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Nunca creí en el destino.

No hasta que un día un paquete mal agraciado deseando que la pase a toda madre tocó mi puerta una mañana cualquiera.

Conocerlo cambió mi vida, me llenó de vida y de alguna u otra manera me enseñó que no todos los dias debían ser iguales, que una caminata por la playa te puede dejar sonriendo por horas.

Me enamoré de él en ese instante que sus ojos ámbar miraron el mío y comisionaron.

Cual tarde de verano cuando el sol brillante toca el océano profundo.

Habían pasado siete meses desde la vez que probé sus labios por primera vez, nunca perdimos el contacto, siempre me sorpendia con una carta contándome su día o algún disparate que hizo, o de su mayor miedo (sus clases de química).

Hasta que llegó ese mensaje que me hizo temblar el suelo, como esa vez que frente mío hubo una carta diciendo que me vaya a la verga.

Querido Isagi.

¡No me la crees! CONSEGUÍ UN CUPO EN UNA GALERÍA. TE JURO QUE TUMBÉ LA MESA DE LA EMOCIÓNN.

Obviamenteee estás invitado, me encantaría que la observaras, pues para mí sería un honor que una persona con tal sabiduría sobre el arte admire y critique mi obra.

¡Te esperooo!

-Bachira

Me tembló el alma por un momento pero la emoción de volver a verlo me llenaba de vida.

Después de tantos meses tenía la puerta del museo frente a mí, y también unos nervios de diablo.

Sentia toda clase de cositas en el estómago, quizá era la mermelada con queso que probé en la mañana o solo miedito que sentí la primera vez que supe que debía verlo para devolverle sus cosa.

Había viajado mucho tiempo para ahora congelar me frente la puerta.

Tome la perilla y empuje, lo primero que hice fue ir a buscar a ese chico que tanto tiempo llevaba sin ver. Entre toda esa gente llena de obras importantes y personas influyentes está él, quien resaltaba entre todos con su mirada tan simple y bella, tan profunda como infinita.

Toda esa gente se volvía nada cuando lo miraba a él.

Corri con nervios hacia donde estaba, él quien buscaba desesperado su corbata al mirarme solo se asustó.

—¡Isagi, creí no vendrías!

—Que poca fé oiga. Obvio tenía que venir a verte.

Tenía la misma sonrisa hermosa en el rostro y esa chispa de carisma que me amarró el primer día que lo ví.

—A ver enséñame tus obras, maestro.

—Ja, graciosito te crees.

Me dió un codazo, y cuando me distraje soltando una risita solo me atrajo en un abrazo, ese toque que había esperado durante meses, tenerlo fue tan mágico. Estar con él otra vez se sentía mágico.

No quería perderlo otra vez.

No quería perder su sonrisa otra vez.

—Ven, Isagi, quiero mostrarte mi obra, además, !ya me toca exponerla!

Cómo no negarme a esos ojos bellos.

𝐂𝐑𝐎𝐒𝐒𝐄𝐃 𝐂𝐀𝐑𝐃𝐒; ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora