Chuuya, atrapado en la mansión de Dazai, había perdido la noción del tiempo. No sabía cuántos años llevaba encerrado, pero cada día se sentía más desesperado. Había dado a luz a un hijo de Dazai, un niño que tenía su rostro pero los ojos de su padre. A pesar de la situación, Chuuya sentía un profundo amor por su hijo, quien le daba una pequeña chispa de esperanza en medio de la oscuridad.
Dazai, sin embargo, no estaba satisfecho. Quería más cachorros para asegurar la continuidad de su raza. Pero Chuuya se opuso firmemente. No quería traer más hijos al mundo bajo esas circunstancias. Su espíritu rebelde y su deseo de libertad seguían vivos, alimentados por la esperanza de que algún día alguien vendría a rescatarlo.
Como rey de los vampiros Dazai, había otorgado a su raza la libertad de chupar sangre y asesinar a los humanos para mantener su existencia en secreto. Los humanos, ajenos a la verdad, seguían creyendo que los vampiros habían sido erradicados. Dazai se aseguraba de que nadie pudiera delatar la verdadera situación.
Chuuya,cada noche, miraba por la ventana de la mansión, soñando con el día en que alguien vendría a liberarlo. Sabía que debía mantenerse fuerte, no solo por él, sino también por su hijo. La lucha por su libertad y la de su hijo se había convertido en su razón de ser.
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prisionero de la oscuridad
VampirChuuya, atrapado en una mansión lujosa pero opresiva, lucha contra su destino impuesto por Dazai, un vampiro rey Mientras Chuuya anhela la libertad y recuerda la calidez de su hogar, debe enfrentarse a decisiones difíciles y peligros desconocidos.