CAPÍTULO 20: PESADILLAS REALES Y ALGO MÁS

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No me dí cuenta en qué momento me dormí, pero el colapso que tuve en mi despacho,  sentía como mi mundo por un momento se me vino encima al recordar todo lo que viví, me daba miedo volver a repetir la historia y que esta vez sí no saliera de allá,  lo que no contaba era que en mi "supuesto descanso" soñara todo lo que viví de nuevo y más, pero esta vez viera en mis pesadillas que eran reales la parte más oscura de lo que vivimos mi mentor y yo.

"La desesperación y la violencia del cautiverio fue notoria en mi cautiverio, no todas las noches eran de revelación y sabiduría. Había momentos de desesperación profunda, cuando la violencia de nuestros captores rompía el frágil equilibrio de nuestra existencia. La brutalidad con la que nos trataban
era una constante amenaza, recordándonos que estábamos a merced de aquellos que nos consideraban peligrosos. Una noche, los guardias irrumpieron en mi celda. Sus rostros eran sombras amenazantes en la penumbra, y sus manos, firmes y crueles, me arrastraron fuera. Mi maestro gritaba mi nombre desde su celda, su voz llena de una mezcla de desesperación y rabia, me partía el alma oírlo allí desesperado sin poder hacer nada, sin poder ayudarme, sin poder proteger aquel niño que él vivo crecer que a pesar de que estaba frente de su presencia todo un hombre, se que seguía siendo ese niño ante sus ojos, era su hijo, su desespero por hacer algo como un padre se desespera cuando a un hijo le sucede algo y no puede protegerlo así lo sentí. Fui llevado a una sala de interrogatorios, un lugar dónde la luz era un arma tanto como cualquier instrumento de tortura, era obvio que venir de la total oscuridad o algo de medio claridad a colocarme un foco de luz en la cara y de paso el calor eso hubiese vuelto loco a cualquier persona.

—"ALEC MILANGELO STORM GARCIA". — Dijo uno de los captores, su voz gélida y desprovista de emoción.

—"Sabemos quién eres. Sabemos lo que sabes. Y queremos que
entiendas que hay cosas que no deben ser reveladas."

La tortura no era solo física. Era psicológica, una guerra contra mi mente y mi voluntad. Pero cada golpe, cada amenaza, solo reforzaba mi determinación. Sabía que mi maestro estaba en una celda cercana, escuchando,
sufriendo conmigo en silencio, queriendo salvarme de ese momento de angustia y desespero, sabía que debía resistir, no sólo por mí, sino por la promesa que le había hecho.
La esperanza en medio de la oscuridad, a pesar de la brutalidad y la desesperación, había momentos de esperanza.
Mi mentor, aunque debilitado por años de cautiverio, mantenía una luz interior  que se negaba a ser extinguida. Sus enseñanzas, sus palabras de aliento, y su
propia resiliencia eran un faro en la oscuridad.

—"Recuerda, Alec," me decía, "la oscuridad no puede prevalecer sobre la luz, todo lo que han hecho para mantenernos aquí, para mantener al mundo en
la ignorancia, puede ser deshecho con la verdad."
Estas palabras eran mi ancla. Sabía que mi misión era más grande que mi  propio sufrimiento. Sabía que debía salir de ese lugar y compartir nuestras verdades con el mundo. La promesa que le hice a mí se convirtió en mi razón de ser, una misión que me dio fuerzas para soportar lo insoportable y
encontrar un camino hacia la libertad. La redención y el compromiso final, la noche antes de mi liberación, mi maestro y yo tuvimos una última conversación. Sus fuerzas flaqueaban, y podía ver el desgaste en su rostro, pero sus ojos seguían brillando con esa intensidad que solo aquellos que han visto la verdad pueden poseer. —" Alec,",— Dijo con voz débil pero firme. — "Cuando salgas de aquí, cuando estés libre, no olvides lo que hemos hablado. No olvides la promesa. El mundo necesita saber. Tú eres el portador de esa verdad. No dejes que te silencien." —Le prometí una vez más que cumpliría con nuestra misión, con un nudo en mi garganta, con lágrimas en mis ojos, pero con mi corazón latiendo más fuerte que nunca. Le prometí que
escribiría, que revelaría, que lucharía por la verdad hasta el último aliento. Y así, con esa promesa grabada en mi corazón, me preparé para el día en que
finalmente vería la luz del sol de nuevo. En el silencio de mi celda, comprendí que mi misión era más importante que nunca. Debía continuar mi lucha por la verdad y la justicia, utilizando
cada herramienta a mi disposición para empoderar a otros y desmantelar las estructuras de control que nos mantienen esclavizados. Mi verdad es el comienzo de esa misión, una promesa a mi maestro  y a todos aquellos que buscan la verdad, de que no descansaré hasta que la libertad y la justicia prevalezcan. El momento durante la última semana de nuestro secuestro, supe que el momento del
escape había llegado. Sin tener una noción clara del tiempo, los últimos días en el encierro, mi mente solo pensaba en una cosa: cómo comprobar los sucesos cuando fuera libre. Sabía que mis palabras no serían suficiente así que decidí respaldar lo que sabíamos y habíamos vivido en líneas, un libro que no solo respaldará todo, sino que fuera la puerta a la verdad de todo esto, pero eso no sería suficiente
evidencia para demostrar nuestro secuestro. Necesitaba algo más tangible, algo que pudiera sostenerse por sí solo en el tribunal de la opinión pública.Un día, mientras me llevaban de la celda al cuarto de interrogación, me percaté de una cámara tirada en el suelo junto al escritorio de los guardias. No era la primera vez que la veía; con ella solían tomar fotos de nosotros para demostrar a sus jefes que seguíamos capturados. Una cámara sencilla, pero suficiente para lo que necesitaba. En el primer descuido de regreso a la celda, la tomé. Sabía que no tendría muchas oportunidades de usarla, ya que la batería estaba al 18%. Decidí utilizarla solo cuando realmente valiera la pena, en el momento correcto.
El día del rescate, la oportunidad de huir se presentó cuando mi maestro estaba en su celda. Silenciosamente, pasé por su celda antes de escapar, deseando conversar con él cara a cara por primera vez en más de 20 años. Ese breve encuentro duró aproximadamente cuatro minutos.Intercambiamos palabras de esperanza y estrategias, recordándonos
mutuamente la importancia de mantener la mente fuerte. En esos momentos de conexión, recordé la cámara. Sin pensarlo dos veces, la saqué y tomé una foto rápida de mi maestro. Sabía que cada segundo contaba,
así que tomé la foto y corrí hacia la salida, rezando para que el ruido de la cámara no alertara a los guardias.Días después del escape, al revisar las fotos, me di cuenta de que esta no era
la única imagen de mi maestro. La cámara contenía varias fotos de ambos, tomadas por los secuestradores como prueba para sus superiores. Decidí hacer pública esta foto en particular porque fue capturada el último día, el único día que pude conversar cara a cara con
mi maestro por unos minutos. Las demás veces que hablamos, nos separaban paredes de concreto, un largo pasillo y una celda.El riesgo de tomar esta fotografía no fue una tarea fácil. Cada sonido, cada movimiento,
tenía que ser calculado para no alertar a los captores. La posibilidad de ser descubierto con la cámara y las fotos era un riesgo que debía asumir. Sin
embargo, la necesidad de documentar nuestra realidad superaba el miedo. Con nervios de acero y una determinación férrea, hice clic en el botón del
obturador, consciente de que este momento podría ser nuestra única oportunidad para dejar un rastro de nuestra existencia y sufrimiento.

Tu... Mi Rame....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora