Dudas y Distancia

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A medida que avanzaban los días, la relación entre Kevin y Barbara se tornaba cada vez más inestable. Aunque ambos se querían, ciertas dudas habían comenzado a brotar en Kevin, especialmente después de que Alex reapareció en la vida de Barbara. Para ella, Alex no era más que un amigo, pero Kevin no lograba librarse de la inquietud. Sabía que esos pensamientos no lo llevaban a nada bueno, pero su mente parecía atrapada en ese constante círculo de celos y dudas.

Un día, mientras Barbara le contaba que había quedado con Alex para hablar de un proyecto en el que él estaba involucrado, Kevin sintió la necesidad de asegurarse de que todo estaba bien. Así, en un impulso que no pudo controlar, decidió seguirlos en secreto hasta el café donde se reunieron.

Desde la otra acera, observó cómo conversaban y reían, y aunque sabía que era incorrecto, su inseguridad lo llevaba a sacar conclusiones apresuradas. Sin embargo, en un giro del destino, Barbara lo descubrió cuando salía del local junto a Alex.

“¿Kevin?” exclamó sorprendida, mirándolo con una mezcla de asombro y decepción. Kevin, paralizado, no encontraba palabras para justificar su presencia allí. Antes de que pudiera explicarse, ella se adelantó.

“¿Me estabas siguiendo? ¿No confías en mí?” Su voz sonaba contenida, pero Kevin notaba que detrás de su tono sereno había un enojo evidente.

Él intentó balbucear una disculpa, pero antes de que pudiera terminar, Alex, con una expresión burlona, se acercó y le dijo: “Tranquilo, Kevin. Yo sé cómo calmarla. No te preocupes, estará bien conmigo.”

El tono burlesco de Alex encendió una chispa en Kevin, pero no pudo decir nada antes de que Barbara lo mirara con una expresión fría y decepcionada. “No puedo creer que no confíes en mí,” dijo ella, con un tono de dolor que hacía que Kevin se sintiera aún más pequeño. Luego, sin mirar atrás, se alejó junto a Alex, dejando a Kevin allí, inmóvil y sintiéndose terriblemente avergonzado.

Los días siguientes fueron complicados para Kevin. Cada intento de acercarse a Barbara terminaba en conversaciones cortantes y evasivas. Sus respuestas eran frías, y siempre parecía haber una excusa para no hablar en profundidad. Cada vez que le enviaba un mensaje para arreglar las cosas, ella respondía: “Hablamos después, ¿sí?” Las palabras resonaban en su mente, y la distancia entre ambos parecía agrandarse con cada día que pasaba.

Fue en medio de ese estado de ánimo que Kevin conoció a Camila, una chica de su clase que, al notar su semblante decaído, se acercó para preguntarle cómo estaba. En un principio, Kevin solo respondía con monosílabos, evitando mostrar lo vulnerable que se sentía. Sin embargo, con el paso de los días, la simpatía y el apoyo de Camila lograron que él comenzara a abrirse un poco.

Camila siempre estaba allí, brindándole una palabra amable o escuchándolo en silencio cuando él necesitaba desahogarse. Aunque Kevin intentaba no pensar demasiado en sus problemas con Barbara, cada conversación con Camila hacía que sus dudas aumentaran.

“¿Sabes? Creo que deberías pensar en ti mismo antes que en los demás,” le dijo un día mientras caminaban juntos por el campus. “A veces, cuando alguien te rechaza o te aleja, es porque no te valora lo suficiente.”

Kevin asintió, sintiendo que sus palabras daban voz a lo que él mismo estaba empezando a pensar. Recordó los intentos fallidos de hablar con Barbara, las veces en que ella parecía ignorarlo, y sintió una mezcla de tristeza y resentimiento.

Camila lo miró de reojo, notando el efecto de sus palabras en él, y continuó: “Kevin, eres una gran persona. No deberías sentirte mal por alguien que no está dispuesta a darte la atención que mereces. A veces, lo mejor es soltar aquello que nos hace sentir pequeños.”

Las palabras de Camila comenzaron a hacer mella en Kevin. A cada momento que pasaba junto a ella, se sentía más comprendido y apoyado. Camila sabía cómo alentarlo sin juzgarlo, y eso lo hacía sentir bien. Aunque su lealtad estaba con Barbara, la compañía de Camila le ofrecía un refugio en medio del caos emocional que estaba viviendo.

Una tarde, luego de clases, Camila y Kevin se sentaron en un pasillo tranquilo de la universidad. La conversación fluía sin esfuerzo, y Camila aprovechó para darle más consejos.

“No quiero verte triste, Kevin,” le dijo, mirándolo con ojos llenos de compasión. “Mereces estar con alguien que te valore, que no te haga sentir menos.”

Kevin la miró, sintiendo que cada palabra resonaba profundamente en él. Había intentado de todo para hablar con Barbara, para recuperar lo que tenían, pero ella seguía siendo distante. Quizás, pensó, Camila tenía razón y era momento de centrarse en su propio bienestar.

Entonces, en medio del silencio que había caído entre ambos, Camila se inclinó hacia él. “Oye, tengo algo que decirte al oído,” le susurró con una sonrisa suave.

Kevin se acercó, creyendo que iba a escuchar alguna broma o un comentario bajo, pero en lugar de eso, sintió los labios de Camila rozando los suyos en un beso sorpresivo. Ella se apartó despacio, con una expresión segura y un brillo en los ojos que revelaba sus verdaderas intenciones.

“¿Ves? Hay personas que sí saben valorarte,” dijo en un tono firme y casi desafiante. Kevin, aún sorprendido, se quedó mirando a Camila mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder.

El Laberinto Del DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora