El reloj marcaba las 2:45pm cuando los alumnos comenzaron a ingresar y ocupar sus lugares en el aula de historia. El día ya estaba teñido del cansancio de las últimas horas de clase, y el sol de otoño se colaba perezosamente entre las persianas. Martin, apoyado en su escritorio, hojeaba unas notas mientras los estudiantes se acomodaban. No había prisa, como si todos compartieran la implícita resignación de que esa hora sería más un trámite que una lección, pues ya casi nadie prestaba atención, concentrados en que el reloj indicara la hora de salida, la sensación de hambre en los estómagos, sueño o simplemente molestia.
Entre los jóvenes estaba Astrid, en el fondo del aula, con su mochila arrugada a un lado y los brazos cruzados sobre la mesa. Su cabello castaño caía ligeramente sobre su rostro como una cortina oscura, ocultando la expresión de quien se debatía entre el esfuerzo por mantenerse despierta y la inevitable rendición al sueño y el cansancio.
Martin levantó la vista para observar a su clase, entonces la vió y, como de costumbre, la encontró allí, en ese estado a medias entre presente y ausente. Sus ojos se detuvieron un momento, pero no dijo nada, le daba lástima verla tan agotada, pues su expresión y su aspecto no era el de los demás chicos que se dormían por desinterés, ella se veía como alguien que a duras penas tenía tiempo para respirar.
-Bien, chicos, hoy vamos a seguir con el Renacimiento -anunció, su voz grave resonando con el tedio característico de las últimas horas de un viernes. Se acercó a la pizarra y comenzó a escribir fechas y nombres relevantes-. Espero que recuerden lo que vimos sobre la transición de la Edad Media...
La clase avanzó entre explicaciones pausadas y preguntas ocasionales. Los estudiantes tomaban apuntes en silencio, algunos con más interés que otros, pero Martin sabía que no todos estaban ahí mentalmente. Lo confirmaba cada vez que giraba hacia el fondo del aula, donde Astrid ahora tenía la cabeza apoyada en sus brazos, completamente dormida.
Por un momento, se quedó mirándola. Había algo en ella que no cuadraba. No era solo el cansancio inevitable que podía apreciarse a simple vista; era la forma en que parecía cargar el peso de algo más grande que los años que tenía. Pero Martin desechó el pensamiento y retomó su explicación.
-¿Alguien recuerda qué significa el término "humanismo"? -preguntó, recorriendo la sala con la mirada.
El silencio fue su única respuesta. Los alumnos evitaron su mirada, salvo un par que intentaban buscar algo en sus apuntes. Astrid ni siquiera se movió, seguía en los brazos de Morfeo. Martin suspiró y se acercó a su escritorio.
-Astrid -llamó, su voz más baja de lo habitual, pero firme.
Ella levantó la cabeza de golpe, desorientada, sus ojos verdes tratando de enfocarlo. Había una ligera marca en su mejilla por el tiempo apoyada sobre el brazo, lo que arrancó un leve gesto de diversión en Martin que logró reprimir.
-¿Puedes decirnos algo sobre el humanismo? -preguntó con calma.
Astrid parpadeó, todavía intentando procesar dónde estaba. Algunos de sus compañeros contenían risas, pero Martin les lanzó una mirada que los hizo callar.
-Es... sobre las personas, ¿no? -respondió con un murmullo, mientras se acomodaba en su silla y apartaba el cabello de su rostro.
Martin asintió lentamente.
-Un poco vago, pero sí, en esencia, se centra en el ser humano como medida de todas las cosas. Por favor, intenta estar más atenta la próxima vez.Astrid asintió, ruborizándose ligeramente, y apartó la mirada. Pero Martin notó algo en su expresión: no era indiferencia, sino una mezcla de vergüenza y cansancio genuino.
El resto de la clase transcurrió sin incidentes. Cuando el timbre sonó, los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas con la energía renovada que traía el fin de las clases. Astrid, sin embargo, se quedó un momento más, guardando lentamente sus cuadernos, procurando no dejar nada y evitando la estampida de alumnos que salían a disfrutar su fin de semana.
Martin la observó de reojo mientras cerraba el libro que había usado durante la lección. Quiso decir algo, preguntarle si todo estaba bien, pero se contuvo. Ella salió del aula con el mismo aire distante con el que había entrado, dejando a Martin con una sensación difícil de definir.
Cuando el aula quedó vacía, Martin recogió sus cosas y apagó las luces. Afuera, el viento comenzaba a soplar con fuerza, presagiando una noche fría. Mientras caminaba por el pasillo, no podía evitar pensar en Astrid, era la segunda vez que ella cursaba el último año y ver que su rendimiento no mejoraba lo desconcertaba, y aunque no sabía qué era, una parte de él quería averiguarlo.
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Era lunes y Astrid se había levantado temprano, se vistió, preparó su mochila y salió de casa apresurada, no tomó desayuno, no tuvo tiempo. El último año había sido difícil para ella, pero se estaba manejando bien por su cuenta, aunque era humillante ser la única con casi diecinueve años terminando el bachillerato, se sentía orgullosa de al menos continuar con sus estudios a pesar de todo.
El día transcurrió normal hasta que llegó la clase de historia, para ella era una materia bastante interesante, pero habían pequeños factores que la desalentaban, por ejemplo, que era a última hora y el sueño se apoderaba de ella, que a veces le costaba prestar atención, que los compañeros que siempre se sientan detrás de ella la molestaban constantemente y luego está Martin, el profesor que daba la materia, ella no lo odiaba ni nada por el estilo, pero había algo en él que a ella a veces le inquietaba.
Sorprendentemente ese día ella no se quedó dormida, pero cuando el timbre que anunciaba la salida sonó, Martin, apoyado en su escritorio, le habló.
-Astrid, me gustaría que te quedaras un momento, necesito hablar contigo.
Esto heló su sangre por completo.
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Este primer capítulo es un poco corto, pero los siguientes serán más extensos

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Brindemos una vez más
Romance-Apostemos... Él se rió. -¿Y qué quieres apostar? Ella se quedó pensativa. -El que aguante más alcohol gana, el perdedor hace lo que él otro quiera. -No es justo. -él negó. -Claramente voy a ganar, soy más alto, mas grande. Ella sonrió con divers...