➷ | Capítulo 12: Romper las reglas | ➹

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Aiden King

—¡A tu derecha, Aiden! —gritó Dominik, su voz resonando con autoridad. La adrenalina corre por mis venas mientras esquivo al tipo que viene hacia mí con una navaja. Con una precisión casi elegante, le corté el cuello. La sangre brotó de su herida, empapando el suelo polvoriento. Este no era el primer tipo que había derribado y, desde luego, no sería el último.

Dominik, como siempre, se movía con la gracia y letalidad de un cazador experimentado. Antes de que el siguiente pobre diablo pudiera siquiera disparar, él ya había girado y estaba sobre él. La bala rebotó en el suelo, creando una nube de polvo que apenas nos molestó. En un parpadeo, Dominik desarmó al tipo y le destrozó la cara con la culata del arma. El crujido de sus huesos resonó en el aire mientras el cuerpo caía. Sin inmutarse, vació el cargador en el pecho inerte.

A mi izquierda, Rowan avanzaba hacia la camioneta con la voracidad de un lobo hambriento. No era la primera vez que lo veía actuar así; cada movimiento suyo era letal y preciso. Dos desgraciados tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino. Su daga era una extensión natural de su brazo, cortando el abdomen del primero con una facilidad espeluznante. El segundo, cegado por la furia, se lanzó sobre él, pero Rowan lo despachó con un golpe mortal a las sienes. El hombre cayó como una marioneta sin vida, su maldita existencia se apagó en un instante.

El campo de batalla estaba lleno de gritos, disparos y el choque de metales. Esquivaba las balas casi por instinto, sintiendo el roce de una en mi muslo. El dolor era agudo, pero irrelevante. Llevábamos demasiado tiempo en esto como para dejarnos detener por algo tan insignificante.

Otro enemigo apareció por mi derecha. Con un movimiento preciso, le di un codazo en la cara, rompiéndole la nariz. Un segundo golpe en el estómago lo hizo doblarse, y lo derribé con una zancadilla. Cayó al suelo como un saco de papas, levantando una nube de polvo. Le quité el arma y vacié el cargador en su rostro sin pensarlo. Luego, apunté al siguiente pobre infeliz que se acercaba y le dispare con igual frialdad.

Cinco más. Solo cinco más entre nosotros y nuestro objetivo. Dominik y yo nos lanzamos hacia ellos con la confianza y ferocidad de quienes saben que están destinados a ganar. Cada golpe, cada disparo, estaba meticulosamente sincronizado por nuestros años de entrenamiento y experiencia. No estábamos ni de cerca luchando por sobrevivir; aunque este no era literalmente nuestro territorio, era nuestra misión, y cómo siempre, lo íbamos a cumplir como los mejores que somos.

Rowan, con la misma determinación implacable, se dirigía nuevamente a la camioneta. Los dos guardias que la protegían eran apenas un obstáculo menor. Con una eficiencia fría, cortó la garganta del primero y le clavó sus dagas en los ojos al segundo. El grito de dolor fue breve antes de que ambos cayeran muertos.

El sol se ponía en el horizonte, pintando el cielo de un rojo profundo que reflejaba la intensidad de nuestra pelea. El aire se llenaba con polvo y sangre, pero nada de eso nos importaba. Para nosotros, esto era solo otro día en la tarea.

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Arcanum, un lugar donde los débiles no tienen oportunidad. Aquí, o usas el cerebro y llegas a la cima, o dejas que tu corazón te arrastre al abismo, sin siquiera alcanzar el primer escalón. Es un entorno que devora a los débiles y consume a los imprudentes.

En este lugar, matamos; nuestras víctimas son escorias inmundas que no merecen vivir. Encontramos un placer oscuro en el acto, es como un éxtasis que nos consume, una liberación intensa que va más allá de la mera violencia.

Con pasos firmes, rodeo la mesa. En un movimiento brusco, estampo la cabeza del hombre contra la superficie dura. El crujido seco de su nariz al romperse me arranca una sonrisa de satisfacción. La sangre comienza a fluir, manchando la mesa con su oscura vitalidad.

De Secreto y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora