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Al principio, todo parecía claro. Ellos se habían embarcado en un juego sutil de venganza, aprovechando las grietas en sus relaciones para llevar a cabo un plan. Al principio, se limitaban a los mensajes, unas cuantas fotos bien puestas y la coartada perfecta para justificar las salidas juntos. Pero con el paso de los días, las interacciones empezaron a volverse más frecuentes, las mentiras más elaboradas, y los encuentros más espontáneos.

Lo que comenzó como una estrategia para causar celos, para mostrarles a sus parejas lo que se sentían ignorados, pronto se convirtió en algo más grande, más habitual. Los mensajes ya no eran solo respuestas rápidas a una foto o una charla sin importancia. Ahora, las conversaciones se alargaban, el contacto se hacía más frecuente y las mentiras, cada vez más creíbles.

Minho, por ejemplo, había comenzado a contarle a su pareja que se quedaba más tarde en el trabajo o que tenía que reunirse con unos amigos para una salida de última hora. Las excusas que antes parecían inofensivas, ahora tomaban un tono más convincente. Y, por supuesto, todo estaba diseñado para que su pareja no sospechara nada. Después de todo, ¿quién pensaría que realmente estaba aprovechando esas excusas para encontrarse con el otro en lugar de cumplir con esos compromisos de trabajo?

Hyunjin, por su parte, no era diferente. Para justificar sus encuentros, comenzó a inventarse pequeñas mentiras para contarle a su pareja. “Voy a salir con unos amigos, solo para despejarme”, decía, mientras se deslizaba hacia su encuentro con el otro, sabiendo que su novio no sospecharía nada. ¿Quién podría imaginar que él estaba fingiendo serle infiel a la misma persona que le había traicionado a él? El plan, aunque basado en rencor, estaba funcionando. Pero, al mismo tiempo, les estaba costando más de lo que habían anticipado.

Un día, después de que uno de ellos le dijera a su pareja que pasaría la tarde con unos compañeros del trabajo para hablar sobre un proyecto, realmente se encontró con el alto pelinegro en un café apartado, a la vuelta de la esquina de su edificio. Se sentaron en una mesa apartada, lejos de las miradas curiosas. La charla fue ligera al principio, pero la adrenalina de estar haciendo algo que ambos sabían que estaba mal, se sentía palpable.

—Creo que nadie sospecharía que estoy contigo en este momento.— dijo uno con una risa nerviosa, jugando con la taza de café en sus manos.

Hwang le devolvió la sonrisa, aunque con algo de desdén en sus ojos. —Lo mismo con él. Lo bueno de tenerlo tan confiado es que no se da cuenta de lo que realmente está pasando. Y a ti tampoco parece importarte mucho lo que Jisung pueda pensar, ¿verdad?—

Miró la pantalla de su teléfono, donde había dejado un mensaje, asegurándole a su pareja que todo estaba en orden. No contestaba de inmediato, porque esa era la clave. El juego era mantener la incertidumbre en ellos, dejándolos pensar que algo fuera de lo normal estaba sucediendo sin realmente confirmar nada.

—Es divertido, ¿no?— Continuó, su tono algo burlón. —Cómo podemos hacerles creer que todo está bien mientras nosotros dos aquí nos reímos de sus celos.—

El primero se acomodó en la silla, pensando por un momento. No era un juego que le gustara mucho, pero había algo de satisfacción en ver cómo todo se desarrollaba. —Es cierto. Me hace sentir que estamos tomando control. Tal vez demasiado control, ¿no?—

El otro se encogió de hombros. —¿Quién sabe? Es como un pequeño recordatorio de lo que ambos perdimos. Ellos piensan que todo está bien, pero nosotros sabemos lo que realmente está pasando.—

Con esas palabras, el juego tomó un giro aún más frío. Las sonrisas se hicieron más sutiles, las palabras más cargadas. Sabían lo que estaban haciendo. Sabían que estaban cruzando una línea que no podían volver a cruzar una vez que estuvieran del otro lado.

𝘈𝘮𝘢𝘳𝘢 𝘷𝘦𝘯𝘥𝘦𝘵𝘵𝘢 • HyunHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora