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Dos días después de haber salido de la clínica, el pelinegro comienza a sentir que su herida finalmente está cicatrizando. Aunque todavía le duele al moverse, puede levantarse y caminar con más facilidad. Tommy, siempre vigilante, lo anima a salir a explorar la comunidad.
—Te hará bien, Jesse. Todavía no ves todo el panorama de la comunidad.—
Jesse, aún algo reacio, finalmente acepta. Se ajusta la venda en el hombro y sale de la casa, decidido a ver más de este refugio que hasta ahora le parecía irreal.
Mientras recorre las calles de Alexandria, no puede evitar sentirse asombrado. La comunidad es un reflejo del mundo que había olvidado: jardines bien cuidados, niños jugando en la calle, adultos riendo mientras realizan tareas cotidianas cómo arreglar el césped. La normalidad del lugar lo abruma. Se asoma a una ventana y ve a una familia compartiendo una comida. Más adelante, observa a un grupo de mujeres, bromeando sobre recetas de cocina.
Aunque intenta mantener un perfil bajo, no puede evitar que algunas personas lo miren con curiosidad. Es joven, nuevo, y su aspecto algo "diferente" resalta entre los habitantes de Alexandria. Jesse, sin embargo, no presta atención a las miradas; está demasiado enfocado en absorber todo lo que ocurre a su alrededor.
En un momento, se detiene junto al muro, donde un grupo de hombres y mujeres organizan las rondas de vigilancia. Uno de ellos lo observa detenidamente y le lanza un comentario en voz baja a su compañero, pero Jesse, ya acostumbrado a ser objeto de desconfianza, simplemente sigue caminando.
