El capitán del barco

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Después de toda la tensión de mi conversación con David, llegar con Jorge al bar de siempre a las 20:15 parece lo más similar a llegar al cielo. Solo que en lugar de San Pedro, te recibe San Paco, fumando en la puerta. 

El bar está abarrotado, el bullicio de las conversaciones y las risas llenan el aire. Hubiera preferido un sitio tranquilo, lejos de oídos ajenos, donde poder despotricar contra mi nuevo jefe a gusto.  Aquí, al menos, me siento segura, lejos de su autoridad sofocante. Las luces tenues y la música suave crean un ambiente acogedor, aunque el bullicio de las conversaciones y las risas llenan el aire. El aroma a comida recién hecha y a cerveza se mezcla con el olor a madera vieja del bar, dándole un toque nostálgico.

Maite, Paco, Jorge y yo nos acomodamos en nuestra mesa de siempre. Maite, con su sonrisa dulce y su risa contagiosa, siempre sabe cómo levantarme el ánimo. Paco, con su actitud relajada y sus palabras parcas, pero adecuadas. Jorge, en alma de la fiesta, con su humor ácido, mordaz y rápido. Nos conocemos desde hace años y nuestra camaradería es evidente en cada broma, en cada mirada cómplice. Por un momento, olvido la tensión del trabajo. Aquí, con mis amigos, todo parece más fácil de llevar.

—¿Qué tal el capitán del barco?—Pregunta Jorge, con su sonrisa pícara que no logra ocultar su curiosidad. Decido ser sincera.

—El capitán no suelta el timón ni para ir al baño. Estamos a la deriva.—Mi tono es más serio de lo habitual, y Jorge levanta las cejas, sorprendido.

—¿En serio? —Maite me mira con preocupación

—Podríamos decir que estas dos semanas han sido... como navegar entre aguas turbulentas. No voy a entrar en detalles.

—Alba, cuéntanos. ¿Qué ha pasado esta vez?—Siento curiosidad genuina en la voz de Paco.

—Nada en particular. Simplemente, estoy harta. He salido tantas veces más tarde de mi hora esta semana que convalidan todos los días que he entrado tarde. Y si fuese para hacer algo productivo...pero la mayoría de ocasiones es por volver a redactar documentos porque a don perfecto no le gusta como uso las comas. Y luego su actitud para conmigo. Es un constante tira y afloja. —Creo que la frustración ha elevado  mi tono más de lo que me gustaría porque mis amigos parecen realmente preocupados.—No sé si puedo aguantar los tres meses.

—No me sorprende, Alba. Bastante has aguantado. David siempre ha sido una tormenta en altamar. Pero no dejes que te desgaste. Sabes que eres más fuerte que eso.

—Gracias Paco.

—Mi niña.—Maite se lanza a mis brazos y casi se cae del taburete.—Si alguien puede cruzar esa tormenta, eres tú.

Me siento un poco más relajada al ver sus reacciones, pero la verdad es que estoy al borde del agotamiento. No es solo el trabajo en sí, sino la constante tensión de tener que lidiar con David y sus exigencias. Me pregunto si estas 10 semanas van a ser igual de complicadas.

—Aunque he de decir que hay cosas del trabajo que sí me parecen...interesantes.—Maite y Jorge escupen su cerveza de la carcajada. En el rostro de Paco también se dibuja una sonrisa.

—¿Interesante? ¿Hablas de lo que pasó hoy en el despacho del capitán?

Jorge siempre tan perspicaz. El color rojo ya invade absolutamente mi cara. Está claro que capricornio debe estar en mercurio o algo, porque lo de este día no es normal. Y menos cuando siento una mano en mi hombro.

—Alba. ¡Qué sorpresa!

Mierda. Mierda, mierda, mierda. Pero, ¿no se supone que este era un lugar seguro, lejos de su prresencia? Tierra, si quieres tragarme en algún momento, este es el momento.

—David, ¿qué haces aquí?



No te enamores de tu jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora