Capítulo 59 | ¿Otra vez?

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Ángel se separó de él con brusquedad, ni siquiera le dio chance de hacer algo más porque ya se estaba levantando del suelo para alejarse de él. No, eso es algo que no debe pasar. Estaba respirando agitado. Gab también se puso de pie e intentó acercarse a él.

—Españolito, no hagas esto. Esto es imposible, ¿De acuerdo? Siempre voy a decirte cosas lindas y te daré todo, pero no vamos a hacer esto.

—Lo siento, Ángel caído.

—Creo que solo estás confundido.

—No estoy confundido. Estoy así desde hace algún tiempo. Estuve ignorando todo eso, y ahora ya no puedo hacerlo más.

—Okay no, solo... Quizás fue el alcohol también, mira, no podemos y yo no puedo hacerte esto a ti. Estás casado, se supone que era lo que querías, amas a Daen. ¿Por qué ahora estás haciendo esto? No debes y no es correcto.

—Pero...

—No hay un pero, españolito. Qué más daría yo de tenerte para mí y sé que eso es imposible porque no quiero lastimar a nadie. Somos amigos, ¿Lo entiendes?

—Creo que bebí demasiado, ¿Verdad?

—Sí y mucho. Ahora nos van a matar, ¿Lo sabes? Vamos a casa, tenemos que hablar de esto con los chicos.

—Daen va a enojarse.

—No va a enojarse. ¿Crees que él no sabe qué cada que puedes me besas? Descarado. Y yo no puedo ocultarle a Aaron que acabas de besarme.

—¡Él sí va a matarme! —Y comenzó a correr, tratando de alejarse del pequeño.

—¡Espera! ¡No corras!

Gab corrió tanto que el pequeño terminó cansado, se detuvo, llevando sus manos a sus rodillas y respirando agitado mientras que mantiene una leve sonrisa en su rostro. Sí que puede hacer un desastre cuando está borracho. ¿Besarlo? ¿De verdad? Bueno, lo ha besado antes muchas veces, pero de todos modos no debe pasar.

Terminó alcanzándolo y este estaba llorando.

—Por el infierno, parece que te tomaste hasta el agua de los floreros. No vuelvas a correr de ese modo.

Terminó envolviendo su muñeca con su cadena y lo arrastró así para que no siga corriendo. Lo subió a la camioneta y se dispusieron a ir a casa. Ahora el español estaba cantando a todo pulmón mientras que le rompe los tímpanos. Llegar a casa de Daen, no fue un problema, lo que sí lo fue, es hacer que el español bajara.

—¿Qué sucedió?

—Ay Daen, está borracho.

—Vale, yo lo llevo. Gracias por traerlo.

—Te esperaré aquí, tenemos que hablar.

Daen le dio un asentimiento de cabeza. El pequeño se dirigió al jardín para esperarlo, pero este estaba tardando un poco.

—¿De qué quieres hablar?

—Gab me besó —No hubo ninguna reacción en Daen, más bien tomó asiento y estaba como si le hubiera hablado del clima —. ¿Escuchaste?

—Sí, lo hice. Y ya me lo dijo. No te preocupes, sé la relación que ambos tienen. ¿Eso era todo?

—Pues sí.

—Bueno, ya me voy, mi pastelito me espera en la cama. Buenas noches, Angelito.

—Buenas noches... —Quiso reír, pero no lo hizo. ¿Qué fue eso?

Conduciendo por las calles se sentía la soledad. A veces no es bueno estar tanto tiempo solo. Llegó a casa, listo para sentarse a conversar con la Bestia, el cual estaba acostado en una de las tumbonas mientras que observa el cielo. Se acercó a él, este solo le preguntó dónde estaba y claro que le dijo.

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