Carta no enviada

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La lluvia golpeaba suavemente el cristal de la ventana, un sonido monótono que parecía borrar el ruido del mundo exterior. Ray estaba sentado en el mismo sillón del estudio, la guitarra descansando sobre su regazo. Pero esa noche, la música no era lo único que invadía sus pensamientos. La melodía en su mente era una mezcla de voces y risas lejanas, y lo que sentía, aunque distante, no se podía deshacer.

Miraría un cuaderno que tenía en la mesa y lo tomaría, también agarrando un lápiz. —Tal vez esto me alivie un poco, más que las canciones. — Empezaría a escribir una carta

Querida Emma

Te escribo esta carta porque no encuentro otra forma de decirte lo que siento, ni tengo el valor de hacerlo mirándote a los ojos. Quizás ni siquiera quiero verte, o tal vez, lo que en realidad deseo es que no me veas más. Porque lo que vengo a decirte no es fácil, y lo que siento por ti, ya no puedo llevarlo más.

Si llegas a leer esto es porque tuve el valor de pedirle a Nat que lo enviara. En este momento ya me habré ido para otro país.

A lo largo de todos estos años, he guardado en silencio lo que significas para mí. He intentado ser tu amigo, tu confidente, el que está allí cuando lo necesitas. He visto cómo te entregabas a Norman, cómo tu corazón parecía no caber en ese amor perfecto y en su vida perfecta, y mientras tanto, el mío se deshacía. Te amaba en silencio, sin que lo supieras. Y por mucho que intenté ser lo que esperabas que fuera, no podía seguir viviendo esa mentira. Porque al final, la mentira no es solo sobre lo que ocultamos a los demás, sino sobre lo que nos ocultamos a nosotros mismos.

Hoy, después de todo lo vivido, entiendo que no somos los mismos. Ya no puedo ser el amigo que siempre estuve para ti. Las palabras no sirven cuando lo único que queda es un vacío que no se llena. He decidido alejarme, no porque no te ame, sino porque el amor que siento por ti ya no me pertenece. No me pertenece a mí, ni a ti.

Recuerdo el primer día que te conocí. Era un día tranquilo en el electivo de artes. Te había visto alguna vez, pero ese día te conocí mejor. No pensé que serias tan importante para mí, esperé que fueras una persona pasajera, pero tener que pintarte hizo que te tomara un cariño a pesar de no conocernos. Todo en ti era brillante.

Desde aquel momento, sentí que algo en mi vida había cambiado. De alguna manera, sin decir una sola palabra, ya sabías cómo hacer que todo pareciera mejor, cómo sacar lo mejor de mí sin ni siquiera intentarlo. Y yo... yo solo trataba de seguirte, de mantener el paso mientras tú caminabas tan decidida, tan llena de sueños y de vida.

Recuerdo la promesa que hicimos. "Siempre estaremos juntos, ¿verdad?", lo prometimos con el meñique... Siento no haber mantenido mi promesa. Al parecer tendré que hacer lo de la canción, ¿no?

Quiero que sepas que siempre estuve allí, a tu lado. Aunque no siempre lo supieras, aunque muchas veces me quedara callado, observándote desde lejos, yo te vi crecer. Vi cómo comenzaste a brillar en todo lo que hacías, cómo te ibas abriendo al mundo, mientras yo seguía atrapado en mis dudas. Tal vez fue ahí, en esos momentos, donde algo empezó a romperse, algo que no supe reconocer hasta que ya era tarde. No sabíamos que, por mucho que nos quisiéramos, nuestras vidas tomarían rumbos diferentes.

Emma, tú sabías lo que querías. Y yo nunca supe si estaba dispuesto a luchar por lo que realmente quería. Recuerdo cuando me contaste sobre Norman. Yo lo sabía, pero no lo acepté hasta que ví el brillo en tus ojos, ese brillo que nunca había visto en ti cuando hablabas de mí, pero que siempre estuvo allí cuando hablabas de él. Fue en ese momento que entendí que mis promesas, nuestras promesas, habían quedado atrás, olvidadas en algún rincón de nuestra historia. 

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