El café de la máquina de la planta 2 sabe justo como lo recordaba: ligeramente amargo, con un toque ácido. No creo que nadie que beba dos de estos al día llegue a los 30 sin ningún tipo de problema gastrointestinal. Jorge y Maite están más emocionados que yo con mi nuevo puesto. No dejan de repetirme lo fuerte que les parece que justo hoy me suban de planta.
—Seguro que él ha tenido que ver.—Maite parece pensativa.
—Es jefe de sección. No de área. No creo que tenga tanta influencia.—Digo, intentando sacarle hierro al asunto.
—Quién sabe...en la planta le llaman el Señor Scrooge ¿sabes?—como en el Cuento de Navidad de Dickens. Puedo imaginarme el porqué—Dicen que es insoportable trabajar con él, que todos piden cambio a las dos semanas o así. Se ve que se están planteando medidas.
—A la gente le gusta mucho hablar.—Corta Maite. Siempre pensando lo mejor de los demás.—No te preocupes, Alba, no creo que os pongan juntos. Y no es para tanto. David es una persona muy inteligente. Trabajar con él tiene que ser exigente pero
—¿No te daría morbo?—La mirada de Jorge es pícara.—Trabajar con él después de...
—¡Jorge!—Ambas chicas le reprenden.
He de decir que me alegro mucho de poder estar con Jorge en la planta 8, porque lo echo mucho de menos, pero ¡qué largos se me van a hacer los días como siga con esta actitud!
El rato del café se hace más corto de lo que me gustaría, pero tengo un jefe que conocer. Por suerte, es Isabel la que me intercepta en cuanto llego a la planta y me acompaña al despacho. Siento un sudor frío recorrer mi frente. Respira, Alba, respira. Ya sería casualidad. Pero la place que hay en la puerta me indica que tengo bastante de qué preocuparme. Quizá lo del viernes si tenga algo que ver.
Entramos al despacho, que tiene un aire solemne, con las estanterías llenas de libros y la mesa desordenada, llena de papeles, reflejo de una mente brillante. Mi nuevo jefe permanece ajeno a nosotras, absorto en la pantalla del ordenador. Me pregunto si fingirá estar tan concentrado.
Isabel se aclara la garganta. Él da un pequeño respingo. Aparta los folios desordenados como puede, que Isabel observa con gesto serio, y se levanta de la silla. Adelanta una mano, firme, que aprieta la mía con fuerza. Siento que mi pulso se acelera. ¿Cómo es posible que pueda provocar esto en mí, tantos meses después?
Desde luego que somos el día y la noche. Él, perfecto, tan atractivo en su traje azul marino con los botones del cuello desabrochados y su inconfundible olor a vainilla. ¿Cómo puede alguien tan aparentemente perfecto ser conocido como el Señor Scrooge?
Isabel deja los papeles en la mesa y me ofrece asiento. Me deja sola, ante el peligro, no sin antes desearme suerte. Al menos la mesa es lo suficientemente grande para funcionar como un muro . No dejo de preguntarme qué hago aquí, por qué acepté venir. Está claro que el hecho de no perder mi trabajo nubló mis sentidos.
—Te estarás preguntando qué haces aquí.
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No te enamores de tu jefe
Romance¡¡¡¡OJO!!!!! ¡NO TE ENAMORES DE TU JEFE! TE PUEDE PARTIRTE EL CORAZÓN...DE NUEVO. Pero, ¿qué pasa si eres la única oportunidad de salvar su puesto de trabajo? Me llamo Alba, tengo casi 27 años y mi vida está a punto de dar un giro de 180º cuando la...