God Laughs

Capítulo 14. Todo el mundo me odia

Las recetas se inventaron por una razón: asegurar que los ingredientes correctos, en las proporciones justas, se mezclen en el orden adecuado para lograr el resultado esperado, de forma eficiente y sin sorpresas desagradables.

Siguiendo una receta, se puede transformar una lista de elementos crudos en algo medianamente delicioso. Pero, si por algún motivo, alguien se salta algún paso, o si cambia el orden, o decide improvisar sobre la marcha sin nunca antes haberlo hecho antes, el caos es casi inevitable.

Es sabido que no se puede freír algo sin antes calentar el aceite, así como no se puede esperar que un soufflé suba si no se bate las claras correctamente. Decorar un pastel antes de hornear los bizcochos sería absurdo, y meter un pavo al horno sin rellenarlo primero no solo sería un error culinario, sino también una promesa de sabores incompletos.

Las recetas existen para proteger a las personas del desastre y para asegurar que el resultado final sea algo digno de servir. El problema era que Addison nunca había sido buena siguiendo recetas, ni en la cocina ni en la vida.

¿Qué pasa cuando ni siquiera tienes claro cuáles son los ingredientes? ¿Cómo se maneja este tipo de situación, cuando todas las partes involucradas podrían quemarse al primer contacto con la verdad? No había una guía paso a paso para anunciar de forma correcta un embarazo producto de una infidelidad. No era una receta y no estaba relacionado con comida.

Quizás Addison lo relacionaba con comida porque no había desayunado esa mañana. Mientras caminaba por los pasillos de la sede de la junta médica para declarar sobre el caso de Violet y Katie Kent, sentía náuseas por no haber comido nada... ¿pero como se supone que comiera algo si tenía náuseas? Estúpidas náuseas. No tenían sentido. Nunca desaparecían ni siquiera con la medicación... oh. Maldición. Las pastillas para las náuseas. Había olvidado tomar su medicación para las náuseas antes de salir de su casa y estaba pagando las consecuencias en ese momento.

Pero es que no tenía espacio en su mente para otra cosa que no fuera la discusión de la noche anterior. Sus planes no habían salido como ella esperaba, y eso le estresaba. Naomi no debería haberse enterado del embarazo antes que Sam. Ni mucho menos antes que Derek. Ella debería haber sido la última en su lista de conversaciones incómodas, y ahora... no sabía que sucedería.

Toda la noche había estado dando vueltas en la cama, con la almohada contra su cara, intentando callar su mente, pero cada vez que cerraba los ojos, las mismas preguntas la acechaban. ¿Qué haría Naomi? ¿La estaba amenazando de verdad o solo quería verla sufrir un poco? ¿Quería meterle presión? ¿Y si en un acto impulsivo o vengativo, se lo contaba todo a Sam?

O peor aún... ¿y si Naomi le decía a Derek también? ¿Y si Sam le decía a Derek?

En su prototipo de receta, alias plan de ejecución, alias forma de comunicar el embarazo inesperado, debería existir un lapso de al menos dos o tres días entre anuncio y anuncio, para poder recuperarse emocionalmente de las reacciones de ambos hombres. ¿Qué haría si ambos se enteraban al mismo tiempo, culpa de Naomi?

El simple de hecho de imaginar sus caras hacía que se le revolviera el estómago. Dios, realmente debería haber desayunado algo antes de salir. El jugo verde había quedado completamente descartado como opción, el café no era muy recomendado durante el embarazo, el té de jengibre era aburrido y la leche demasiado pesada. La fruta no parecía tentadora en absoluto, las tostadas eran insulsas, y los pancakes que estaba preparando Amelia no se veían muy confiables. Pensar en huevos revueltos con tocino le daba asco, y el yogur con granola la había cansado.

—¿Está lista, doctora? —preguntó una voz masculina, haciéndola volver rápidamente a la realidad. Cierto. La citación. Tenía que concentrarse en eso ahora, por más de que su cabeza estuviera en otro lado.