a hija," murmuró mientras observaba a la pequeña. Lilith, aliviada de finalmente ser rescatada de su madre, respondió con un tímido saludo.

-Hola, señor-, dijo en voz baja, mientras su mirada tímida no dejaba de esquivar la del hombre.

-¿Señor?- rió Eduard, agachándose para acariciar su cabello. -De ahora en adelante, seré tu padre, querida Lilith-, dijo, mientras la levantaba en brazos. -Te llevaré a mi hogar. Serás mi obra maestra, pequeña-. La observó con una ligera pena. -Eres muy liviana y algo pequeña para tener diez años-, dijo, más para sí mismo que para ella.

Lilith no respondió, aún demasiado abrumada por la situación. Con el papeleo de adopción firmado, Eduard Woodham se convirtió oficialmente en su padre. Al salir del edificio, fueron recibidos por un equipo de guardaespaldas, y luego abordaron una limusina de lujo. La niña, completamente atónita, observaba cómo su vida cambiaba en cuestión de horas. Ahora, era hija adoptiva de uno de los hombres más poderosos del país.

Cuando llegaron a la mansión, Lilith no podía dejar de mirar el gigantesco edificio que se alzaba ante ella. Con una risa nerviosa, dijo:

-Es... es enorme, ¿no?

-Y tú eres mi niña, pequeña -respondió Eduard, con una sonrisa satisfecha. Lilith, completamente maravillada, no podía creer lo que veía. Para ella, aquel lugar parecía un palacio.

Una sirvienta la condujo por la mansión, dándole un baño y vistiéndola con ropa elegante. Su habitación estaba decorada con juguetes y una gran televisión. Lilith, queriendo agradecer a su nuevo padre por todo lo que había hecho por ella, decidió ir a su oficina.

Al llegar, lo encontró sumido en papeles. Cuando levantó la vista, sonrió.

-Hola, pequeña. Ha pasado un buen rato desde que nos vimos, ¿qué te trae por aquí?- preguntó, jugueteando con un bolígrafo.

Lilith, aún insegura, tartamudeó: -B-bueno, señor...

-No me llames señor, querida. Dime papá o padre-, interrumpió Eduard, mientras volvía a jugar con el bolígrafo.

-G-g... gracias -dijo Lilith, nerviosa.

-¿Gracias por qué? Es mi deber cuidarte como la única figura adulta a cargo que te queda en este lugar-, replicó Eduard, sin perder su sonrisa calculadora.

Lilith, aún confundida, no supo cómo responder. Pero él continuó, como si quisiera darle una guía más clara.

-Pronto empezarás la escuela, en una institución privada. Cambiarás de nombre por tu seguridad. Además, te entrenaré en defensa personal, disparos, esgrima y etiqueta.

Lilith lo miró con sus profundos ojos azules, aún más confundida. -¿Para qué todo eso, padre? - preguntó, sin entender el propósito de tan extrañas clases.

-Pronto lo sabrás, Lilith-, respondió Eduard, con una sonrisa enigmática.

Más tarde, Lilith regresó a su habitación, su mente aún agitada por las revelaciones del día. Jugó con los nuevos juguetes, aunque sus pensamientos eran más maduros que los de una niña de su edad. A pesar de ser tan joven, su intelecto destacaba. Aún no había ido a la escuela, pero su vecino, un hombre mayor que ella consideraba su abuelo, le enseñó a leer y a comprender libros que desafiaban su comprensión. A menudo leía novelas y poesías, materias que, para otros niños, podrían parecer complicadas, pero para Lilith, eran lo más natural del mundo.

Después de un largo día de emociones y nuevas experiencias, Lilith se quedó dormida en su enorme cama. El sueño la abrazó, pero en su mente resonaba la extraña sensación de que su vida, ahora bajo el control de su nuevo padre, acababa de comenzar.

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Continuará....

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⏰ Última actualización: Nov 21 ⏰

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Por Siempre Tuya, Cariño. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora