Todo parecía tranquilo en la aldea hasta que un destello en el cielo rompió la calma de la noche. Un portal oscuro se abrió, y dos figuras emergieron de él: Kaguya Ōtsutsuki y Kurama, el mítico zorro de nueve colas. Pero algo no estaba bien. Kurama, quien antes había sido un aliado, tenía los ojos velados por un extraño poder, y sin dudarlo, comenzó a atacar la aldea.
Boruto y Sarada, alertados por el caos, corrieron hacia la plaza central, dejando temporalmente a sus hijas Naomi y Hikari bajo la protección de Dorago, el joven discípulo de Boruto. Mientras se dirigían al centro de la aldea, Boruto sintió el peso de la decisión que debía tomar. Kurama debía ser detenido, pero el esfuerzo necesario era colosal, y su chakra ya estaba exhausto después de tantas batallas previas.
Al llegar, Boruto y Sarada se encontraron con una visión desoladora: Kurama, bajo el control de Kaguya, destruía todo a su paso. Los aldeanos intentaban huir, y el ambiente estaba lleno de desesperación.
—¡Tenemos que detenerlo antes de que sea demasiado tarde! —gritó Sarada, mirando a Boruto.
Sin embargo, Boruto, agotado, apenas podía mantenerse en pie. Sarada lo tocó en el rostro, notando su cansancio.
—No estás en condiciones de seguir luchando —dijo, preocupada.
Boruto, con determinación, la miró a los ojos.
—Si no lo hago, toda la aldea y nuestras hijas estarán en peligro. Debo sellarlo otra vez.—
Sarada le tomó las manos, angustiada.
—¡No puedes hacerlo! El esfuerzo te mataría… y no puedo perderte.—
—Si no lo hago, perderemos todo. Si algo me pasa, Dorago cuidará de ellas.—
Con el corazón roto, Sarada sabía que no podía detenerlo. Pero le pidió que pensara en una alternativa.
—Si lo sellas en ti, no resistirás el peso del chakra de Kurama—dijo, con tristeza. Sabía que no había otras opciones.
Boruto asintió. No tenía tiempo para contemplar muchas alternativas, así que con el corazón apesadumbrado y lágrimas a punto de brotar de sus ojos, apretó la mano de su esposa y murmuró:
—Es demasiado riesgoso. Si lo hago solo, el sello podría fallar. Pero si usamos a una de las niñas, podríamos dividir el chakra de Kurama entre los dos. Ella solo heredaría una pequeña fracción… suficiente para contener su poder, pero sin los riesgos de llevar la bestia completa dentro.—
Con una tristeza resignada, Sarada asintió. Sabía que Boruto había tomado una decisión irreversible. Boruto creó un clon y lo envió rápidamente a buscar a las niñas en la cabaña. Mientras tanto, Sarada comenzó a preparar un área de sellado improvisada en el suelo, mientras Kurama avanzaba, lanzando golpes y rugidos que hacían temblar toda la aldea.
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Desde una distancia segura, Dorago observaba a las hijas de su sensei, Boruto y Sarada. Estaban en una cabaña resguardada, pero incluso desde allí se oían los rugidos de la bestia y los gritos de la gente. Hikari y Naomi, ajenas al peligro que acechaba sobre su aldea, dormían plácidamente.
En la cabaña, Dorago observaba a las pequeñas Hikari y Naomi, ambas envueltas en adorables mamelucos. Naomi llevaba un atuendo decorado con el símbolo del clan Uchiha en el hombro derecho y el símbolo Uzumaki en el izquierdo. Hikari, por su parte, estaba en un mameluco inspirado en Kurama, con las puntas negras como detalle.
—Aww… —murmuró Dorago, sintiendo una mezcla de ternura y responsabilidad al verlas.
Sin previo aviso, el clon de Boruto apareció en la cabaña, agotado y jadeante, con un rayo amarillo como rastro, pidiendo a Dorago que tomara a las niñas y las preparara para salir. El discípulo, asustado y sin saber cómo reaccionar, obedeció de inmediato, recordando las enseñanzas de su maestro.
Mientras tomaba a Naomi y a Hikari en brazos, y las cargaba, tuvo una extraña visión: figuras conocidas parecían rodear a las niñas. Eran nada menos que los espíritus de Naruto, Sakura, Sasuke e Hinata, observando a las pequeñas con una mezcla de nostalgia y cariño. Y tal como llegaron, las figuras comenzaron a desvanecerse de la nada.
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Cuando su discípulo llegó con las niñas, Boruto las miró con ternura, sabiendo que estaba por tomar una decisión que cambiaría sus vidas para siempre.
—Escuchen, pequeñas… pase lo que pase, quiero que recuerden que mamá y papá siempre las amarán —dijo Boruto con voz suave, tratando de ocultar el temor que sentía.
Naomi, confundida, intentó estirar su pequeña mano hacia su madre, que se encontraba peleando contra una amenaza que su instinto le decía que no era buena, mientras Hikari, apenas comprendiendo lo que sucedía, miraba a su padre con sus grandes ojos llenos de inocencia.
Boruto, sosteniendo a sus hijas mientras las ponía en el área del sellado, le habló a Dorago.
—Dorago, eres fuerte y valiente. Cuídalas si algo sale mal.—
Dorago asintió con un nudo en la garganta, sabiendo que lo que estaba a punto de suceder era más de lo que jamás había imaginado.
Boruto, entonces, se dirigió hacia el altar de sellado, decidido. Sin embargo, justo cuando comenzó a hacer los sellos, Kaguya lanzó una aguja oscura de su propio cabello, directo hacia las niñas. Boruto reaccionó instintivamente, interponiéndose en la trayectoria de la aguja, pero no fue lo suficientemente rápido para detenerla completamente. La aguja lo atravesó, hiriéndolo de gravedad y provocando que una de su hija más chica saliera disparada hacia los aires, pero rápidamente fue salvada por su discípulo.
Boruto, herido y debilitado, terminó los sellos, invocando al Shinigami, la temible parca. Cuando la figura apareció, preguntó con voz fría:
—¿Qué deseas, mortal?—
—Sella el chakra de Kurama —dijo Boruto—, una mitad en Hikari, la otra en mí.—
El Shinigami aceptó y comenzó a sellar a Kurama. Sin embargo, el cuerpo de Boruto estaba tan debilitado que no resistió y falleció antes de que el proceso terminara. La otra mitad de Kurama, sin más opciones, fluyó hacia Hikari, quien, aún en su inocencia, aceptó el poder sin comprenderlo del todo.
Sarada, viendo el sacrificio de su esposo y el estado de su amada aldea, junto con las tropas enemigas que aumentaban sin cesar, supo que debía actuar. Con todas sus fuerzas, comenzó a hacer sellos, sabiendo que ese jutsu traería la victoria de su aldea, pero a costa de su vida. Decidida, terminó de hacer el último sello y susurró las palabras del jutsu prohibido.
—Ruptura de Tiempo… —murmuró, sabiendo que su uso significaría su propia muerte.
El tiempo pareció detenerse. Kaguya y su ejército desaparecieron, mientras Sarada caía al suelo, agotada. El jutsu no solo la consumiría, sino que alteraría la realidad: los recuerdos de Boruto y ella se desvanecerían en la mente de todos, y el tiempo retrocedería en algunos aspectos, borrando las huellas de la batalla.
Con un último esfuerzo, Sarada miró a sus hijas y a Dorago, susurrando sus últimas palabras:
—Cuídate, Dorago. Dales una vida donde puedan ser felices… por favor —
Y con eso, cerró los ojos, entregándose a la eternidad junto a Boruto.
---Años Después
Dorago despertó en la misma cabaña, con un sentimiento de vacío que no podía explicar. Miró a las pequeñas, ahora algo más grandes, vestidas de manera peculiar. Hikari llevaba un atuendo que recordaba al de Naruto en su juventud, y Naomi usaba uno similar al traje de Sasuke.
Las niñas se acercaron a él, con energía y curiosidad.
—¡Hermano, despierta! —gritó Hikari, tirando de su brazo—. ¡Tenemos que entrenar!—
Naomi asintió, sonriendo de manera traviesa.
Dorago sonrió, recordando vagamente los últimos deseos de Boruto y Sarada, aunque los detalles de sus vidas y sacrificios eran confusos en su mente. Sabía, sin embargo, que tenía una misión: proteger a esas niñas y prepararlas para el futuro que les esperaba.
—Vamos, entonces —respondió, llevándolas al campo de entrenamiento. Miró el cielo, recordando una promesa hecha hace mucho tiempo.
En lo profundo de su ser, aún guardaba la memoria de Boruto y Sarada, y aunque el tiempo había borrado mucho, su lealtad hacia ellos seguía viva.
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(LA HIJA DE BORUTO Y SARADA)UN CAMINO DIFERENTE AL RESTO
Fiksi PenggemarEsta historia se trata de las hijas mellizas de boruto y sarada,más específico en la primogénita y como lideara con la bestia que tiene enserrada en ella LEER PARA SABER MÁS TODOS Los DERECHOS A SU RESPERTIVO CREADOR YO NO SOY CREADORA DE NARUTO Y...