CAPÍTULO XXIV

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TAVI

Sus pasos son suaves, medios, cautelosos y, aunque se dirige hacia Bruno, no aparta la vista de mí.

No puedo creer que me volví loca de celos por una gata, pero es que cuando lo escuché hablar por teléfono me imaginé mas una perra, pero de raza humana, de esas que se le han de abalanzar  a  Bruno a diario, como la Martha Maldita.

Sin embargo esta es una hermosa gatita calicó, pequeña y gordita, calculo que no ha de tener ni un año de edad.

Su pelaje es largo y  está bien cuidado, si hablara le pediría su rutina de cuidado, aunque esa pregunta me la puede responder Bruno.

El color dominante es el blanco con manchas negras y naranjas esparcidas por su cuerpo regordete, pareciera una hermosa pintura abstracta y cuando llega junto a Bruno y se sienta altiva a sus pies, logro distinguir que con sus colores bordeando el blanco de su pecho y patas forma un curioso corazón.

—     ¿Estas más tranquila, bebé? — me dice Bruno con una sonrisa de suficiencia, pero la gata, Rosalía, se levanta y empieza a frotarse en sus pies como si estuviera marcando su territorio.

—     Yo… este, si — admito, él asiente complacido y empieza a avanzar hacia mí, pero se detiene y antes levanta a Rosalía.

La gatita se complace en ser abrazada por Bruno, pero me mira altanera desde su lugar en sus brazos, como diciendo, yo llegué primero a su vida.

—     Rosalía, preciosa, ella es Octavia — le dice al minino — Octavia, bebé, ella es Rosalía.

La presentación es formal y adecuada para este primer encuentro entre ella y yo, y ya que he salido de mi estupor me permito acercarme a la gatita, ahora encantada de conocerla.

Desde que Steven y Dina murieron ya no se permitieron animalitos en casa y todos estuvimos de acuerdo, pero  ahora me doy cuenta que en el fondo me hubiera gustado tenerlos, pero, al igual que mis padres, estaba de luto y asustada al mismo tiempo de intentar volver a llenar ese vacío.

—     Mucho gusto, Rosalía — la saludo y me acerco más para verla y que me vea mejor.

Sin embargo Rosalía se muestra cautelosa ante mi presencia, como preguntándose qué hago yo aquí y cuál es exactamente mi papel en la vida de Bruno, y cuando extiendo la mano para acariciar su hermoso pelaje, la muy diva se aleja y se acurruca más al pecho de él.

No la presiono y retiro mi mano, no quiero estresarla y que reaccione arañándome o algo así.

—     Creo que no le gusto.

—     ¿Es así Rosalía? — le pregunta a la gatita y ésta responde con un ronroneo y se frota más a él. — solo eres un poco tímida al principio, ¿Verdad?

No creo que ese sea el motivo, pues no parece tímida, más bien parece una reina sentada en su trono y a mí me mira como si fuera una simple plebeya.

Bruno cierra la distancia entre nosotros y me toma de la cintura por un lado, manteniendo a Rosalía del otro.

—     Vamos, siéntate — me guía hasta donde está la sala de estar, bajamos un escalón que marca un desnivel que separa el recibidor de la amplia y lujosa sala.

Ambos nos sentamos, pero él mantiene a Rosalía en su regazo, al parecer ella tampoco está dispuesta a irse.

Aunque me muero de ganas por acariciarla y cargarla, no me atrevo a hacerlo y Bruno debe ver el anhelo en mis ojos.

—     Dale tiempo, no es una chica fácil.

Asiento dándole la razón.

—     ¿Por qué le pusiste Rosalía?  ¿Te gusta la cantante?  — pregunto queriendo saber la historia de su nombre. Quiero saber todo lo que pueda relacionado con Bruno y el nombre de su gatita me parece la forma más adecuada de empezar dadas las circunstancias.

BESAR LA LLUVIA [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora