Capítulo 1.

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NAMI

-¿Nam?- Me pongo en posición
de sentada, sorprendida de oír
mi propio nombre. Parpadeo un
par de veces, preguntándome qué
hora es. Mi alarma no ha sonado.
-¿Nami?- Bell-mère dice mi nombre de nuevo, recordándome dónde estoy.

Esta vez las luces se encienden en
mi pequeño estudio, cierro los
ojos, luchando contra la dolorosa y
repentina ráfaga de luz. Podría ser
de madrugada, pero normalmente
no estaría aquí para despertarme. Tiendo a dormir hasta tarde ya que
me quedo muy noche cocinando.
Me quedo hasta las dos de la
madrugada cuando termino de
preparar los productos horneados
para la venta de la mañana. Me
voy a dormir mientras el resto del
mundo disfruta de mis deliciosas
golosinas.

-No he sabido nada de ti en todo
el día- Lentamente miro con un
ojo abierto. Estoy sentada en mi
pequeño rincón de la cocina. Debo
haberme desmayado aquí. Me
estiro, tratando de mover el trasero,
lo cual es palpitante. Emito un
pequeño aullido cuando un dolor
me atraviesa la columna vertebral.

-Soy demasiado joven para los
dolores de espalda- grito a medias,
encogiéndome mientras lo hago.

-Cualquiera que se duerma en una silla dura se va a despertar con
dolor- me responde Bell-mère.

Tiene esa mirada de mamá en su
cara. Es la misma que les da a sus
hijos cuando se portan mal. Me
quede dormida en la dura silla de
madera. Mi trasero pagará el precio
por el resto del día. A veces estoy
tan envuelta en hacer mis golosinas
para todos que pierdo la noción
del tiempo y la mayoría de las
veces no llego a mi cama antes de
desmayarme.

-¿Qué hora es?- Me paro y estiro
mi cuerpo.

El dolor comienza a desaparecer
rápidamente. Dejo salir un bostezo
gigante. No tengo ni idea de cuánto
tiempo estuve dormida.

-Acabo de cerrar-Hace un gesto
hacia mi puerta principal. La cafetería debajo de mis pies cierra a
las cuatro de la tarde. Vivo sobre la
tienda de Bell-mère y su marido.

Me acogieron hace unos años.
Me he aferrado a ellos y no los he
dejado ir desde entonces. Puede que
no sean mi verdadera familia, pero
los siento muy unidos. Lo más cerca
que he estado, al menos. Bell-mère
es unos diez años mayor que yo,
pero se comporta como una madre
y, más a menudo que cualquier otra
cosa, como una mejor amiga.

-No viniste a tu cita de la tarde, así
que me preocupé-

Por lo general me levanto de la
cama antes del mediodía por lo
menos, bajando las escaleras para
ver cómo se venden mis golosinas y
para conseguir un café para mí. Si
están muy ocupados, les echo una
mano. Eso es raro. A menudo están ocupados, pero yo soy la peor haciendo café. No sé por qué
no puedo hacerlo bien, pero las
máquinas me abruman. Hay tantos
nombres diferentes para el café
en estos días. Cappuccino, Latte,
Macchiato, Americano, y todos los
otros que no puedo recordar. Suelo
improvisar cuando alguien me pide
otra cosa que no sea un café colado.
Por eso es por lo que normalmente
no me piden que ayude. Trabajo
mejor con un simple horno. Me
gusta seguir con lo que sé.

-Me quedé despierta hasta tarde-
lo admito.

Después de que terminé de hornear
anoche, empecé un pequeño
proyecto. No podía dejarlo pasar
después de que Bell-mère me contara la noticia ayer. Sé que fue aplastante para ella, pero siempre tiene una sonrisa, en la cara incluso
con algo aterrador. Su expresión
cuando me dijo que tendria que
cerrar el negocio fue desgarradora.
Creo que me sorprendió un poco
cuando las palabras salieron de
su boca. Tantas cosas pasaron por
mi mente en ese momento. La idea
de que todo cambie es algo que ni
siquiera puedo comprender. Estoy
tan feliz viviendo encima de la
tienda y pensando que todo esto
puede ser cerrado me sacudió hasta
la médula.

Brillo (Adaptación Namixrobin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora