CAP 10

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Malditos celos

NARRADOR OMNISCIENTE

El portazo resonó en la mansión, un eco hueco que dejó a Christopher momentáneamente paralizado. Afuera, la lluvia caía en finas cortinas sobre el lujoso McLaren estacionado en el frente. Pensó en Nadia y en cómo había rechazado su regalo, su propuesta de darle un apartamento en el corazón de Londres, de iniciar una vida juntos, lejos del rencor y la hostilidad que llenaba cada rincón de esta mansión.

Sus pensamientos se desviaron a Adeline, su hija de cinco años, que estaba fuera con Marie, la nana, haciendo las compras. Una parte de él se sentía aliviada; no quería que su pequeña presenciara otra de esas discusiones entre él y Nadia, un tira y afloja en el que el silencio de ella y su rechazo lo llevaban al borde de la desesperación.

Volvió a entrar en la mansión, sin poder alejarse. Subió las escaleras y se dirigió al salón principal, donde la encontró junto a la ventana, con los brazos cruzados, mirando la lluvia. Su perfil altivo y distante lo desarmaba y, al mismo tiempo, lo enfurecía.

—¿Sigues aquí? —preguntó ella sin girarse. Su tono era suave, pero cortante.

Christopher cerró los ojos un instante, intentando no explotar. Dio un par de pasos hasta quedar a su lado, tan cerca que podía percibir el sutil aroma de su piel.

—¿Por qué sigues rechazando todo lo que te ofrezco? —murmuró.

Nadia apenas ladeó el rostro, mirándolo de reojo, su expresión enigmática y desafiante.

—¿Por qué insistes en darme cosas que no quiero, Christopher? —Su voz era suave pero cargada de reproche—. ¿Piensas que un auto lujoso y un apartamento en Londres pueden comprar lo que no hay entre nosotros?

Christopher tensó la mandíbula, sintiendo cómo sus palabras le arañaban el orgullo. Nunca había estado en una posición como esta, nunca antes alguien lo había puesto en jaque con esa frialdad.

—Esto no es una compra, Nadia —respondió, intentando mantener la calma—. Te estoy dando la vida que mereces. Una vida digna, lejos de esta... —hizo un ademán hacia la mansión—, esta prisión.

Ella se giró, enfrentándolo, sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y dolor.

—¿Prisión? —se burló—. La prisión es lo que tú has creado, Christopher. Pretendes que con obsequios puedas hacerme olvidar que fui obligada a estar aquí, contigo.

—¡Obligada! —repitió él, sintiendo cómo la furia crecía en su pecho—. Nadia, no puedo cambiar cómo empezó todo, pero estoy aquí, intentando construir algo contigo. Intentando darte un hogar. No solo por mí, sino por Adeline.

—¿Por Adeline? —La dureza en la mirada de Nadia se suavizó apenas un poco al mencionar a la niña—. Yo haría cualquier cosa por ella, pero no puedes pretender que la vida que quieres darme me hará olvidarlo todo.

—No tienes que olvidar, pero sí aceptar que este es nuestro presente. Nuestra hija necesita una familia, Nadia. Y no quiero que crezca en un ambiente de odio y frialdad.

Ella suspiró y volvió a mirar hacia la ventana, sin decir nada. Ese silencio le taladraba el alma, y finalmente, Christopher dejó escapar el susurro que había estado en su mente todo este tiempo.

—¿Tan difícil es darme una oportunidad? ¿Es mucho pedir que intentes...?

Ella lo miró, interrumpiéndolo con la dureza de sus ojos.

—¿Intentar qué, Christopher? ¿Convertirme en lo que tú quieres? Porque no importa cuánto lujo me ofrezcas, cuánto intentes convencerme. Yo... no puedo ser la mujer que tú deseas. No puedo amarte.

VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora